Es claro que el presidente Al-Assad utilizó armas químicas el pasado 21 de agosto, matando a casi mil 500 civiles.
Si Bashar al-Assad utiliza armas químicas contra su población, va a cruzar la línea roja que hará inevitable una intervención. Esto dijo Barack Obama hace exactamente un año respecto al conflicto en Siria.
Hasta ahora, Obama no había querido meter a EU en una nueva guerra. Su campaña en 2008 criticó fuertemente las guerras de George W. Bush. Su voto en contra de la intervención en Irak lo definió como un fuerte contrincante cuando compitió contra Hillary Clinton, quien sí había votado en favor de la guerra.
Hoy es claro que Al-Assad utilizó armas químicas el pasado 21 de agosto, matando a casi mil 500 civiles, entre ellos más de 400 niños.
Estas armas están prohibidas en casi todo el mundo bajo distintos tratados internacionales redactados a partir del uso que se les dieron en la Primera Guerra Mundial y los horrores que mostraron sobre la crueldad humana para matar.
Apenas 1% de las muertes fueron ocasionadas por armas químicas en esa guerra, pero sus efectos, la muerte lenta y dolorosa o la rápida y masiva, fueron suficientes para unir a prácticamente todo el mundo en su repudio bajo la firma del tratado de Ginebra en 1925 y posteriormente vuelto a ratificar en 1997 en la Convención sobre Armas Químicas.
Bajo estas convenciones, la comunidad internacional se ha comprometido a reaccionar enérgicamente en contra de quien utilice armas químicas como medida disuasiva a futuro.
Pero la coalición de países que apoyaría esta intervención en Siria en contra del ataque del 21 de agosto se ha resquebrajado tras la negativa de la Cámara de los Comunes en Gran Bretaña, dejando solos a Francia y a Estados Unidos.
Obama, con las palabras que pronunció hace un año sobre la línea roja que significaba utilizar armas químicas, se encuentra en un fuerte dilema.
Si interviene falla a sus promesas de qué tipo de líder pretendía ser. Pero si no interviene la firmeza de las palabras pronunciadas hace un año reblandecerían como hoja de papel.
Además, si EU no interviene tendrá que explicarle claramente a sus aliados en Oriente Medio, vecinos de Siria, por qué los deja solos ante una acción inaceptable. Me refiero a Jordania y Líbano, pero sobre todo a Israel que ha tenido que escuchar las amenazas de Al-Assad respecto a que un ataque de EU a Siria traería como consecuencia represalias para Israel.
Estas variables explican porqué Obama decidió el sábado declarar que sí quiere una intervención en Siria, pero que para ello quiere el respaldo del Congreso.
Como el legislativo se encuentra en medio de sus cinco semanas de vacaciones, la decisión de Obama parece no dejar contento a nadie: ni a quienes rechazan una intervención, porque todo indica que más tarde que temprano seguramente sucederá.
Tampoco deja contentos a quienes empujan por una respuesta rápida de EU porque estos días en los que regresa el Congreso a sesionar y el tiempo que tomen las deliberaciones serán suficientes para que Al-Assad desplace a población civil a sus bases militares y haga otro tipo de movimientos estratégicos que tornen más complicada la acción internacional.
Así las cosas, Al-Assad bien podrá presumir que no sólo está aplastando a la oposición a su régimen. También a EU, la superpotencia.
Mal panorama que tiene, además, muy nerviosos a los mercados financieros. Un pierde-pierde para casi todos… menos para Al-Assad.
@AnaPOrdorica