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2018: METAMORFOSIS NOW

Superiberia

 Por: Aleluya Moreno Lorenses Oropesa  /  columnista

Metamorfosis es la capacidad biológica del organismo para sobrevivir adaptándose de muchos modos a la situación presente. Así, un día la tierna mariposa fue gusano; el camaleón cambia instantáneamente de coloración corporal. Hay quienes pasan del llanto al canto cuando les conviene para conseguir sus propósitos, según con quien se encuentren.

El entorno. Coppel es ejemplo de la centralización capitalista basada en el anatocismo, mercadeando la venta de aparador de lo que sea, a precios y plazos de monopolio. Mientras quiebran factorías y comercios locales y regionales, vemos cómo levanta poderosas tiendas en la misma cuadra.

Córdoba es un ejemplo de su éxito cimentado en deudas, pagaderas a intereses sobre intereses; su último changarrito, ubicado en un edificio construido exprofeso a la vuelta de otras dos sucursales de su cadena, se erigió y puso en marcha en menos de un semestre. Dispone de banca propia para machacar dinero producto de la “magia digital” del interés cobrado; con servicios de crédito, pago de adeudos, retiro o depósitos de dinero y Afore.

Oh, suave y empeñada Patria. Vende miscelánea, calcetines, refrigeradores, vehículos, accesorios caseros, pero su negocio principal son las finanzas de transacciones solicitadas y sufridas por quienes no tienen otras posibilidades de hacerse de cositas más que a plazos, estimulado por la obligación o el deseo de vivir y vestir al día.

Su clientela está entre la clase media acomodada y la pobre. Económicamente, cautiva masa mientras otros mercaderes hacen su agosto prometiendo en campaña aligerar sus penurias. Ideológicamente la enajena, por concitarla a vegetar en medio de apariencias.

Quedando van en el recuerdo de los cementeros, firmas que hicieron de la ciudad más que un verbo: la Casa Mido, La Casa Núñez, El Centenario, El Banco de Córdoba, La Casa García, Penagos Hermanos y sus miles de clientes anónimos.

Megalómanos esquizofrénicos. Una de las películas más impresionantes del Siglo pasado, es gracias a las capacidades escénicas de Marlon Brando. En ella se describe el avatar de un comandante militar norteamericano en contacto con enemigos aborígenes.

Al olor del poder logrado por quien quita y perdona vidas, su personalidad cambia hasta convertirse en un Dios poderoso legitimado por nativos. Poseso y culposo lidera a la tribu para oponerse al invasor, hasta que su mando superior decide asesinarlo, mediante la incursión punitiva de un grupo de tarea.

El síndrome de Estocolmo. La transformación de la personalidad viene a cuento porque la miramos en el caso de los principales pre-candidatos “únicos y definitivos” postulados por nueve partidos, metamorfoseados en tres coaliciones electorales: ‘Todos con México’, ‘Al Frente por México’ y ‘Juntos Haremos Historia’.

Damos cuenta del comportamiento extraño de quienes en temporada electoral se arropan con las miserias del pueblo, prometiendo dedicar su próximo futuro a remediarlas o aligerarlas, para, una vez en el cargo, volverse a trasmutar en olvidos, llevándosela con reformas inicuas.

Pronto se sumará Peña a los expertos internacionales. La descripción de abusos de benjamines, poderosos y de quienes ya gozan de generosos retiros, como los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y con Peña en sala de espera, abonan a favor de la explicación personalista de los sucesos, más en situación de crisis.

Sin importar realmente el origen de la realidad nacional, propagan que el desarrollo depende de la voluntad de personajes extraordinarios. Con esa falsa idea, los protagonistas del poder público han legalizado 30 años de dependencia estructural.

Salvadas sus peculiaridades, entre ellas ser postulados por dos partidos políticos coaligados, compartiendo al enemigo necesario, apoyan el mismo programa de desarrollo capitalista: ése que privilegia la riqueza de la minoría gracias a las miserias de la mayoría, no sólo explotadas en el trabajo; igual, financiando su modo de vida “peluche”.

El pensamiento analógico. A menudo comparamos por similitudes y contrastes entre el comportamiento del sujeto con el de animales, fenómenos, vegetales y minerales. Por ejemplo, se dice que Zedillo tiene la frialdad del acero y Enrique el carácter de un limón, a pesar de su cereza. Fox recuerda tepocatas, que denostó en otros. Gusta mucho al imaginario referir la ternura de un gato, la promiscuidad del insatisfecho y coladizo ratón, o las cochinadas del cerdo para signar las fútiles acciones de los mercaderes del voto.

Quienes se dedican a medrar del presupuesto público con banderas que no sólo han desarrollado la capacidad de evolucionar según las circunstancias, al punto de congeniar intereses públicos y privados sin mayor problema; como ser propietario del exitoso café de la contra esquina del Palacio Municipal cordobés, a la par de repetido Alcalde.

