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La generación Taller

Superiberia

 

 

No es fácil imaginar qué pensaría Revueltas de lo que ahora se muestra como la vanguardia política mexicana.

Cuando en 1914 iniciaba una de las mayores carnicerías de la historia, la Gran Guerra, en México nacían tres grandes escritores que prestigiarían al país: José Revueltas, Octavio Paz y Efraín Huerta, con Rafael Solana (1915, asimismo autor del Fondo de Cultura Económica, El sol de octubre, Musas latinas) formarían el grupo o generación Taller, revista que los agrupó. La citada empresa editorial acaba de anunciar homenajes a los tres primeros al cumplirse su centenario. De todos, Octavio Paz fue el que mayor prestigio obtuvo, pero ninguno de los restantes careció de considerables méritos literarios. José Revueltas se distinguió como un prosista duro, de estilo seco, de imágenes cortantes. Su literatura sigue siendo poco analizada acaso porque su vida como militante fue apasionada y agitada. Marxista-leninista impecable, batalló simultáneamente contra la burguesía y el dogmatismo de sus camaradas del Partido Comunista. Su libro Ensayo sobre un proletariado sin cabeza tendría que ser lectura obligatoria para todo aquél que se precie de izquierdista.

La poesía de Efraín Huerta está entre la tragedia y la ironía (pienso en los minipoemas), entre su ideología avanzada y su sentido del humor. Paz es el ensayista deslumbrante, el poeta que supo modificar el rumbo de las letras, figura polémica, era la antítesis política de sus colegas Revueltas y Huerta. Fue, como suele suceder, una generación que el complejo viento de su tiempo dispersó, sol en un país de sombras. Mientras Paz era reconocido internacionalmente, Revueltas se desesperaba porque la clase obrera no salía de su letargo. En vano buscó la revolución proletaria que le daría sentido a su obra literaria. Cuando el editor Rafael Giménez Siles y Emmanuel Carballo decidieron editar sus Obras completas, prologadas por un escritor muy joven, José Agustín, Revueltas agradeció con su habitual timidez para estas acciones. Preguntó esperanzado si el paso siguiente sería la publicación de sus ensayos políticos reunidos. Jamás aparecieron hasta que su hija Andrea y Philippe Cheron, lo decidieron y trabajaron detenidamente en la tarea.

La confusión política de la izquierda se ha agudizado. No es fácil imaginar qué pensaría Revueltas de lo que ahora se muestra como la vanguardia política mexicana, ligada a veces al PRI, otras al PAN, corrupta, carente de principios ideológicos y en manos de caudillos. Los últimos días de Revueltas, en tal sentido, fueron dramáticos, con pocos testigos: murió decepcionado del universo político que lo rodeaba. Comenzó su vida literaria con Los muros de agua y la cerró con El apando, dos obras magníficas, ambas carcelarias. Paz, tan distante a su colega fraternal, tan cercano al poder en sus últimos años, lo calificó como un “hombre puro”. Sin duda lo era. Me tocó el alto honor de acompañarlo en varios tramos de su vida, aún siento parte del peso de su ataúd en mi espalda rumbo al Panteón Francés, donde su entierro se convirtió en una suerte de mitin revolucionario y Martín Dosal protestó contra la presencia del titular de la SEP representando a López Portillo, quien inútilmente fue a la agencia funeraria donde lo velamos. En esos momentos, habíamos llevado su cuerpo a la Ciudad Universitaria, a que lo despidieran los jóvenes que lo respetaban.

Las celebraciones del FCE, dirigido por José Carreño Carlón, son acertadas al aprovechar el centenario para recuperar plenamente a esos tres autores, en principio, imagino que otros seguirán. Es necesario discutir sus méritos literarios y políticos. Sus enseñanzas fueron muchas en lo positivo y en lo negativo. Grandes figuras de las letras, también militaron políticamente en distintas causas. Maestros de la prosa y la poesía calaron muy hondo en las letras mexicanas, también en la política. Vale la pena volver una y otra vez a ellos, sobre todo los jóvenes. 

 *Escritor y periodista

www.reneavilesfabila.com.mx

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