in

Los otros responsables

Superiberia

 

 

El Fonden —instrumento imprescindible— puede ser un incentivo perverso, termina siendo una lluvia de recursos justo allí donde menor planeación y mayor corrupción hubo.

“Eso de la planeación no se nos da”, tiene posgrado. La afirmación es riesgosa. ¿Acaso ese “no se nos da” es genético? Se trataría de una postura temeraria como todos los mexicanos son “chuecos”, como los plátanos, corruptos. Puede haber contenidos culturales. Un ejemplo, la compleja actitud de los mexicanos hacia la muerte. El otro lado es el desprecio hacia la vida. Nuestra capacidad de depredación habla de una enorme ignorancia. La naturaleza está allí para aprovecharse de ella sin importar las consecuencias, así lo miramos. Los perros muertos en las calles, inflados, con las patas rígidas como espectáculo cotidiano, los niños matando pájaros con resorteras, nada más por diversión, nos describen. Siendo uno de los países más biodiversos los jardines botánicos son excepciones. Algo está mal en nuestra relación con la vida.

Lo cultural pesa y hay que trabajar en ello. Pero hay más. Llega la tragedia que alcanza un centenar y medio de muertos y de nuevo recordamos que no hay planeación, que la mayoría de las edificaciones se construyen de manera irregular. Más de dos millones de mexicanos en riesgo extremo (Excélsior, 30-09-2013), es otra expresión de desprecio hacia la vida. Comencemos por lo cultural. La imagen idílica de un México rural, campesino, ha hecho un enorme daño. Lo mejor que les puede pasar, se escucha con frecuencia, es quedarse en su tierra, allí no hay contaminación. No entiendo qué hacen en la ciudad. La realidad contradice a los románticos, a los citadinos enamorados de esa fantasía que trabajan con su computadora enfrente. Durante décadas todos los incentivos institucionales estuvieron alineados para retener a los mexicanos en el campo. Subsidios, créditos blandos, la obsesión por el cultivo del maíz no como un alimento sino como un orgullo nacional. Más de 50% del territorio es propiedad social, comunal o ejidal. Pero la realidad se impuso. La migración campo-ciudad fue masiva durante varias décadas. La Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara eran puestas como ejemplo de lo que no debía ocurrir, hacinamiento y marginación urbana.

Pero entonces, cómo explicarlo, acaso los migrantes que dejan atrás sus parcelas son suicidas. No, migraron y migran porque la vida en las ciudades les trae mayor bienestar. El Estado también se beneficia. Llevar servicios a comunidades muy pequeñas y dispersas es un acto humanitario, pero los dineros invertidos en agua, electricidad, educación, salud, etcétera, rinden mucho más si la población está concentrada. Lo deseable es la urbanización que facilita el bienestar, urbanización negada por el agrarismo, urbanización que va y viene en el discurso oficial, a veces es importante a veces no. Pero a pesar de ese ir y venir de lo deseable —un proceso de urbanización planeado— el fenómeno siguió, el censo de 2010 arroja ya casi un 80% de población urbana. Pero hay más explicaciones.

No contar con la reelección en el orden municipal ha propiciado un país de parches. Se trata de la mejor fórmula para alentar la improvisación en el nivel de gobierno más cercano a los gobernados. Con un periodo draconiano de tres años de gestión la planeación es irreal e imposible. Estamos ante camadas de irresponsables sin opción, institucionales. Ronda la cifra de 85% de la obra municipal carece de continuidad. La no reelección es un gran incentivo para no planear. Por eso tampoco recaudamos impuesto predial. Ahora que tanto se discute de dónde obtener dineros públicos, se nos olvida que un impuesto madre de todas las naciones desarrolladas es el predial. El promedio en los países desarrollados oscila entre el 3 y el 5% del PIB. México recauda ¡0.2%! ¿Como garantizar seguridad, policías municipales fuertes si el diseño institucional —la no reelección— incentiva la irresponsabilidad? Actualizar el catastro —con la impopularidad implícita— es suicida si sólo se estará en el puesto 36 meses. De algo pueden estar seguros los alcaldes: no repetirán en el encargo. Improvisación institucionalizada, “chambismo” en ese orden de gobierno es nuestra realidad.

La vocación del servicio público está trastocada. Hay servidores públicos que sólo quieren ser presidentes municipales, en el extremo la alcaldesa de Valencia más de 20 años en el puesto. Pongámosle un periodo máximo, tres reelecciones, 12 años un periodo que permite planear y cosechar. Pero hay algo aún más grave. El Fonden —instrumento imprescindible— puede ser un incentivo perverso, termina siendo una lluvia de recursos justo allí donde menor planeación y mayor corrupción hubo.

Si de verdad queremos bienestar para todos y evitar el empobrecimiento de cientos de miles de familias cada año, si de verdad queremos fomentar la planeación, la profesionalización de los gobernantes y arrinconar a la corrupción local, si de verdad queremos evitar las muertes y fomentar el aprecio por la vida, digamos si a una urbanización planeada y comencemos por permitir la reelección en el orden municipal. La demagogia antireeleccionista también es responsable de la tragedia.

 

*Escritor

CANAL OFICIAL

El minutero: 45 años

Hubo advertencia, hay responsables