Por: José Miguel Cobián / columnista
Una vez más, todo parece indicar que Andrés Manuel va a ganar la elección presidencial, y que la coalición “Juntos haremos historia” se llevará entre cuatro y seis de las Gubernaturas cuando menos, en la próxima elección. Vale la pena considerar qué pasará con México con este cambio de Gobierno.
Primero lo obvio. Será una sacudida para los que nos han querido convencer de que sí saben gobernar. PRI y PAN perderían todos los privilegios y negocios con el erario público que hasta la fecha han detentado. Los distinguidos miembros de esa entelequia que López Obrador ha llamado la mafia del poder dejarán de hacer sus pingües negocios. Eso le brinda cierta esperanza al pueblo, en el sentido de que quizá ahora sí, la obra pública federal y cuando menos, la de los Estados que gobierne Morena, se hará con una calidad digna de nuestro País, y con precios de mercado, pues todos sabemos que los costos de la obra pública son ‘inflados’ en nuestro País. Es decir, va a rendir más el dinero, se hará más con menos, no mucho, quizá un 20 o 30% más, simplemente por la eliminación o reducción de la corrupción.
En segundo lugar, está claro que Andrés Manuel ha marcado la agenda de los beneficios sociales desde que gobernó la ciudad de México. Sus propuestas que en principio se consideraron descabelladas, ahora son aplicadas en todo el País como política pública y no han causado mella en las finanzas públicas, a pesar de los alaridos de sus oponentes cuando las propuso por primera vez. Esto es también una buena noticia, pues se destinarán más recursos públicos para reducir la brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada. México es -cuando menos en teoría- un País dónde más del 96% de la población se ostenta como religiosa, y el principal mandamiento que se debería aplicar es el de amar al prójimo. Esto no significa romper con el Estado laico, sino simplemente reconocer que preocuparse por los demás y elevar el nivel de vida de todos, hará de México un País más tranquilo, más seguro y más feliz. Hoy por hoy, México es uno de los países con mayor desigualdad social del mundo, lo cual conlleva -está comprobado-, a mayores conflictos sociales.
Considerando estos dos puntos nada más, sería hasta positivo que llegara Morena a la Presidencia de la República. Pero… ¿Qué pasa con los que han recibido el lavado de cerebro, y consideran que nos convertiremos en una República socialista? Para ellos hay que recordar que el poder del Presidente de la República no es omnímodo. En México existen instituciones y contrapesos. La Presidencia imperial tiene mucho que dejó de serlo. Andrés Manuel se va a enfrentar a un Congreso dividido, donde su partido y sus aliados PT y PES, no serán mayoría, sino la mayor minoría. Tendrá que hacer política, cabildeos, negociaciones con las otras fuerzas políticas que por fuerza tendrán que intervenir para que logre gobernar con cierto grado de libertad, y ninguna de esas fuerzas políticas permitirá un vuelco hacia un comunismo desbocado, si acaso, hacia un Gobierno republicano con mayor justicia social, y mejor reparto de la riqueza. Lo cual forma parte de la ideología de los gobiernos más exitosos en el planeta.
En mi opinión hay tres posibilidades si gana Andrés Manuel y considero que las tres no son negativas para el País. La primera de ellas es que gobierne muy bien, lo cual nos llenaría de alegría a todos e inicie una nueva época de prosperidad… Esta posibilidad no requiere de mayor análisis, pues dejaría contentos a la mayoría de los mexicanos. La segunda opción es que cometa los mismos errores que los actuales, que no se combata la impunidad ni la corrupción, que no se logre la transparencia en el uso de los recursos públicos, etc. En ese caso, seguramente dentro de seis años, estaremos considerando otorgarle el poder a alguien emanado de otro partido político, pero ese alguien sabría que si no gobierna bien, se puede enfrentar a una nueva alternancia seis años después. Considerando que cuando ganó el PAN no hubo una verdadera alternancia en el año 2000, pues todo cambió para que todo siguiera igual, y los que hacían negocios con el PRI, a partir del Foxiato siguieron haciendo negocios con el Gobierno, pero ahora emanado del PAN, y los panistas que gobernaron con Fox y con Calderón fueron igual de corruptos que los del PRI, sus antecesores y sucesores, podemos afirmar que sólo habría alternancia con Morena. Así, si gobierna mal, otro partido vendría a sucederlo, pero sería mucho más cuidadoso, pues sabe que podría perder el poder de nuevo, y entonces sí, quizá gobiernen como se debe y no saqueen el erario como hasta la fecha.
La tercera opción es que Andrés Manuel se convierta en parte de la mafia del poder. Posibilidad muy remota, ya que siempre ha sido discordante, y su lejanía con los centros de poder actuales se manifiesta en la fiereza con que son perseguidos quienes asumen el riesgo de ser sus candidatos o representantes. Pero aún así, no sería mala, pues simplemente seguiríamos el mismo rumbo, y entonces el pueblo de México sabría que no tiene que esperar todo de un líder, sino que también ese pueblo debe convertirse en ciudadano e intervenir en los asuntos de su localidad, municipio, estado y país, para que las cosas mejoren. Ya no habría lugar para que otro líder llegue y nos convenza de que él puede hacer las cosas mejor, pues ya todos, nos habrían fallado.
El hartazgo social es enorme. Los mexicanos, aunque callados y en muchos casos reprimidos y asustados, estamos hartos de tanta impunidad, de tanta corrupción, de tanto mal gobierno, de tanto observar cómo la clase política sólo se preocupa por sus propios intereses y se ha olvidado del bien supremo que es el bien de la Patria y en ello contemplo el bien de todos y cada uno de los mexicanos. Ese hartazgo se verá reflejado en las urnas el día de la elección. Nadie debe temer un resultado ya previsto, al contrario, una vez terminada la elección, gane quien gane, deberá anteponer primero los intereses de la Patria a los suyos propios y servir para todos. Siendo el País un mosaico de colores partidistas es muy probable que los diputados federales y locales de un color, tengan que trabajar hombro con hombro con gobernadores y alcaldes de otro color. Y bien harán si lo hacen así. La contienda habrá pasado y vendrán tiempos de reconciliación y ejemplo para todos.
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