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¿Qué no se dan cuenta? ¿Qué no te das cuenta?  

Superiberia

Por: José Miguel Cobián  / columnista

Hace unos días preguntaba yo a un comerciante y socialité el porque muchas personas que yo consideraba inteligentes y éticas, se partían las vestiduras por un candidato que en mi opinión no podía llegar al cargo por el cual compite, debido a los negativos que según yo, arrastra el tal candidato.

Inmediatamente me contestó con una analogía.  Me hizo ver que una serie de personajes defienden a capa y espada la estrategia de seguridad del actual Gobierno del Estado. Me explicó que a sus ojos, la estrategia ha sido fallida, y sin embargo, todos ellos la defienden, y continúa explicando un negocio que cada uno de ellos tiene con Gobierno del Estado. Cabe aclarar que a mi interlocutor lo asaltaron hace poco, y sus productos jamás ganan una licitación estatal. Con eso entendí porque se traicionan ideales.  Simple y llanamente por dinero y poder. Así lo entendí también para el caso del candidato sobre el que yo preguntaba.

Me puse a investigar un poco más, y descubrí que la mayoría de aquéllos que hoy defienden al Gobierno del Estado, tienen algún interés económico. Uno es operador político en la zona Sur, y recibe un sueldo por atraer votos.  Otro más tiene un puesto de asesor, sin tener que asistir a su trabajo a Xalapa. Otro más tiene la promesa de un puesto en el próximo Gobierno. Y así por el estilo. No encontré un solo simpatizante que no tuviera algún interés.    

Reflexioné sobre las promesas de campaña y me di cuenta, de que también mueven los intereses de los votantes. Uno promete renta universal, el otro una renta para los ninis, y otro más, multiplicar los apoyos que hoy por hoy se entregan. A cada quien el candidato en turno le dice lo que piensa que su audiencia quiere escuchar.   

Al final mi reflexión fue que la genuflexión y la abyección del comportamiento del mexicano interesado en su salario estatal o nacional o municipal tiene que ver con las escasas oportunidades de trabajo que hay en el país en la mayoría de los casos. Aunque en otros, tiene que ver con la ambición desmedida de aquéllos que se han acostumbrado a vivir del presupuesto, y que no quieren volver a las actividades privadas, sino que buscan que los mexicanos seamos quienes mantengamos a sus familias por los próximos años.

En ese momento, se suma un político a la conversación y me hace ver que soy yo el que no me doy cuenta de cómo son las cosas. Me dice que los políticos buscan la sumisión de quienes les rodean. Por eso se acostumbra que literalmente le limpien los zapatos al candidato, aquéllos que desean medrar en el presupuesto público los próximos seis años. Me pide que no vea mal la pérdida de dignidad de esas personas y que no considere que traicionan sus anhelos o ideales, pues así es la política en México.  El candidato, espera la sumisión absoluta de sus allegados.  Espera también que defiendan lo indefendible, que aún en contra de la verdad y de sus propios ideales, quienes aspiren a un puesto público, transmitan y defiendan las posturas del candidato, sean posibles o imposibles, reales o falsas. Lo importante es ganar y después de ganar, premiar la sumisión en la campaña de los próximos funcionarios públicos.   

Es por eso que en muchas ocasiones te preguntarás cuando discutes de política, como es posible que alguien mienta descaradamente o diga algo en contra de sus principios. Simplemente se volvió por voluntad propia un esclavo sumiso, sin ideales y sin metas en la vida, salvo obtener algún puesto en la siguiente administración, sin importar cual sea y sin importar si está preparado para ejercerlo o no.  En pocas palabras, la chuleta o el hueso se defiende con la vida.

Mi amigo el político me pregunta cómo se llama mi programa de radio y yo le contesto que El Gran Teatro de México… Me dice entonces que por favor entienda que todo lo que vemos como elecciones es un gran teatro.   Incluso yo que me siento ajeno a intereses como los mencionados en párrafos arriba, formo parte de este gran teatro electoral, al defender en mis chats y muro a uno o varios candidatos y atacar a otros. Mi amigo me acusa –con toda razón- de ser un actor más, que finge que hay democracia en el País, que juega y simula que su juego va a servir para definir el resultado electoral, que por cierto, considera que ya está definido de antemano.

En ese momento se integra un industrial a la conversación y comenta: Pregunté a todos mis empleados (70) por quien van a votar. Todos dijeron que votarían por Morena.   Pero entonces les pregunté si me rentarían su credencial para votar el sábado y la recogerían el lunes, posterior a la elección en caso de pagar por esa renta unos mil quinientos pesos.  Nos dice que todos sin excepción estuvieron de acuerdo en no ir a votar a cambio de esa recompensa. Dice que por pena, ya no quiso preguntar si votarían por otro partido a cambio de la misma cantidad.   Pero no duda que lo harían.

En eso interviene el político y me comenta que en Veracruz ya hay todo un operativo para destinar doscientos mil votos adicionales para quien se decida que debe ganar el estado. No explica los detalles, salvo echarle montón a los representantes de casilla de quien deba perder, para confundirlos y quitarle a su partido cierto número de votos por casilla.  Más lo acostumbrado, que es inhibir a los movilizadores de quien deba perder con la fuera pública, impedir que taxis y autobuses proporcionen transporte a sus votantes, convencer mediante cualquier medio a sus representantes de casilla a no presentarse, etc.   

Al final de la conversación quedé satisfecho porque ya entendía la razón de defender a capa y espada a un candidato, sea el que sea, salvo aquéllos movidos por la esperanza y la desesperación de una vida sin mejora.    Pero también me quedé con la idea de que somos manipulados y que al final ganará quien deba de ganar, para beneficio de unos cuantos.  Y si no gana quien suelta al tigre, el tigre tendrá que cansarse de protestar y resignarse a que todo siga igual.

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