Lo escucho repetidamente desde todas las trincheras: la necesidad de transformar a México. Mientras lo escucho veo cómo nuestra Plaza de la Constitución, la más emblemática del país, fue tomada por una organización radical que dañó la plancha del Zócalo, se negó a desalojar una plaza que es de todos los mexicanos y dejar que el pueblo celebre sus principales fiestas cívicas en paz, y se tuvo que instrumentar un megaoperativo para “recuperar” lo que es absolutamente nuestro.
Todo para oponerse a una ley que ya se aprobó y que tiene como objetivo elevar la calidad educativa. ¿Es posible que un colectivo de maestros se oponga a la calidad educativa? Es como si el colectivo de periodistas se opusiera a la calidad informativa.
Todo ello es un botón de muestra que nos grita que México se tiene que transformar, so pena de quedar estancados en un patético inmovilismo; no obstante, sería interesante reflexionar primero: ¿cuál es, exactamente, la transformación que queremos?
Aperitivo: reforma educativa
Pregúntenle a un integrante de la CNTE exactamente a qué se opone. ¿Por qué se manifiesta de manera tan vehemente como para poner en riesgo personas y bienes en el corazón del país? Muy posiblemente les responderá que está en contra de la “privatización de la educación”.
¿Dónde diablos dice eso en la reforma? ¡En ningún lado!
La reforma educativa no contempla un solo artículo que siquiera sugiera algo ni similar a “privatizar la educación”. No obstante, la mayoría de los maestros que se la rifan en el Zócalo están convencidos de ello.
Esta reforma contempla mecanismos para evaluar el estado actual del modelo educativo en México. No más.
La virulencia de las manifestaciones es para mantener privilegios, que no derechos, y sólo de las dirigencias, ni siquiera de las bases, que están manipuladas, como pueden ustedes observar.
La reforma educativa es, pues, un primer paso para poder conocer nuestro modelo y tomar decisiones. Quién entra al sistema educativo, bajo qué reglas, a quién se le promueve, a quién se le corre y todo observando qué reglas. No más.
Imagínense que siendo una reforma necesaria que aspira a lo básico, encuentra semejante resistencia. Y eso que lo que se busca tutelar es de capital importancia: la educación. ¿Quién puede oponerse a ello? Quienes defienden privilegios de un México que se fue.
¿Cómo es posible que algún grupo haga esto? Lo hacen simplemente porque pueden.
Nomás dense una vuelta al Zócalo de la ciudad y vean cómo quedó. Una riesgosa confrontación surgida de una aspiración, una causa… que no existe.
Transformar a México.
Piatto forte : reforma hacendaria
Recientemente se presentó en nuestro país la propuesta del Ejecutivo para una reforma hacendaria que permita al Estado recaudar más recursos.
¿Qué clase de fiscalidad queremos? Pues la que responda a esta segunda pregunta:
¿Qué clase de país queremos?
¿No les parece insensato que en un país cuyo principal problema es la escasa educación la reforma contemple gravar colegiaturas y servicios educativos? Todavía si la educación pública fuese de calidad, pero como saben, la educación pública es claramente insuficiente.
Si a lo que aspiramos es a un país de clases medias, como los hay en Europa, ¿resulta buena idea aumentar gravámenes a las hipotecas, símbolo mismo de las clases medias? No parece tampoco oportuno.
Entonces, ¿cuál es el problema simple de la recaudación?
Como saben, México recauda más o menos 10% de su universo de contribuyentes. ¿Es mucho o poco? Pues… digamos que es nada. Es una recaudación similar a la que realiza Botswana.
¿Por qué pasa eso? Por varias razones.
Una de ellas es que el petróleo se encarga de cubrir 40% de las finanzas públicas, por lo que no nos hemos ocupado realmente de componer el sistema.
Otras de las razones son que el sistema se basa en los ingresos.
Para esto hay que invertir ingente cantidad de recursos para fiscalizar a mexicanos que, como comprenderán, no son como los noruegos o gringos que consiguen un trabajo, de eso viven, de eso hacen sus fortunas, su carrera y su retiro. No.
En México, los mexicanos somos chambones. Tenemos dos, tres chambas, cobran comisiones al negocio del compadre o del cuñado, etc.
Fiscalizar a un mexicano es una pesadilla imposible de realizar. No obstante, el sistema privilegia los impuestos al ingreso.
La solución tendría que ser aquella que es y será tendencia en el mundo desarrollado: basar el sistema en el IVA, es decir, el impuesto al consumo. Más democrático, imposible.
¿Gastas mucho? Pues pagas mucho. Generalizar el IVA sin excepciones y mantener tasas bajas 2%, 3% ó 5% en rubros sensibles como alimentos y medicinas, o incluso reservando una canasta básica, permite simplificar el sistema y que todos paguen.
Ni siquiera requerirían de registrarse para, efectivamente, pagar impuestos.
No obstante, las mismas resistencias políticas, las mismas defensas de privilegios (que no derechos) han permitido que la reforma no sea la que necesitamos, sino la que se puede.
Transformar a México.
Dolce: chongos
Ya se agarraron mucho del ídem. Entreguémonos a los festejos patrios con chiles en nogada, esquites y café de olla. ¡Viva México!
Twitter: @CiroDi