Por: Aleluya Moreno Lorenses Oropesa / columnista
La complejidad de la sociedad contemporánea conlleva el embrollo de las formas de su control político; más, cuando el crecimiento desordenado de siete mil millones de seres humanos apiñados en el Planeta Azul se topa con sus límites naturales, como son los recursos energéticos, hídricos, metálicos y perecederos de mar y tierra.
Imagina que no hay cielo, es muy fácil si lo intentas*.
Pareciendo ser la causa de conflictos, intereses adversos de todo tipo, género, edad, color, ubicación terrenal y pensamientos, gusta al poderoso atizar diferencias entre quienes se guían por el formato pasional de “Adán y Eva” y su prole en sus diferentes versiones, contra quienes deciden guiarse por sus propios pensamientos; además, hay a quienes sostienen que todo deviene de un proceso lento y relacionado multifactorialmente, dándole rienda a la creatividad con sentimientos y razonamientos racionales.
Dicen los contadores y administradores del estatus quo, que la estrechez de los recursos propicia peleas campales y personalizadas, casi siempre por migajas, como gusta blofear Trump apoyado por terceros excluidos en contra de demócratas y republicanos para hacerse del control de la sociedad norteamericana y sus intereses desperdigados por todo el mundo.
Así aconteció cuando Adán y Eva no se pusieron de acuerdo para la gobernanza de su creciente ranchería, recuerda una séptima parte de los humanos contemporáneos vivos. Peor resultan hermanos peleándose por la posesión de Palestina, capital de algo más que un País crónicamente dividido: de dos formas de mirar, desear y compartir la vida; unos guiados por su versión del dios de muerte, y, los contrarios, por el de vida.
Imagina a todos viviendo el día a día*.
Hay quienes atizan pleitos entre los osos polares rusos y los osos pandas chinos; como entre los africanos aposentados apenas hace dos mil quinientos años en el Norte de África, contra los shithole necios de 52 naciones pobres africanas; así como contra parias insistentes en vivir hacinados y pulverizados, en los Estados Unidos.
Con el tema de una próxima Olimpiada de Invierno, los coreanos platican en medio de un palenque atascado por quienes desvainan cuchillas nucleares, sin importar devastar al Planeta.
Imagina que no hay países, nada por qué morir*.
Dejar de soñar equivale a omitir a Polaris de nuestras vidas, y, con ello el eje que da sentido al Universo, el destello de luz al final del túnel, o los motivos de vida y trabajo digno.
Imagina un día cuando las diferencias sean tan sustantivas, que sus apelativos no dejen confundirlas con disparidades tan superficiales que por ellas dejes de mirar lo importante: la vida de los otros, que para aquellos es la tuya, y, así, del resto del mundo.
Nops, takañón, dice el poeta.
¿Es posible un día donde ya no dominen peleas, ni fronteras qué recriminar?
Se vale soñar, pero es tan difícil como juntar el agua con el aceite, decían los viejitos de enantes, sin saber que ahora ya es un chiste lograrlo prensando moléculas entre dos finas capas de diamante bajo presiones de 20 mil vares.
Imagina que ya no hay quien te medie, pues en comunión hablamos*.
Dado lo imposible de lograr que quienes nos representan lo hagan efectivamente en la sociedad de clases, el poder político mexicano se fragmentó con una falsa idea y peores mecanismos para simularla: la partidocracia encargada de lograr dos objetivos de Estado: legalizar el poder público y legitimarlo.
Los partidos de Estado, en su momento estelar mexicano del año dos mil, cuando inició la época de transición bipartidista para soliviantar a las masas con el cuento del fin del viejo régimen matando al viejo PRI, tampoco fueron capaces de cuajar sus metas: facilitar la transición del poder público de las huestes presidencialistas, a la sociedad democrática parlamentaria.
¿Cómo saber sin tanto choro, si vamos bien o nos retachamos?
Mete la mano en tu bolsillo, y, donde mires agujeros y nada de dinero tomando en cuenta el día que lo hagas a partir de tus últimos ingresos, es señal de lo pobre que eres; y, cómo en pobrezas te replicas.
Siéntete mal, y, peor, si a pesar de ello te las gastas sin importarte sacrificar el futuro de tus hijos recurriendo al crédito.
