Con el cierre del gobierno de EU por dieciséis días, las listas con análisis de ganadores y perdedores de este lamentable capítulo de desencuentro en la política norteamericana no han faltado.
Casi todos coinciden en que el gran perdedor ha sido el Partido Republicano, arrastrado por una facción ultraconservadora que se conoce como el Partido del Té.
Y sin duda el golpe que han recibido los republicanos de parte de la opinión pública es durísimo. Según Ipsos/Reuters, tras el arreglo alcanzado el miércoles para evitar el default y otorgar los fondos necesarios para reabrir el gobierno, los legisladores republicanos de la Cámara baja son vistos de forma mucho menos favorable por el 47 por ciento de los encuestados. Los senadores son vistos de manera menos favorable que antes por 45 por ciento de los encuestados, y los integrantes del Partido del Té, por 44 por ciento.
Pero la crisis entre gobierno y republicanos no es para celebrar en ningún campo. Refleja el enorme fracaso de Barack Obama por hacer que las cosas funcionen de manera distinta en la política norteamericana, algo que él prometió una y otra vez cuando buscó ganar la Casa Blanca en 2008.
Y aun cuando Obama puede señalar culpables en el campo republicano, es evidente que él también tiene parte de la culpa. Sus intentos por acercarse a los republicanos, todos, no son muy notables.
De pronto se reúne con algunos de ellos, pocos, para cenar o tomar café en la Casa Blanca. Pero le han criticado mucho su falta de carisma con ellos para, por ejemplo, tener actividades como una partida de golf.
Obama es uno de los presidentes que sigue esta tradición del juego de golf, pero a diferencia de Bill Clinton que invitaba a sus adversarios a que lo acompañaran en el campo, y buscaba en ese espacio relajado sacar temas adelante, Obama ha preferido dejar la política fuera del juego.
Es uno de los presidentes que más juega golf. Ya lo ha hecho más de 100 veces como Presidente. Pero de todas estas ocasiones, sólo en una lo ha hecho con un republicano. Fue en 2011 con el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner.
El acuerdo alcanzado la semana pasada para poner fin al cierre del gobierno y no caer en default en los pagos de la deuda fue muy buena noticia, pero significa que los políticos en EU están pateando el bote únicamente, ya que los recursos para el gobierno alcanzan ahora hasta principios de 2014.
En enero y febrero tendremos de nueva cuenta el espectáculo de los republicanos intentando chantajear al gobierno con quitarle recursos para Obamacare y otros programas gubernamentales para dejar en claro e intentar imponer lo que ellos quieren: un gobierno más chico, aun cuando no han logrado ganar la Casa Blanca.
Por ello no sorprende que la misma encuesta de Reuters/Ipsos arroje como resultado un enojo importante con el acuerdo alcanzado y con la política norteamericana en particular, en donde una tercera parte de los encuestados se declaró insatisfecha con el acuerdo; 40 por ciento se dijo ni satisfecho ni insatisfecho, debido a que solamente se retraso el problema para principios de enero.
Si bien los republicanos pueden cargar con gran parte de la culpa de la crisis reciente, es evidente que Obama tampoco ha ganado nada y sí se ha generado un malestar creciente con su gobierno que prometía ser diferente.