No entiendo qué tipo de medida de presión se puede ejercer al gritarle a una pared.
Así conceptualizo las protestas de los maestros. Así entiendo su proceder ante lo que consideran atenta contra todo aquello que significa su estilo de vida.
El sindicato de maestros es, por mucho, una secta terrorista. Y como tal opera a la par del Gobierno que además de permisivo e inepto, se ha vuelto dependiente -por decirlo de alguna manera, ya que dependiente ha sido siempre-.
Delimitemos.
En primer lugar y por supuesto que no es la Reforma Educativa de EPN.
En todo caso es, porque los tiempos, el azar y la estupidez de muchos lo amerita, el vocero de un grupo que ha generado esta idea de modificación al paradigma educativo actual.
Las relaciones entre Estado y maestros están prácticamente intactas desde hace unos 70 años. Cada vez que se ha realizado un cambio/reforma ha sido un pacto donde el Gobierno, falto absolutamente de todo, negocia con un sindicato poderoso, tanto como el monstruo en el armario. Y será así de poderoso mientras no maduremos y le sigamos teniendo miedo.
La educación es una empresa. Será del Estado principalmente, pero no deja de ser una empresa, y como tal, necesita procesos y procedimientos para ser de calidad.
Es no deseable sino apenas el mínimo, que en cualquier trabajo se tenga un sistema de recompensas y castigos. El maestro se emplea al estado, por lo tanto debería estar también sujeto a que su permanencia se defina por un buen desempeño.
Todos los demás términos son secundarios. En realidad no importan – como todo en México, a fin de cuentas, no tendremos mayor noción de la realidad, salvo la que nos vendan a la fuerza como única-, lo que les preocupa a los profes es que ahora sí tendrán que trabajar, dar resultados y no será una cuestión jerárquica, de caciques o jefes tribales. Y eso, como dice una amiga de la Tierra del Fuego, les revienta las pelotas.
Definamos.
Es evidente que les afecta de mil maneras, y siempre van a preferir su bienestar que el del grueso de la población o pueblo. Empero, están en su derecho de pelear por lo que creen – sin tener abuela- que es justo, que es correcto.
Riámonos.
El mexicano, desde los días de Hidalgo es uno de los pocos seres involucionados que cuando algo le daña, en vez de alzarse en contra de aquello que le ocasiona un mal, se pone a correr como loco en círculos molestando a los demás. “Muy machitos en la casa y muy maricas en la calle”, decía mi abuela…
Así pues -sin dejar de mencionar que el querido AMLO puso de moda irse a moler a media capital por un berrinche-, en vez de ir a atacar al Gobierno que es quien les “agrede”, van y se manifiestan.
Supongo, pues poco en este aspecto puede ser tomado como seguro, que su aparato psíquico funciona como niño de 3 años; mamá me pega y me desquito con mi hermanito.
Pudiendo ir como grupo organizado en gran parte del país a tomar los Palacios de Gobierno, las casetas de peaje y las paraestatales, prefieren ir a convivir como si eso, de alguna manera, afectara o causara alguna presión de algún tipo al Gobierno, en cambio, le joden la existencia a miles de personas que nada tienen que ver.
Con un ataque que dañe tanto la economía como la operación como los insumos del aparato gubernamental, sin dañar a otros, podrían lograr más y joder menos. Es tan simple que mejor, riámonos de ellos, de nosotros y de nuestra realidad.
Quien Calcula es un
cobarde.
Un hombre que no para de calcular es un cobarde. Digo esto porque las suposiciones siempre tienen una relación con las ideas de provecho y pérdida; el individuo que las hace está siempre preocupado por las nociones de ganancia y pérdida; es decir, preocupado por sí mismo. El sacrificio implica pérdida y por lo tanto se decide a menudo no sacrificar nada por los demás. Esto es cobardía.
Me despido desde Zombieland, donde tu mejor amigo trata de comerte, y hay muchos no vivos por todas partes.