Córdoba.- Lo sucedido la noche del pasado jueves en esta ciudad, donde un grupo de empresarios hizo una rabieta durante la cena a la que asistió el candidato presidencial de la alianza PAN-PRD-MC, Ricardo Anaya Cortés, tiene que ver más con asuntos periodísticos que políticos. Algunos de los convocados, según las crónicas periodísticas, se levantaron de la mesa y se retiraron cuando arribó al lugar la empresaria Paulina Abella García, quien también funge como directora de Desarrollo Social en el Ayuntamiento de Lety López.
¡Vaya! poder de una sola mujer que hace rabiar a quienes se dicen varones, pero que salen corriendo ante su sola presencia. Como toda sociedad provinciana y altamente prejuiciosa, la cordobesa derrocha misoginia. No toleran que sea una fémina la que descuadre el viejo esquema del control varonil. Paulina Abella es una de ellas, mujer exitosa que incursionó a los medios de comunicación desde donde ha exhibido a los estrafalarios que se decían influyentes e intocables. No le perdonan el proyecto periodístico, ese es el meollo.
Éste sirve para entender lo sucedido en esa cena con el queretano. Para empezar, no fueron 20 ni 30, sino sólo una docena de empresarios los que se retiraron del convite y pertenecen a tres familias. Una liderada por Domingo Muguira Revuelta, quien llevó a su hijo Mauricio y a cinco sobrinos -de apellidos Robles Muguira, Arandina Muguira, San Martín Muguira y Gorbeña Marenco, que no son empresarios, sino empleados de los negocios del tío-.
Como se sabe, Muguira es suegro de Juan Lavín, exalcalde de Córdoba y actual candidato a la diputación Federal del PRI por ese Distrito. Lavín Torres está casado con Paulina Muguira Marenco, quien en tiempos de la fidelidad fue diputada local -por el PRI-, y en las páginas de El Buen Tono, del cual es copropietaria Paulina Abella, se documentaron las raterías cometidas por el yerno de Muguira con el dinero de los cordobeses, lo que desató, desde antes, el enojo del visionudo personaje.
El otro yerno de Muguira es el exalcalde de Fortín, Armel Cid, a quien salvó de ser desaforado por medio de sobornos monetarios, luego de que fue denunciado por violencia contra las mujeres, ya que golpeó salvajemente a su pareja extramarital en enero de 2015.
El primer medio informativo que dio a conocer la agresión fue precisamente el periódico de los Abella y he ahí otro resentimiento de Muguira, por no haber encubierto mediáticamente al detestable yerno.
Tampoco hay que olvidar que Muguira Revuelta siempre ha sido uno de los financiadores del PRI y especialmente de la fidelidad. Él fue uno de los empresarios consentidos del innombrable y de Javier Duarte de Ochoa. Descobijado políticamente -Duarte está en prisión y el innombrable en cama, Muguira buscaba un resquicio en el panismo, pero Paulina Abella le cebó ese plan, al menos el de sentarse junto al candidato presidencial del blanquiazul.
Los otros desertores fueron los Carús, que tienen un resquemor muy fuerte también por cuestiones periodísticas. No perdonan que el periódico El Buen Tono fue de los pocos que informó que el hijo de Javier Carús participó en la violación tumultuaria de una adolescente de 14 años en las instalaciones del Club Casino Español de Córdoba, en el año 2013.
A esos juniors se les conoce como “Los Porkys del Casino Español” y los Carús intentaron frenar las notas informativas, pero la familia Abella se puso del lado de la víctima, eso es algo que consta en la hemeroteca. Nadie lo puede regatear, aunque los violadores sigan gozando de impunidad. La tercera familia que abandonó la cena fueron los Bueno, emparentados con el expanista Juan Bueno Torio y con otro de los consentidos de la fidelidad, Othón Porres Bueno. Dos de ellos, Emilio Bueno González y Juan Miguel Bueno Ross -hijo de Bueno Torio- huyeron en cuanto vieron a Paulina Abella entrar a la estancia. ¡Vaya miedo que les provoca!
Ese fue el entuerto, se fueron 12, pero se quedaron 120 en la mesa. Los huidizos están identificados plenamente con la fidelidad, el duartismo y la inmoralidad basta con revisar sus nombres y vaivenes vivenciales. No son personajes que puedan aportar mucho al candidato presidencial ni al de la gubernatura, el boqueño blanquiazul.
Más allá del carisma o repudio que pudieran generar sus propietarios, El Buen Tono es un proyecto periodístico incómodo desde su nacimiento. Tan es así que un grupo de sicarios quemó sus instalaciones, apenas iniciada su edición -6 de noviembre de 2011-.
En sus páginas se han ventilado noticias que nunca habrían sido publicadas en los otros medios informativos de la ciudad. Este redactor da testimonio de la resistencia de sus dueños a los intentos de censura dirigidos desde el poder, con dinero o con amagos.
Quizá la pieza fundamental de esa resistencia es la señora Paulina Abella, por eso es tan incómoda para los que estaban acostumbrados a la inmovilidad y la complicidad informativa. Sus detractores, algunos desde el mismo gremio periodístico, tienen derecho a la crítica y al cuestionamiento, pero mienten cuando ubican al diario como parte de la prensa cómplice y complaciente. Paulina Abella es una mujer valiente que hoy encara a la misoginia, pero que, seguramente, se está riendo de ella y de ellos.
La pregunta es sencilla para propios y extraños: ¿Qué sería Córdoba hoy si El Buen Tono no estuviera circulando? Una sola empresa periodística mantendría el monopolio informativo. Los que se levantaron de la mesa el jueves pasado estuvieran felices porque nunca se habría publicado las tropelías que cometieron ellos o sus parientes. Nunca se hubiera informado sobre la corrupción municipal y empresarial. Nada habría cambiado y los de siempre estarían intocados.
Ese es el enojo contra los hermanos Abella, que el mundillo de impunidad informativa se les acabó. Los lectores deben estar muy atentos para no ser confundidos, la pataleta de los empresarios fidelistas y duartistas que desairaron al queretano Ricardo Anaya, no tiene que ver más con el proyecto periodístico de los Abella que con cuestiones políticas, pues los que se fueron de la mesa siempre han estado al servicio del tricolor y algunos, como los Bueno, también se vendieron a la fidelidad. Hay verdades que arden, tanto que muchos prefieren quedarse hasta sin cenar. Risas.