45 AÑOS
Hoy miércoles se recuerda la masacre de estudiantes perpetrada por el Ejército y corporaciones paramilitares en la Plaza de Tlaltelolco de la Ciudad de México, una herida que no ha cerrado porque los responsables -muchos de ellos ya fallecidos- nunca fueron castigados. En aquel 2 de octubre de 1968, estaba en su plenitud la efervescencia mundial de los jóvenes que reclamaban cambios políticos, apertura democrática y paz pero en México el Gobierno federal optó por un baño de sangre para acallar a los manifestantes.
¿Cuántos murieron? Oficialmente 22 jóvenes pero las crónicas de algunos periodistas de la época y los testimonios de quienes vieron la matanza hablan de no menos de 200 estudiantes.
Muchos de los cadáveres fueron “desaparecidos” de la escena y nunca se volvió a saber de ellos. Hoy, a más de cuatro décadas, todavía hay quienes siguen buscando a sus parientes que acudieron a la marcha aquel día en la Ciudad de México y nunca los volvieron a ver. Fueron asesinados y sus cuerpos escondidos, seguramente enterrados en fosas clandestinas que a la fecha no han sido halladas pues muchos de los responsables, como ya se dijo, se llevaron el secreto a su tumba. Estarán hoy revolcándose en los infiernos con esa información, dijo con ira alguna vez la excsenadora y presidenta de la asociación Eureka, Rosario Ibarra de Piedra, una de las mujeres más valiosas de México.
Ibarra de Piedra ha dedicado su vida a buscar a sus hijos y a los hijos de otras madres, que fueron reprimidos, detenidos, encarcelados, torturados y asesinados, o desaparecidos en aquellos tiempos del presidencialismo priista cuyos dos protagonistas Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez -éste último todavía vive- ordenaron esos crímenes de Estado. El primero fue el responsable de la masacre de 1968 y el segundo de la represión que imperó en la década de los años 70 con los “halconazos” para matar a todo disidente del gobierno en turno. Lo más lamentable es que hoy todo ese contexto de represión está de regreso en México. Entró por la puerta grande cuando el copetón Enrique Peña Nieto arrebató la Presidencia con las elecciones fraudulentas del 2012 y reintrodujo al Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Palacio Nacional.
Los conceptos que algunos pensaban que poco a poco iban a quedar obsoletos como la llamada “mano dura”, la “guerra sucia”, “la bota y el tolete” y la “extinción de la disidencia” están más vigentes que nunca. En el último año todas esas han sido ensayadas, desde la brutal paliza a opositores el día de la toma de protesta de Peña Nieto hasta el más reciente desalojo de maestros disidentes. La persecución contra líderes sociales regresó, el hostigamiento hacia movimientos populares es política actual y en México hay un retroceso de cuatro décadas en materia de derechos humanos y democracia.
Y todavía hay quienes abogan para que el baño de sangre sea el método para resolver conflictos. No hay que olvidar que una asesora de la ex diputada priista Nelly Miranda, pidió en las redes sociales repetir la masacre de 1968 contra los maestros y la ex legisladora la respaldó. Vaya, si la señora Miranda pide regresar a las medidas del pasado pues de una vez que se reimplante el método del nazista Adolfo Hitler, de eliminar a los discapacitados por ser “inservibles” para la sociedad. Suena durísimo e inaceptable tal idea, ¿o no? Y más deleznable es que los que se erigen como guías espirituales, tales como el obispo católico del puerto de Veracruz, Luis Felipe Gallardo y el coordinador de la Red de Pastores Evangélicos, Guillermo Trujillo Álvarez, exijan reprimir a maestros disidentes y acusando de que ya hubo demasiada tolerancia gubernamental para con ellos.
Si estos señores hubieran vivido hace dos mil años seguro serían fariseos permitiendo la vendimia en el templo, apedreando a los pecadores y conspirando para la crucifixión de los justos. Habrá quien le queme incienso al obispo porteño, pero quien llama a aplicar la violencia contra el prójimo que está defendiendo sus derechos, no puede ser considerado como un hombre de Dios. Las declaraciones del clérigo fueron oro molido para el gobierno estatal que las boletinó en la prensa como parte de la campaña de desprestigio contra los educadores y anticipo para recurrir otra vez a la represión pues ahora ya hay una “voz divina” que pide apalear a los mentores.
Este señor debería arrepentirse de pecar de palabra, obra y omisión y volver a creer en el evangelio que seguramente lo extravió en alguna parte de su sacristía. En fin, en ellos dos se aplica totalmente ese canto que floreció en América Latina, en los tiempos de las dictaduras militares cuando las multitudes rogaban a Dios castigar a los poderosos líderes religiosos y mandatarios que, en complicidad, acordaban traicionar y matar al pueblo. “Al mal pastor que causa tanto daño/ al gobernante infiel que vende al pueblo/ a todo el que oprime lo destruye/ sin piedad el poder tu lo derrumbas”, dicen esas estrofas.
