Por: Catón / columnista
Don Algón le propuso a su linda secretaria: “Señorita Rosibel: la invito esta noche a ir conmigo a un departamento que acabo de comprar. Beberemos una copa de champaña, o dos, o tres; bailaremos al compás de la cadenciosa música de Percy Faith y luego haremos el amor, también en forma cadenciosa. Repetiremos lo mismo dos veces por semana, los martes y los viernes”. “¡Oiga usted! –se indignó ella–. ¡No soy de ésas!”. “Qué lástima –se apenó el salaz ejecutivo–. A cambio de su gentileza yo pensaba obsequiarle el departamento; regalarle un coche último modelo y pasarle una buena cantidad mensual”. “Entonces –dijo al punto Rosibel– sí soy de ésas”… Cierto soldado fue con el médico del batallón y le informó: “Tengo problemas para dormir, doctor. Si me acuesto del lado derecho, el problema es el riñón. Si me acuesto del lado izquierdo, el problema es el hígado. Si me acuesto boca arriba, el problema es el estómago…”. Sugirió el galeno: “¿Y por qué no se acuesta boca abajo?”. Respondió el soldado: “Si me acuesto boca abajo el problema son mis compañeros de barraca”… Llegó don Astasio a su casa y, como de costumbre, encontró a su esposa Facilisa en brazos de un jayán con quien estaba practicando toda suerte de evoluciones sobre cuya naturaleza erótica no había lugar a dudas. Sacó don Astasio la libreta donde apuntaba denuestos sonorosos para decirlos a su mujer en esos casos, y con enérgico tono dio voz a los siguientes términos: “¡Mujer de mácula! ¡Pela! ¡Churriana! ¡Meretriz!”.
El calificativo “meretriz” ya lo había usado, pero las demás voces –“pela”, “mujer de mácula” y “churriana”– eran de riguroso estreno. Al oírse llamar con tan pesados adjetivos, doña Facilisa le dijo a su marido al mismo tiempo que proseguía sus lúbricos meneos: “Ay, Astasio. ¿Otra vez con tus infundados celos?”… La mujer de Babalucas leía el periódico de la mañana. Le comentó a su esposo: “Compraron dos góndolas para el lago de Chapultepec”. Opinó Babalucas: “Hubieran comprado mejor una góndola y un góndolo, a ver si se reproducen”… Tonilito les dijo a sus compañeros del jardín de niños: “A mí me trajo la cigüeña; mi hermanito vino de París y a mi hermanita la encontró mi mami abajo de una col”. Preguntó Pepito: “¿Qué tu papá no funciona?”… A don Languidio le había ido mal en los negocios. Una amiga de su mujer le dijo a ésta: “Supe que tu marido anda de capa caída”. Confirmó la señora: “De capa y de todo lo demás”… Se casó cierto señor. Al mes fue con el doctor Ken Hosanna, pues se sentía desfallecido, exánime, abatido. Relató: “A todas horas de la mañana y de la noche mi mujer me grita: ‘¡Montelongo!’”. “No veo nada extraño en eso –replicó el facultativo–. Muchas esposas llaman a sus esposos por el apellido”. “No me entendió usted, doctor –precisó con débil voz el hombre–. Mi apellido es Longo”… En la playa aquella linda chica iba completamente en peletier, quiero decir sin ropa, en cuero de rana, y su amiga caminaba sin llevar otra cosa que un trocito de tela en la parte que más debía cubrir. Un gendarme celoso de su deber las detuvo y las llevó ante el juez. El juzgador, después de enterarse del caso, les impuso a las mujeres sendas multas. A la que iba sin nada encima le cobró mil pesos. A la del trocito de tela, 5 mil. “Pero, su señoría –protestó ésta–. ¿Por qué a mi amiga, que iba completamente desnuda, le cobra usted mil pesos nada más, y a mí, que por lo menos me tapé algo, me pone de multa 5 mil?”. Explicó el letrado: “Mil pesos es la multa que se aplica por faltas a la moral. La multa de 5 mil se impone a quien oculta artículos de primera necesidad”… FIN