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¿Reformar es mejorar?

Superiberia

Hace un par de días, el Gobierno de la República presentó su propuesta de reforma fiscal. A juzgar por lo que se ha escrito y dicho en los medios, parece que, excepto por el ala moderada del PRD (Los Chuchos y sus partidarios), nadie ha quedado satisfecho con lo planteado por el presidente Peña.

Por un lado, los empresarios han expresado que la iniciativa privada cargará con la mayor parte de la nueva recaudación. Por otro lado, la izquierda “social” considera que la reforma no resuelve los problemas de desigualdad y que perjudicará a las clases medias. Asimismo, el PAN se opone al IVA en colegiaturas. De la misma manera, hay quienes creen que los nuevos impuestos le restarán competitividad a la economía mexicana.

Es normal que, cuando alguien ve afectados sus intereses, se defienda. Es lo que está haciendo la CNTE, por ejemplo. Ahora toca el turno a la clase empresarial, a los profesionistas y a los burócratas; ahí están los mexicanos que mandan a sus hijos a escuelas privadas, cuentan con una hipoteca, etcétera. Por esto mismo, son todos ellos -no sólo las empresas- quienes más contribuirán a que el gobierno incremente la recaudación y, entre otras cosas, cree un sistema de seguridad social que incluya pensión universal y seguro de desempleo.

Me parece muy adecuado que, quienes más tienen, más paguen. Y sí, en México, toda persona cuyos ingresos superen los 40 mil pesos mensuales, es de las que más tienen, queramos admitirlo o no, nos guste o no. Sin embargo, no todos los mexicanos de los más pudientes son iguales: algunos lo son mucho más que otros.

En ese sentido, la reforma es injusta: grava la renta de personas ricas al mismo nivel que lo hace con la de un profesor universitario o un burócrata de nivel medio. De la misma forma, los mexicanos millonarios -son pocos con relación al grueso de la población, pero, entre ellos concentran mucho del ingreso generado en el país y gran parte de la riqueza acumulada en el mismo- pagarán por lo que consuman el mismo IVA que el resto de ciudadanos. ¿Es eso un sistema fiscal que pretende ser progresivo?

Además de lo anterior, es de verdad inmerecido que, mientras millones de personas están en la economía informal y jamás pagan un peso de impuestos directos, como el ISR, los contribuyentes cautivos vean su carga fiscal no sólo no disminuir sino aumentar. Por supuesto, muchos de quienes ahora son informales no ganan lo suficiente como para que, si contribuyeran al fisco, la recaudación aumentara significativamente. De hecho, millones de ellos ni siquiera pagarían impuesto sobre la renta, dados sus bajos ingresos. Sin embargo, por elemental justicia, no está bien que ni siquiera sepamos quién sí debe pagar impuestos y cuánto, así como quién, de acuerdo con la ley, estaría exento de los mismos o contribuiría poco. De nuevo: ¿es esto conveniente en un país cuyo gobierno sostiene que sus reformas resultarán en más prosperidad, equidad y bienestar para todos?

Si bien uno de los objetivos clave de la reforma es redistribuir riqueza e ingreso y, por eso mismo, se planea lo de la pensión universal y el seguro de desempleo, ideas que, dicho sea de paso, no debemos soslayar, ¿está bien repartir sin antes crecer? ¿Es correcto gravar más y más a quienes invierten, producen, consumen, trabajan y se esfuerzan en el terreno formal de la economía? ¿No es acaso ésta una forma de desincentivar el crecimiento económico y, de la mano de esto, la propia recaudación fiscal?

Finalmente, dos asuntos: 

1) La reforma resultará en que la recaudación aumentará alrededor de 1.5% del PIB. No es una cifra menor, pero, es claramente insuficiente para que, cuando se nos acabe el petróleo, el sector público del país pueda seguir funcionando; ese problema de fondo sigue sin resolverse, y 

2) ¿Exactamente cómo es que el gobierno será más eficiente a la hora de disponer de lo que es de todos?

Reformar es necesario, pero, no por hacerlo se está mejor necesariamente. ¿O sí?

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