in

El tiempo que hemos vivido

Superiberia

por: MARIO ALBERTO MEDRANO GONZÁLEZ / columnista

¿En estos días qué nos es interno y qué no es externo? Pensar en la conciencia y en el cuerpo sería entrar en un territorio filosófico, pero no pretendo ir por esa ruta. No es el espacio. Mi pregunta es más sencilla: por qué a (casi) nada de lo que realizamos diariamente le otorgamos la privacidad que se merece. Nuestro día a día se ha vuelto un animal de zoológico, sin querer nos ponemos en una vitrina exhibiendo soltería o compromiso, nuestra fortaleza física y emocional, nuestras costumbres, ideas, obsesiones, miedos, manías, comidas, amigos, ropa, viajes… la lista es interminable. En el tiempo que vivimos todo se ve a través de un filtro tecnológico. Con lo anterior no digo que esté bien o mal, eso implicaría entrar en el lugar común de para quién. Hay que dejar a la vera del camino los juicios.  

Yo y muchos de los que me leen hemos vivido otro tiempo, distinto en sus reglas. Hoy nada asusta, los hechos no alteran, las muertes han perdido su intimidad, no hay espacio para el silencio. Para qué. Y queda muy claro que nuestra confidencialidad también está expuesta. No es menor el asunto de Mark Zuckerberg y Cambridge Analytica. ¿Por qué depositamos nuestra información personal a un solo individuo? Acaso será la urgencia de acceder a esta red y ser parte de eso llamado interacción. No lo sé. Las letras chiquitas nunca las leemos, jamás las revisamos, siempre las ignoramos. Hoy, ser parte de Facebook es tan común y necesario como ir a trabajar, necesita su tiempo de calidad para lo que se publica. Y vuelvo a machacar, no es bueno ni malo. Pero, si hemos de pasar tanto tiempo, importante sería atender con lupa cada una de las obligaciones y derechos que tenemos como cibernautas.

Hoy se le acusa, a Zuckerbeg, antes a Assange, antes de él a Fidel Castro y a los soviéticos, a todos por ser espías de alguna manera. Cada uno con sus herramientas. Lo curioso es que hoy al norteamericano le cedimos nuestros miedos. Sabe dónde atacarnos, bueno, quien utilice la información, como ya lo hizo Bannon y Trump. ¿Qué nos protege ahora? Realmente guardamos algo para nosotros en vez de publicarlo. Incluso hay casos de quien divulgó ser ratero, asesino, violador, golpeador de animales: el tiro por la culata.

Las autoridades nacionales, llámese INE, ya declararon que no hay por qué temer. Tenemos un sólido sistema de seguridad cibernético. Como si hiciera falta. Los propios partidos venden listas oficiales de votantes a Amazon. Creo que ese temor lo deben tener los candidatos, por aquello de que les hagan fraude. De los ciudadanos, la preocupación debe ser otra, no sólo ser atacados con fake news, sino el hecho de que alguien conoce a su familia, sus hábitos de consumo, sus necesidades, alguien de quien no sabe su rostro. Siempre hay una mirada que nos sigue. En la calle, en el cine, en nuestra propia casa. A veces nosotros somos esa mirada que acecha. Siempre en un yo plural. En Facebook no conocemos ese rostro que observa nuestras fotografías, sin saber con qué intenciones, sin entender con qué fines.

Las redes sociales nos han hecho caer en el tiempo de la rebelión a distancia. Herimos desde lejos. Violentamos sentados en nuestro escritorio. Nuestra vulnerabilidad se ha convertido en algo cercano, en una mano muy similar a la nuestra, con nuestras mismas huellas dactilares. Sí, es un hecho que las redes han servido para presionar a los gobiernos, pero poco a poco han aprendido, los gobiernos, a manipular a las masas disgregadas, a esos individuos corales, a esas voces-marabunta.

Hemos perdido originalidad. Nuestra crítica se ha convertido en el más ineficaz de los chistes, algo así como un meme. Las redes sociales son una vorágine que ya nadie para, al menos sería bueno redireccionarlas, exigirles, evitar que censuren el arte, a las personas, a veces, incluso, sería bueno salir de ellas, respirar un tiempo de su irrefrenable homogeneidad.

HASHTAG. Esta semana nos sirvió para descansar, al menos un poco, de la palabrería de los candidatos presidenciales. Se vienen tres meses de mucho hablar, de demasiados secretos ocultos, de relaciones amistosas incómodas, de suficientes spots, de las mismas caras todos los días, por la tele, en la calle, avenidas, en celular, las redes. Tres meses para pensar a conciencia por quién votar. Ojalá ellos también hagan el mismo ejercicio y voten sabiamente.

CANAL OFICIAL

Balacera interrumpe representación del viacrucis en Acapulco; hay dos muertos

Cancelan vuelos en aeropuerto de Londres por un incendio