Raro nombre para una columneja como esta. La razón, son dos comentarios en una sola colaboración. Veamos:
¿Qué pasa si los maestros veracruzanos no son atendidos? Ellos decentemente están expresando su protesta a la puerta de las escuelas, sin causar mayor daño que unos días sin clases. De hecho he escuchado excelentes comentarios sobre la forma de protestar, en comparación con lo que sucede en la Ciudad de México.
Pero, se ha preguntado usted ¿qué pasará si es que ningún funcionario los atiende, si nadie les presta atención, si sus demandas no son ni siquiera escuchadas y mucho menos atendidas? Si a fin de cuentas la reforma laboral para personal docente pasa sin prestar la mínima atención a tanto descontento.
Cierto es que se debe legislar y corregir lo que está mal, pero también es cierto que hay que tomar en cuenta a los afectados. Y sumar propuestas… Normalmente quienes negocian pueden encontrar un camino intermedio que aunque no sea lo óptimo, sí se convierta en lo mejor posible.
Pero, ¿qué va a pasar si nadie les hace caso en nada? Casi podría afirmar que una de dos, o desaparecen las protestas o en su caso, se tornan más radicales. No hay opciones intermedias. Veremos en los próximos días cómo camina nuestro sufrido México.
El segundo asunto es más sencillo. Platicaba apenas con un egresado de universidad y de maestría sobre la situación social de México. Le explicaba que todo parece llevar a un incremento en los conflictos sociales. Pues el Gobierno federal parece querer enfrentar todos los problemas al mismo tiempo, en lugar de resolverlos uno a uno.
Está el asunto de que en Michoacán no manda el gobierno electo, ni a nivel Federación, ni a nivel Estado, ni a nivel municipios. También está el asunto de la muy discreta guerra en Guerrero, con grupos armados financiados por el narco, y la propia guerra entre narcotraficantes (entre sí y contra las fuerzas federales). Añadimos a eso el asunto de la reforma energética que logró lo impensable, la unión entre AMLO y Cuauhtémoc Cárdenas, y las protestas que irán creciendo en magnitud y presencia.
También hay que incluir el asunto de la reforma laboral de los maestros, que ya hemos visto hasta dónde está llegando, y los chilangos la están sufriendo en serio, a la cual se han sumado otros grupos más o menos radicales.
Conforme las empresas comiencen a entender a fondo la ley anti lavado de dinero, se darán cuenta de que no previene el lavado de dinero, sino que es un pretexto del Gobierno para fiscalizar con mayor detalle las operaciones económicas de los ciudadanos mexicanos, pero ello implica también menor actividad económica, pues mucha gente no quiere dar mayor pretexto para ser fiscalizada. Añadimos que la desaceleración económica ya toma visos de gravedad, con un magro crecimiento esperado de 1.8% anual, y uno real que se acercará más a la cifra de 1.5% o menor.
Seguimos con varios millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, por falta de oportunidades laborales que representan una enorme presión a la sociedad, y que tienen el coqueteo de las actividades ilícitas en cada esquina.
Y por último para continuar con el hermoso panorama de México 2013, tenemos una reforma fiscal que viene en los próximos días, en la cual se van a eliminar excepciones y cabe la posibilidad de que incluso se incrementen algunos impuestos, en particular el IVA, lo cual hará más cara aún la vida, y en especial los precios de alimentos y medicinas. Esta propuesta tendrá que estar presentada a más tardar el día 9 de septiembre.
Con todo lo anterior, le explicaba al joven con maestría en el extranjero, que la situación en México tiende a agravarse en el corto plazo, con marchas, plantones, protestas y posibles hechos violentos registrados de manera aislada. Y la respuesta fue contundente: “A mí qué me importa, si yo ni trabajo tengo, qué me importa que haya más impuestos… Y eso de que el Gobierno no escucha, y la gente protesta, es lo de siempre en el país. Al final, las cosas se calman porque somos agachones. Ni pensar en que pueda haber una revolución o revuelta armada. Eso no pasa en México desde hace mucho tiempo. A mí no me importa lo que dices, a fin de cuentas, es lo de siempre y no pasa nada, ni corremos más peligro, ni la situación es más grave”.
Me quedé helado. Un absoluto egocentrismo. Sólo importa lo que me pase a mí, y si no leo periódicos, ni veo noticias, ni sé lo que pasa en mi país, eso no importa. No me afecta, y no pasa nada. Así de tajante. Seguramente le importará cuando sea demasiado tarde. Mientras tanto, la expresión clara y contundente, después de mi explicación fue: “Me vale mad*·$…”.
Ante eso, no queda más que entender por qué estamos como estamos. Si los jóvenes letrados se desentienden de todo lo que sucede a su alrededor, mucho más los iletrados. Al final, así somos, así seguimos y así hemos avanzado (muy lentamente) y sobrevivido (hasta que nos toque).