Leí con mucha atención la carta que fue publicada en El Buen Tono, dirigida a Luis Videgaray, actual secretario de hacienda, firmada por Don Juan Bueno Lázaro, a quien admiro mucho y disfruto enormemente leer.
Como no será respondida su carta por el supuesto recepto, me atrevo a contestar en su nombre, lo que a mi leal saber y entender contestaría, si es que no estuviera en un cargo público, y no estuviera obligado a guardar las apariencias.
Estimado don Juan: En su atenta misiva, usted plantea que no dejemos al país sin dinero. Debo decirle que jamás gastamos en algo superfluo. Todos nuestros gastos tienen una razón de ser, como por ejemplo: hacer creer a la población mediante publicidad que todo está bien, aunque la realidad diga lo contrario; o comprar a algunos revoltosos como a los líderes de la CNTE; o comprar algunas conciencias de diputados de oposición para sacar adelante nuestros compromisos con nuestros acreedores; siempre hay una razón de ser para el gasto, aunque no esté contemplado en la ley, no se preocupe por eso.
Mire usted. A mediados del sexenio pasado el país tuvo que contratar deuda para salir de la crisis externa a la que nos enfrentábamos. Hoy estamos en las mismas condiciones, no sólo vamos a pedir un crédito para el año que viene, sino que antes de que termine este ejercicio, ejerceremos otro crédito (al cual no le hemos dado publicidad), pues se cayó la economía y con ello la recaudación, y no tenemos ni para pagar el aguinaldo. El del año que viene tiene como fin comenzar a gastar desde el principio del sexenio los ingresos que (esperamos) vendrán con la reforma energética, y así poder mejorar el bienestar de la población anticipadamente. Si no llegaran ingresos adicionales, entonces simplemente incrementamos la deuda y todos contentos. Y de verdad le digo, no es para pagar más burocracia, es para pagar la existente, (ya sabe usted que quien coopera en una campaña merece un trabajo sexenal), y para atender necesidades apremiantes. Quizá algo llegue a inversión, aunque no se lo puedo asegurar.
Le recuerdo que México es una república federal, con tres niveles de gobierno, y con tres poderes autónomos. Por ello, no podemos vigilar el uso del gasto que se hace en el poder legislativo o judicial, y tampoco en los estados o municipios libres. Cada quien ejerce a su gusto, y no se nos ocurrió meter en estas grandes reformas algo referente a la transparencia y la rendición de cuentas… Gracias a Dios, al pueblo de México no le interesa este asunto, salvo unos cuantos que se autodenominan “seres pensantes”, pero como son minoría, ni quien les haga caso.
Conforme crece la población, se requiere más personal en el servicio público. Pero aprovechando que nadie nos escucha, le diré que el crecimiento de la burocracia es el menor de los problemas que tiene el país. La corrupción y el mal uso de los recursos públicos, ¡eso sí que es muy grave! Son miles de millones de pesos que son desviados cada año. Pero usted comprenderá que tenemos al Congreso como colchón y distractor de la opinión pública; así, mientras piden la reducción de cien plurinominales, y los traemos distraídos con eso por años, los presidentes municipales, gobernadores, funcionarios de paraestatales, organismos descentralizados, funcionarios dependientes del Ejecutivo federal, estatal o municipal, gobernadores y presidentes municipales, y hasta cabildos enteros, se dedican al deporte nacional de los políticos y funcionarios de este país, que es el saqueo indiscriminado de recursos públicos. Pero atentos a la reducción de diputados, y a la reducción de la burocracia, los ciudadanos no le prestan atención a lo verdaderamente importante, y eso es bueno para los gobernantes y funcionarios.
Nuestro sistema político está basado en las amistades y recomendaciones. No podemos evitarlo ni hacer nada para cambiarlo. Salvo el servicio público de carrera para mandos inferiores y medios.
En cuanto a cuándo los niños podrán ir a clases, es un tema que yo no manejo. Aunque comprendo que en esta gran reforma, como en las otras que hemos llevado a cabo, al principio, hay mucho ruido y pocas nueces, y al tiempo se acaban el ruido y las nueces. Recuerde usted el movimiento del SME o el de los ferrocarrileros, y en aquélla ocasión dejamos (el gobierno) a 40 mil sin trabajo de un día para otro. Protestaron, se cansaron, y el problema se arregló solo. Igual pasará con el problema magisterial.
Era inevitable hacer la reforma laboral de los maestros, así como la reforma hacendaria y la energética. Son exigencias de nuestros acreedores, y a ellos no les podemos fallar. Si no les cumplimos, de un día para otro cierran las válvulas que proveen de alimento importado al país y entonces sí, el problema sería grave. Y no me diga que apoyemos al campo mexicano, eso implica dejar de tener pingües ganancias con todas las importaciones, y no vamos a privar de ellas a quienes financian las campañas presidenciales de todos los partidos políticos.
En su amplia experiencia, usted sabrá que una cosa es lo que se dice en las noticias para consumo de la población, y otra muy diferente es la realidad de lo que sucede en el país. Siempre por no alarmar o no generar descontento social, se le ha ocultado información a la población, y siempre también generamos (los que estamos en el poder) distractores semanales o quincenales para que la ciudadanía no pregunte por lo verdaderamente importante.
Gracias a Dios, todavía no sabemos si la selección nacional llega o no al mundial. Eso es un buen distractor, y por si fuera poco, Lillian de la Concha, ex de Fox, y el destape del espionaje de USA los presidentes mexicanos, también ayudará a distraer al respetable público y a despertar patriotismo y sana indignación. –Esperemos que nos duren hasta la reforma energética porque nuestros creativos ya no saben qué inventar, y ya ve usted que el pleito Aristegui-Bozzo no fue tan buen distractor como pensábamos.
Seguramente así sería la carta de don Luis Videgaray a don Juan Bueno Lázaro.
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