Guadalajara.- Guadalajara ha muerto. Pachuca exhibió a Chivas, sin demasiada dificultad, como un equipo carente de alma. El 3-1 en el Estadio Omnilife provocó la explosión de todos: técnico y seguidores se unieron en un grito cargado de odio contra los futbolistas.
Por eso se llama futbol asociación: se trata de un juego que se hace en conjunto. Sin embargo, en este deporte las fallas individuales son capaces de destruir el esfuerzo colectivo con la misma rapidez que un pestañeo para lubricar el globo ocular. Chivas ha olvidado esa y casi todas las bases.
Se trató de un duelo entre desesperados. Equipos que no han funcionado con sus nuevos técnicos, Juan Carlos Ortega y Enrique Meza. Uno es primerizo; el otro, un histórico del balompié nacional. Pero ambos ofrecen pobres resultados en esta etapa de sus carreras.
El juego de ayer es el epílogo de una catástrofe. Guadalajara era ya un equipo sin alma y después del silbatazo final que decretó el 3-1 en casa, es también un club numéricamente muerto. No hay más. El fracaso consumado de un equipo sin pies ni cabeza.
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