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Carta a los padres de familia

Superiberia

Me sorprende que te sientas molesto porque tus hijos están sin clases. Y por eso propones que sean maestros particulares los que cubran nuestras ausencias, dado la huelga de brazos caídos que enarbolamos ante la emisión de leyes laborales que nos están lastimando como trabajadores que somos al servicio del Estado.

Me sorprende que te sientas molesto cuando te hemos pedido apoyo para que juntos luchemos contra leyes que pretenden privatizar la educación, y me digas que desde hace tiempo pagas una cuota porque tus hijos estudien, y que también entregas hojas, carpetas y hasta mano de obra pones para mantener condicionada la escuela, que por lo tanto, mi deber es enseñar y no estar en huelga.

Me sorprende que quieras tomar la escuela por asalto, y que nos llames con calificativos poco dignos de un padre que ha olvidado su propia situación de explotado. ¿Acaso no te das cuenta que tú y yo somos trabajadores asalariados, que dependen de un patrón, y que ahora me está tocando a mí sufrir la rapacidad del gobierno, y por eso la ayuda que te pido? ¿Acaso nunca has sufrido un atropello y sientes impotencia por no poder responder como se debe, dado que te sientes solo, sin nadie que te brinde apoyo? A lo mejor y no, por eso es mi deber explicártelo.

En primer lugar, en Veracruz los maestros, desde la década de los años 50 no habíamos tenido un levantamiento como éstos. Por regla general habíamos votado por el PRI, pues creíamos que votar por ese partido traería mejoramiento en la familia mexicana. Éramos muy pocos los maestros que mirábamos hacia otro lado. Buscábamos siempre acomodarnos a lo que el gobierno dijera que era lo mejor para nosotros. Por eso, cuando Oaxaca, Guerrero y Michoacán, luchaban por mejores condiciones de vida y trabajo, nosotros estábamos calladitos en nuestras aulas, trabajando como Dios manda, pensando igual que tú que los maestros que se manifestaban estaban locos, resentidos, ciegos de no ver todo el confort con que el gobierno nos cobijaba.

Mucho tiempo pasó para que nos diéramos cuenta de nuestro error. Desde principio de año se sabía que Enrique Peña Nieto traía una propuesta educativa y nosotros, acostumbrados al confort que el gobierno nos daba, pensamos que era para favorecernos una vez más. Nos equivocamos. En lugar de reconocer nuestro trabajo docente, emitió leyes donde nos pone como culpables de todo lo malo de la educación: somos un país sin lectores, con un promedio general de cinco en la escala aprobatoria tanto en lectura como en escritura, más abajo todavía en matemáticas; de todo eso, el gobierno actual cree que los maestros somos los culpables, y por eso su afán de haber creado una ley en la cual nos somete a una evaluación permanente; para ingresar, para promocionarnos, para permanecer en el sistema. Pero no habla de incentivos ni de reconocimiento al esfuerzo de cada quien. El gobierno nos echó en un saco a todos: los buenos y las malos: todos son maestros, por lo tanto todos deben ser evaluados, pero no en aras a un proceso de mejorar en nuestra práctica, sino para corrernos sin más palabra. Con eso nos hacen lo que el esclavista con su esclavo: cuando el esclavo, como producto del desgaste físico que propiciaba la alimentación deficiente, del cual venían enfermedades, éste era dejado a sus suerte, y más le valía morirse de hambre que de los azotes. Así nos quiere tratar el gobierno ahora: no nos azota, pero nos ofrece una ley punitiva, que disque para mejorar el servicio de los docentes, pero en lugar de promoverlo lo que hace es crear ansiedad e inseguridad en el trabajo.

Por eso cerramos las escuelas. Por eso hemos actuado como lo has estado observando: marchas plantones, liberación de plumas en las casetas, toma de nuestro edificio sindical para exigir que las leyes emitidas queden abrogadas. Pero a ustedes no les gusta esto. Ustedes quieren que seamos igual que antes. Ya no podemos. Hemos dejado de ser aquellos calladitos y ahora estamos enseñando con el ejemplo a nuestros alumnos que cuando un gobierno emita leyes injustas, el deber del pueblo es oponerse a ellas. Pensamos que más allá de la lectoescritura que enseñamos, está el deber con el pueblo de luchar por derogar esas leyes, porque no me digas que estás de acuerdo con pagar un alto precio por el cilindro de gas, un alto precio por el pasaje foráneo y local, un alto precio por la gasolina, un alto precio por la tortilla, por la carne, por la leche; no me digas que estás de acuerdo con pagar IVA a la renta, a la compra de una casa, al refresco; un día, cuando el gobierno tenga una crisis profunda, querrá cobrarnos IVA por cada hijo que tengamos. ¿A poco estarás de acuerdo? Si sabes algo de historia te recuerdo que en el siglo XIX Antonio López de Santana, impuso un impuesto por ventana de la casa. El pueblo se defendió, evitando las ventanas para no pagarle al gobierno.

Nuestra lucha, padre de familia, es para que un día, tu hijo sea distinto y tenga algo que contarle a tus nietos: que en la escuela no sólo se aprende a leer y a escribir o a conocer la geografía de la patria y del mundo, se aprende también economía y política, a ser ciudadanos cabales, comprometidos con la sociedad de su tiempo, con su país, pero sobre todo, a ser solidarios con sus propios hermanos de clase, con aquellos que sufren alguna injusticia cometida por los poderosos, como ésta que el gobierno quiere conseguir contra nosotros.

Por eso te pedimos apoyo y comprensión a nuestra lucha. Pero si a pesar de eso, siguen empeñado en negarnos tu amparo, ahí está la escuela, tómala, págale a un esquirol particular para que le enseñe a tu hijo los temas que yo debo impartir. Podrá ese esquirol darle el mapa de México y deletrear las primeras letras, pero nunca podrá enseñarle la congruencia que yo le doy con el ejemplo, porque mientras que aquel no pasará de ser un esquirol que se alquila por una magra paga, yo siempre seré un maestro congruente con la enseñanza que declama: formar hombres libres, no esclavos; forjar conciencia solidaria con nuestros hermanos, no lacayos al servicio del patrón; interpretar el mundo en cada lectura para ofrecer alternativa de cambio, no desciframiento mecánico del texto sin cambio alguno; pues entre el esquirol que tal vez tu hijo tenga y lo que yo represento, nada como un maestro que se siente libre y congruente de luchar por lo más sagrado: la libertad como condición indispensable para forjar un país de ciudadanos, no de humillados.

Espero padre de familia que después de leerme, puedas pensar tantito y darme la razón donde la tenga; en lo que no, guárdatela pero enséñale a tu hijo que alguna vez, cuando él era niño, te opusiste a ser libre como el maestro te decía, porque tú, acostumbrado a vivir en el silencio que impone el miedo al gobierno, decidiste callarte siempre, sin saber que con eso, tú mismo apretabas más las cadenas que te ataban.

 

Concluyo con esta metáfora:

Érase una realidad inventada, donde vivía un burro que era presidente, y se alimentaba de mazorcas. El burro en ese país inventado, se representaba él mismo, pero las mazorcas era el pueblo. Pero los maestros de hoy no quieren jugar el papel de burro ni de mazorca, sino de hombres en proceso de liberación, como dijera Paulo Freire.

Con un abrazo.

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