Pues algo así nos pasa cuando revisamos cómo para sostener un negocio se llevan dos libros: el verdadero y el de fantasías. Mirando las estadísticas de la deuda nacional, esa que junta la pública con la privada, nos damos cuenta que la suma de los gastos excesivos del último medio siglo incrementaron la deuda de 7 mil millones en 1970, a siete billones de dólares en 2017.
¿Dónde están los resultados de esos excesos? Pues en la posesión dispareja de bienes materiales, donde el 1% es dueña de más de lo que posee el restante 99%.
De todos modos, imagina que el próximo 1 de julio las casillas estarán copadas de ansiosos votadores: unos deseando, otros eligiendo, muchos cuidando el trámite y otros validando resultados, ¡despertando al día siguiente con un México diferente!
Na na na na na, na na na. ¿Cómo por qué, cómo y con quién? Las cosas podrían ser diametralmente distintas en crónicas del día siguiente, cuando todo apunta que salvados imponderables de valor estadístico, como el ayer, el mañana mexicano estará atiborrado de injusticias, imputadas al sujeto saliente, pues nada indica que las cosas sociales dependan de voluntades, criterios y actos individuales; como se nos quiere hacer creer, cuando la hegemonía propaga la especie de la importancia del carácter de las personas interesadas en ocupar la silla presidencial.
Ni antes ni ahora ha sido así. Quienes tienen el poder de imponer a millones la traza del camino que han de caminar, no van a ponerlo en entredicho durante esa especie “de vacío de poder” entre el fin de un régimen y el inicio del siguiente.
Cuando menos ya no es como antes, cuando los ancestros por indecisiones propias de su falta de desarrollo y visión de conjunto no decidían en vida, o lo hicieron erróneamente, quién, quiénes y cómo de su prole, heredarían la conducción del patrimonio.
No imagines que ya no hay fronteras, porque ya no las hay*. Los Estados de la Unión Mexicana, como los de la Unión Americana, y de los continentales al modo de la Unión Europea, son una realidad -inclusive ya negada-, resultado de la cualidad excéntrica del ser, negadora de la tendencia egocéntrica del retraso, de los conservadores y los reaccionarios.
En la política social pública son millonarias sus tendencias, al punto de que aún hay quienes, muchos, hacen de su máxima su velita: “cada cabeza es un mundo”.
Imagina que hay un mundo que se puede compartir*. Y siendo verdad que, sí, cada uno de nosotros es distinto a la vez, la sociedad política nos encauza en grupos, manadas y tendencias manejables, como se intentó fallidamente entre 2000 y 2012.
Creyéndose borrada de la memoria histórica de la gente, para algunos sólo se trata de cierta animadversión reflejada, en el peor de los casos, esperados en “votos de castigo”, renovado el dinosaurio recicló a costas de tomar el poder legislativo y judicial para ejecutar implacablemente, al costo que fuera, una tarea pendiente: reformar el libro mayor para validar, convalidar hechos de facto; previendo que las cosas van a empeorar, resultado de las contradicciones entre capital y trabajo, como es el deshonroso nivel más bajo de percepción salarial de profesionistas y profesionales.
De todos los mercaderes del templo, ¿quién por el monto de lo que ofrece regula al conjunto? Agotado el cuento de poder que lo distribuyó entre derecha, centro, izquierda y radicales ilegales -como dijo el Mojarro: -ojo, valedores-, la tirada internacional para frenar a los retrógrados supremacistas representados por el Pato Donald, es fortalecer a la socialdemocracia de tintes cristianos.
Imagina que le quitas a Jesús de las espaldas el incómodo madero.
Y que miras de sus manos el anverso: quienes gustan detectar figuras
divinizadas no podrían dejar de ver, que, al son del-que-re-que, abraza a diestros y siniestros por igual.
Así se observa la próxima movilidad ciudadana hacia el centro del espectro. No sin dejar de pelear contra la víbora replicada en 9, de huevas tan limitantes que, solitos, no pudieron convencer ni al 40% de la lista nominal de votantes en 2015.
Como la mejor paramétrica nacional, Gobernación ya captó que ninguno de la novena partidista puede solito, ni asegurar su permanencia, por eso ahora los coaliga en tres, para que, por lo menos, el ganador junte un poquito más del 5% que su próximo anterior contrincante, haciendo de su legal unción legitimidad cantada; no importa que sólo sea por los favores de la mayoría de la minoría relativa.
*rfr: Imagine, de Lennon/Ono, 1965