Recuerdo cómo el sexenio pasado, encabezado por el entonces presidente de México Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, de origen panista, se dio una lucha feroz en contra de la delincuencia organizada, se hablaba de miles de muertos, secuestros, robos, violaciones, extorsiones, presión a los comercios organizados, invasión de terrenos; hubo familias completas que prefirieron abandonar su ciudad e incluso el país, los medios escritos, radiofónicos, televisivos e internet permanentemente hablaban de todo este desbarajuste social.
Otros países del mundo comentaban que en México había violencia a ultranza, es más recomendaban los gobiernos de esos países a sus conciudadanos no visitarnos; eso sucedía ya que en esa administración se permitía dar a conocer a la opinión pública todo tipo de hechos, inclusive de accidentes, cómo olvidar la muerte de dos secretarios de Gobernación, de soldados, de marinos, de ciudadanos comunes, y qué decir de la permanente psicosis en que se vivía.
Cómo olvidar la frase célebre que utilizaban los políticos, quienes decían que todo lo que sucedía eran “casos aislados”, lo mismo usaban esta frase como resultado de acciones del crimen organizado, como por fenómenos naturales con graves consecuencia en vidas humanas, que en su mayoría eran provocadas por falta de planeación. Recuerdo que era ya insoportable, las crisis económicas, sociales o políticas no importaba, lo que verdaderamente preocupaba era la inseguridad pública en que se vivía; para combatirla nacieron varios programas, entre ellos, los retenes que llegaron para quedarse, cateaban a todos, no importando si se trataba de un ciudadano común, menciono ello debido a que derivado de estas acciones existían abuso de poder; cuando se demandaban o hacían públicos, con un “usted disculpe” era suficiente y su justificación era: “debemos dar seguridad al pueblo”, bajo ese pretexto existía un estado de indefensión en casi todas las carreteras, sobre todo al llegar a las casetas de peaje donde se hacían colas interminables, como las que observamos hoy en día en la lucha por defender sus derechos los maestros, los cañeros, los cafetaleros, los estudiantes, los políticos, en fin, casi todos. Lo que sí se observaba era como el Gobierno violentaba nuestra Constitución y no pasaba nada, el libre tránsito que nos otorga la ley suprema servía para dos cosas.
Todo se percibía mal en el “sexenio del empleo”, muchos deseábamos que ya terminara, inclusive leí en varios ocasiones cómo se cuantificaban los gastos económicos que aplicaba el Gobierno federal para combatir este cáncer, así llamaban a la violencia, al entonces presidente de México lo escuche decir muchas veces “asumo el costo político, pero el combate al crimen organizado lo enfrentaré con todo y contra todos”. Así le fue, en las elecciones presidenciales siguientes, el pueblo de México mayoritariamente votó en contra de su política y de su partido, se le veía como un peligro para nuestro país.
A casi 11 meses de asumir la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, de origen priista, en su toma de protesta habló de nuevas esperanzas en todos los terrenos, dijo que al menos al crimen organizado lo seguiría combatiendo hasta que éste cesara, pero lo que realmente le preocupaba y combatiría era el hambre y la desesperanza de millones de mexicanos, recuerdo que días después de su toma de protesta dio a conocer con bombo y platillo diversos programas denominados “ejes de acción”; entre otras cosas, dijo que el gobierno que iniciaba iría con todo, y contra todos, por el bien de la República y por el bien de los mexicanos.
¡Oh, sorpresa! A casi un año de que asumiera el poder federal el gobierno que daría “un nuevo rumbo a México”, pareciera ser que su visión de estadista y pulso económico están llevado al pueblo al fracaso total: sigue sin haber circulante, el crecimiento económico programado para este año de un 3.5% escasamente cerrará al 1%, las reservas de que disponía el Banco de México están agotadas, todos los indicadores macro-económicos, excepto el turismo y las remesas de los mexicanos que viven en el extranjero señalan que nuestro país está y estará gravemente afectado; la reforma educativa y su reglamentación sigue dejando que desear, la reforma laboral no surte los efectos esperados, la reforma hacendaria se parcha a cada rato para que al final sea tan sólo una miscelánea fiscal, está en puerta la reforma político-electoral, se amenaza con la reforma energética, con todas estas reformas pareciera ser que el Congreso Federal está empachado.
Permítanme dales a conocer información reciente publicada por el INEGI sobre la inseguridad pública en nuestro país: la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2013 con respecto a homicidios, al corte del 26 de julio, llevaba una cifra de 26 mil 037 muertos; delitos por desapariciones forzadas 4,007 y secuestros 105 mil 682, considerados estos dos últimos como delitos graves. En suma, los datos anteriores reflejan cifras que superan en un 50% los datos registrados en el mismo periodo para el ejercicio 2012.
Asimismo la percepción de inseguridad en el país llegó al 72.3% de la población mayor de 18 años. Las pruebas estadísticas permiten determinar que existen diferencian significativas entre las cifras de percepción de inseguridad en las entidades federativas para 2011 y 2012, con respecto al 2013, los datos reflejan que aumenta y seguirá aumentando.
Estas cifras nos indican que la inseguridad no sólo ya no se combate, o más bien no se hace público lo que está sucediendo, sino que está a la alza; ahora, a esto que tanto nos preocupaba, le debemos agregar la crisis económica, social y política por la que atravesamos. Sin embargo, el presidente Enrique Peña Nieto dijo una frase emulando a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa: “asumiré el costo Político, pero las reformas van”.
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