Enajenados y desclasados. Para ganar más votos que sus contrincantes, los candidatos a lo que sea son capaces de simular, de cambiar, de prometer imposibles, de parecer lo contrario a como realmente piensan y lo que harán una vez logrado su objetivo. Cuauhtémoc Blanco representa bien la especie nacional. ¿Es recomendable la comparación para explicarse las cosas?

Lo es, en tanto sea una manera de ilustración ejemplar o aproximada y a condición de que la descripción no distorsione su encuadre racional.

De ser de esa manera, hasta detrás de los graciosos saltos del chapulín podemos mirar el comportamiento desclasado, alienado, del personaje criticado. De no ser así, la diatriba es nota roja, amarilla, o rencorosa, perdida en el mar de los Sargazos.

Peor les va a los saltamontes del bestiario, cuando desnudamos sus propósitos. Al sublimar rasgos animales, o de cualquier reino, para remitirnos al comportamiento humano absurdo destaca la perversidad de quienes hacen planes conscientes para estafar, como es prometer en campaña y al texto lo que pronto olvidan.

La perfidia es propiedad del pensamiento humano distorsionado por diferencias conscientes entre lo que se dice y se hace. El dilema escala cuando la personal conducta aberrante accede a maquinación confabulada.

El fraude electoral es perversidad circunstanciada. El mejor ejemplo para ilustrar al personaje perverso maquinado megalómano y bestiario es Donald Trump, aderezado con entuertos propios del “Chavo del 8” y su bonita vecindad. En la canasta de cuentos mexicanos disponemos de personajes semejantes en cantidades inagotables, como resultan ser quien ya sabes quién es, y, el priista que no es, encabezando a un pelotón de mapaches, tuzas y renacuajos.

Pero, ¿por qué quien puntea las preferencias sumando entuertos diariamente con tal de sentarse en la silla del Presidente, a la par olvida sus máximas de no engañar, no traicionar y no tranzar al pueblo?

En primera.- No cualquiera llega a precandidato de lo que sea en un País de leyes estrictas cumplidas al contentillo, donde para unos aplica votar o ser votado con la posibilidad de ser reelecto para siempre; mientras, para vetados, es un garlito imposible de superar.

La carrera política a la mexicana es un viaje entre la gloria de sueños infantiles y el averno al que no se ingresa a tientas, en medio del cual no se puede decir: “yo no sé”.

En segunda.- La carrera política es un fenómeno social complejo cuajado entre costras poderosas, intermediarios y noveles iniciados. Su relevo está relacionado al ciclo natural de vida, pero, más, con la continuidad de las relaciones sociales de propiedad impuestas bajo el garlito de la democracia limitada a tomar acuerdos e imponerlos entre amigos, donde a veces a unos les toca montar, y otras, ser montura o pastura. Inclusive, entre familiares.

En tercera.- Siendo el nepotismo una aberración cultural propia de las desi-gualdades, su más acabado ejemplo social es la existencia de imperios, donde el poder –a menudo ornamental- se trasmite sólo por compartir el ADN.

Argumento de quienes gustan de conformar dinastías en vez de cofradías, es que el poder emana de disposiciones divinas incuestionables, asumidas como verdad manifiesta.

En cuarta.- A todos nos rodean –aunque no se miran, pero se perciben y se sienten- vínculos sociales más poderosos que el ascendente natural.

Y no habiendo modo de evitar que nos distingan, al centro del poder real le interesa pasar desapercibido para no centralizar negativos. Por ello, nos distrae ensalzando personalidades que se prestan. Les fascina hacerlo a través de los medios.

En quinta.- En temporada de enroques, la democracia hegemonizada apunta sin chistar a reconocer por sus cualidades personales manifiestas a quien ha de asumir el cargo público más preciado, incluidas sus potencialidades para el nuevo encargo.

En  sexta.- Un principio rige en la antesala del poder público, semejante al perfilado del personal de nuevo ingreso a cualquier negocio: te contrato por lo que has hecho y espero de ti; si no das resultados, te despido.

En séptima.- Siendo verdad que la naturaleza es de eterna transformación, lo es más cuando se le piensa, aun distorsionada; como es el caso de la instrumentación camaleónica del logro democrático constitucional, mediante las maquinaciones del Instituto Nacional Electoral (INE).

En octava.- Si eso le pasa a la matriz, ¿qué será del juego cotidiano del poder? que, en realidad, nada tiene de juego. Las anteriores premisas contienen una aberración antisistémica: Postulan que todo sujeto corresponde a un pretexto, a un texto y a un contexto; donde hacerse del mando es puerta del éxito, o del infierno.

(Tomorrow: Bolas de Humo Electoral).

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