Después del movimiento estudiantil 1968 que fue una especie de parte-aguas en la historia reciente del país, pasaron veinte años para que la sociedad volviera a reaccionar y se levantara en protestas por el fraude electoral de 1988 que unificó a la izquierda. Hoy, a más de cuarenta años, la insurgencia civil se tiene de nueva cuenta. Comenzó el año pasado con el movimiento estudiantil #YoSoy132 que sacudió el letargo en la vida nacional y en este año es con los maestros en pie de lucha, así como las protestas que se avecinan por la tarascada energética que pretenden propinar los poderosos. La tentación de volver a reprimir al pueblo, de elegir el baño de sangre, también ya está aquí. La historia se puede repetir, siempre lo hace cuando no se unen todos para detener a los facinerosos.
INEFICIENTES EN APUROS
En otro tema, no menos indignante, actualmente hay cuestionamiento nacional hacia los funcionarios tanto federales como estatales encargados de los sistemas de Protección Civil cuya ineficiencia se convirtió en criminal, pues los meteoros de las últimas semanas han dejado casi 200 personas fallecidas. Se incurrió en omisión al no alertar sobre el impacto de las tormentas tropicales “Ingrid” y “Manuel” que azotaron a 24 estados, no activar los protocolos para salvaguardar a la población. Obvio, no lo hicieron por dos razones fundamentales: ineficiencia e irresponsabilidad. En primer lugar, estos burócratas no tienen el perfil ni la experiencia para esos cargos que les fueron otorgados como pago de cuotas políticas no por su currícula ni por su probidad.
El titular del Sistema Nacional de Protección Civil, Luis Felipe Puente Espinoza, es licenciado en Administración de Empresas Turísticas, ¿qué puede saber de contingencias climáticas y de la salvaguarda de la población? Ha sido funcionario en el Gobierno del Estado de México donde se desempeñó como director de Transporte, de Turismo, subsecretario de Gobierno y asesor de la Procuraduría de Justicia, es decir, ninguna encomienda anterior tiene que ver con el sistema de Protección Civil, y su nombramiento fue un favor del copetón Enrique Peña Nieto para compensarlo por haber trabajado en su campaña electoral del 2010.
Inicialmente lo mencionaban para ocupar una secretaría de estado desde que estaba como operador regional de la campaña pero los nexos con un presunto narcotraficante de Tamaulipas hicieron que no llegara al primer círculo del gabinete pero aún así, se le colocó en una de las áreas más delicadas del organigrama nacional: el sistema de Protección Civil y ahí están las consecuencias de poner a un amigo ineficiente, inexperto e irresponsable. En tanto, la titular de la Secretaría de Protección Civil en el estado, Nohemí Guzmán Lagunes camina por la misma calzada porque es licenciada en Economía. La teocelence se ha dedicado a la grilla y al salto de cargo en cargo en toda su vida, no a cuidar del prójimo ni a estudiar el clima ni a versarse en los protocolos de resguardo ante los peligros naturales.
Su llegada a la dependencia fue una cuota política que el gobernante veracruzano le concedió al sinaloense Enrique Jackson quien se desempeñó como asesor del gobernante del sexenio anterior y después se mantuvo con consejero del propio cordobés aunque lo que le ha recomendado únicamente ha servido para que haga el ridículo. Cuando Jackson se desempeñó como coordinador de la fracción priista en el Senado de la República (2000-2006) y tenía bastante poder, Guzmán Lagunes era senadora sustituta pues llegó a la curul tras la muerte del ex gobernador Fernando Gutiérrez Barrios y de ahí nació la cercanía.
La segunda razón del fracaso de ambos funcionarios es que a los dos les valió un soberano cacahuate lo que le sucedería con los vendavales que amenazaban al territorio nacional y que después se convirtieron en fenómenos devastadores. Puente Espinoza ha sido acusado de irse a la ciudad estadunidense de Las Vegas a disfrutar del festejo patrio del 15 de septiembre en suelo extranjero. En la tribuna del Senado de la República se denunció que el funcionario se encontraba brindado y escuchando mariachis en el restaurante Misumi del hotel Encore uno de los más caros de la capital mundial de los casinos, mientras las tormentas castigaban a México.
Según la especie que ha recorrido las redes sociales y los corrillos políticos con el funcionario federal había otros funcionarios del ramo en esa fiesta en Las Vegas y se ha mencionado el nombre de la veracruzana Nohemí Guzmán. Hay quienes aseguran que existen fotografías de eso aunque muchos afirman que es un rumor malicioso. Aun con eso, el caso de Guzmán Lagunes es más patético que el de su homólogo federal Puente Espinoza pues ya tres semanas antes, a finales del mes de agosto, fue exhibida en su ineficiencia cuando la tormenta tropical Fernando azotó el territorio veracruzano, dejando trece personas muertas; y a Guzmán -así como al resto de funcionarios estatales- la agarró de fin de semana y ninguno quiso interrumpir su descanso para regresarse a atender la tragedia.
A estas alturas, sostener esa funcionaria en el cargo sólo se puede entender como un capricho pues es sabido que en política los errores fatales se pagan aunque los responsables aleguen estar arropados por recomendaciones. La responsabilidad por las omisiones y las negligencias también ha desatado acusaciones mutuas entre la Federación y los estados pues la primera culpa a los gobernadores y alcaldes de no atender las alertas emitidas y los segundos aseguran que no las hubo o fueron tardías. Ambos se echan la culpa de sus propios actos y se endosan los muertos que han dejado los meteoros. Es el resultado de poner a grillos en lugar de expertos en esas áreas y sostenerlos pese a su ineficiencia. Ellos son tan dañinos como los huracanes mismos.