Córdoba.- No fue un motín. No fue un acto de rebeldía de internos por cuestiones de Derechos Humanos. Lo que sucedió en La Toma la noche del pasado sábado fue un acto criminal más, instigado por cuatro líderes del crimen organizado, quienes con los internos que manejan emboscaron a los elementos de Seguridad Pública que ingresaron al penal para llevar a cabo su reubicación a una cárcel de alta seguridad.
El Chichi, El Cachorro, El Viejón y La Paloma, presos por sus criminales acciones de secuestro, homicidio, extorsión y otros delitos, siguieron desde el penal de mediana seguridad su control sobre la delincuencia organizada en toda la región. Desde ahí enviaban sus instrucciones, de ahí señalaban a quién habrían de secuestrar, matar y desaparecer.
Todo era conocido y solapado por las autoridades del penal, pero también por las autoridades de Seguridad Pública, de la Secretaría de Gobierno y del Gobernador mismo. Desde el año pasado lo sabían, afirmó ayer domingo Yunes Linares.
Sabían que ahí se planeaban los secuestros, las ejecuciones y los homicidios, pero también, que tenían el control sobre el penal, cobrando “piso” por todo aquello a lo que los internos tienen “derecho”. Para trabajar, comer, dormir, usar una celda, vestir y continuar vivo… para todo tenían que pagar. Todo tiene un precio en el penal y había que pagarlo a estos malandros.
Hay una versión que afirma que el sábado hubo una fiesta en el penal. Por la tarde, mujeres en estado de ebriedad salieron y contaron que la fiesta había derivado en una riña. La policía habría entrado a controlar a los rijosos y eso derivó en lo que llamaron “el motín”.
La versión oficial, es que para evitar que estos delincuentes continuaran dañando a la sociedad del Centro del Estado y a los propios internos de La Toma, se ordenó su traslado a un penal de alta seguridad, y ellos se enteraron, porque alguien traicionó a los mandos policiacos y avisaron a los malandros del operativo. Por eso estaban los presos organizados y listos para emboscar a los elementos del Estado y de Orizaba que entraron al penal el sábado, apenas entrada la noche, y que iban por ellos, por El Chichi, por El Cachorro y por los otros dos, para enviarlos a otros penales.
La emboscada surtió efecto y los policías, seis de ellos, quedaron encerrados en un lugar sin salida, sin ventilación. Ahí les arrojaron los colchones encendidos, y el incendio, el humo, los mató.
Desde noviembre del año pasado, El Buen Tono había insistido a las autoridades, a través de sus páginas, de la necesidad de trasladar a estos peligrosos delincuentes a otros penales más seguros. No hicieron caso.
Pero también el viernes pasado, apareció una narcomanta justo frente a la entrada principal del penal de La Toma. En ella, el Cártel de Jalisco Nueva Generación advertía que tomaría el control del penal y de la zona, acabando con los “zetas”, dirigidos por El Cachorro y El Chichi. La guerra entre cárteles es también causa de todos estos acontecimientos.
La narcomanta, aparecida el viernes por la madrugada frente a La Toma, advertía a Josele Márquez Balderas, El Chichi; a Manuel Escalona, El Cachorro, y a José Rolando “N”, El Viejón. Tres de los objetivos del fallido operativo de traslado a otros penales. Junto con Ángel “N”, La Paloma, los cuatro fueron finalmente trasladados a penales de alta seguridad ayer domingo, mientras otros 15 policías continuaban siendo atendidos en diversos hospitales por las lesiones que sufrieron durante el enfrentamiento con los internos.
Hoy, le informamos de los hechos, pero falta mucho por aclarar todavía por parte de las autoridades que, si sabían y callaron, consentían lo que ahí sucedía. Por ello los celulares, las fiestas, los sobornos, los “moches” y la libertad de acción de estos delincuentes, que en lugar de estar purgando castigos, seguían dirigiendo al crimen organizado.