Por: José Miguel Cobián / columnista
Por fin inicia la gran batalla por el poder 2019-2024. El recuento de los daños a la fecha ya resulta preocupante. Una inmensa mayoría de mexicanos están hartos de la situación en que viven, sin saber las consecuencias de su elección en la cita con las urnas. Otro tanto, lucha encarnizadamente en todos los ámbitos, incluidos los medios de comunicación y las redes sociales para diversión del respetable, y otro enorme sector de la sociedad está totalmente ajeno a lo que suceda, simplemente porque ya perdió la esperanza de que México, o cuando menos su situación personal pueda mejorar.
Los viejos saben que gane quien gane difícilmente podrán notar diferencia en su vida. Llevan años escuchando promesas y propuestas, que poco se reflejan en su vida diaria. La gente del Sur del País, como siempre, rezagada de los avances del País no nota que México ya cambió y tampoco lo entiende. En el centro del País se goza de una bonanza sin precedentes en los últimos años y el norte continúa como líder económico y de bienestar. Así, podemos confirmar que cuando menos serán tres los Méxicos que elegirán gobernantes.
La injerencia de potencias extranjeras en la próxima elección no se limita exclusivamente a la acostumbrada por Estados Unidos, ahora también juega y mucho la manipulación de masas a conveniencia de potencias extranjeras, siendo Rusia y China las principales beneficiadas.
México representa un gran mercado económico, un problema al Sur de Estados Unidos si se logra cierto nivel de inestabilidad, petróleo y recursos naturales, así como mano de obra barata. Todo ello representa un botín apetitoso para los grandes capitales nacionales y extranjeros. Además de ser un mercado político virgen, lleno de pobladores, sin la mínima idea de lo que significa la democracia y la responsabilidad ciudadana. Pobladores en su mayoría susceptibles de ser manipulados con las técnicas que tanto éxito tuvieron en Estados Unidos, otro mercado también con muchísima gente sin capacidad de discernir verdad o mentira de lo que se escribe en redes sociales o en páginas web.
México tiene tres opciones que no están muy claras. Por un lado el eterno aspirante y hoy (una vez más puntero en las encuestas) Andrés Manuel, quien ha manejado y exacerbado de manera por demás eficiente el hartazgo de una sociedad que cada vez aspira a más y ve más lejos lograr sus metas. Manejando mantras simples muy atractivos para la población sin complicarse la vida en los Cómo, haciendo énfasis en los Que. En segundo lugar está ¨el amigo¨ Pepe Meade, que jamás ha participado en una campaña pero que forma parte de la inteligencia que ha dirigido el País desde tiempos de Porfirio Diaz, con credenciales impecables y con nulos negativos por corrupción, pero que representa la continuidad de un régimen que ha resultado repudiado por sus propias corruptelas y por su incapacidad de comunicar adecuadamente sus logros. En tercer lugar viene un joven que se ha caracterizado por avanzar en política rompiendo su palabra a conveniencia, que además le ha quitado la mística a su partido político sometido a sus ambiciones, pero carismático y atractivo para un sector de la población que gusta hablar en inglés y francés, que disfruta de vivir en el extranjero y que gusta de la gente entrona.
Quien esto escribe, considera que la elección al final se decidirá entre Andrés y Pepe, pues a nivel nacional el Anaya (curiosamente no puedo recordar su nombre de pila) no tiene el punch para ser otra cosa que candidato testimonial, como en su momento lo fue Josefina.
México por experiencia sabe que cada presidencia se reinventa. No ha existido continuidad en acciones ni en políticas públicas de un sexenio a otro, salvo muy generales líneas de acción como la del desarrollo estabilizador y luego el neoliberalismo, separados por una etapa populista que le costó mucho dolor y sufrimiento al pueblo de México. Así, que considerar que el pasado es una pista de cómo se va a gobernar en el futuro es una falacia, que aplica a ambos punteros. Ni Andrés Manuel en caso de ganar, gobernaría como lo hizo en la CDMX, ni Meade gobernaría como lo ha hecho Peña, pues su formación es totalmente diferente.
Hoy por hoy, la propaganda negativa de Morena ha sido de superior calidad y mayor impacto que la de sus adversarios. -Dieciocho años en campaña algo dejan de experiencia.- Así que de continuar con la misma línea lo más seguro es que Morena en su primera oportunidad gane la presidencia de la República, salvo imprevistos ya vistos en campañas anteriores de Andrés, provocando Andrés tropiezos a Andrés para que pierda Andrés, a pesar del enorme apoyo popular que ha generado su campaña.
La opción de Meade se ve más complicada pero no imposible. Tiene muy poco tiempo para saber ser candidato, y si bien, la empatía y el carisma no se aprenden, tiene la ventaja de sus impecables credenciales y la garantía de seguridad económica para los habitantes de México en un entorno muy delicado a nivel internacional, sobre todo por las ocurrencias de Trump y su política de zanahorias muy pequeñas y garrotes muy grandes. La única manera en que Meade puede ganar la elección es mostrar al electorado los beneficios de elegirlo, además de explicar claramente que no pertenece al grupo Atlacomulco y que no habrá continuidad ni impunidad en los actos de corrupción del gobierno actual.
Sólo queda esperar prudencia en el pueblo de México, pues la intolerancia permea en redes sociales, con linchamientos virtuales a aquéllos que no piensan igual que las mayorías con acceso a la red. Esa misma intolerancia que muestran sobre todo los seguidores de Morena puede ser su mayor talón de Aquiles, pues nadie en su sano juicio desearía ver a esos intolerantes en el poder, desquitando sus odios, y favoreciendo sus filias, cuando se gobierna por todos y para todos.
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