Los primeros centroamericanos de la Caravana Migrante fueron admitidos por las autoridades migratorias para ser enviados ante un oficial de asilo, y de ahí a un centro de detención donde un juez de asilo revisará cada uno de sus casos. Podrían ser admitidos en territorio norteamericano o podrían ser deportados a sus respectivos países.
Dejaron la relativa comodidad de un albergue, donde las tiendas de campaña los protegerían del frío, pero al menos contarían con baños y con comida caliente, pero la decisión final fue la de visibilizar su presencia acampando a las puertas de Estados Unidos.
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