Aleluya Moreno Lorenses Oropesa
Columnista
Desde 1521, aparte de lindo y querido, México es un País
disperso. Y es así “no porque los mexicanos así somos”, sino por el desarrollo desigual y combinado propio de las diferencias entre una sociedad avasallada y la de los avasalladores,
de iniciativas limitadas a requerimientos de procesos productivos que
les permita mantenerse en un mercado cada vez más restringido y
competido.
Con el truco de divide y vencerás. El coloniaje español dejó contrastes radicales entre las zonas Norte, Centro y Sur de la nación, resultado del choque contra los lugareños para despojarlos hasta de la identidad espiritual.
Luego, entre ellos se hacen bolas, pues unos se aferraron a los intereses de España y otros avanzaron por la independiente; mientras, los pueblos originarios fueron arrumbados a las montañas para su sobrevivencia. Las reformas Juaristas pulverizan al poder eclesial, quitando trabas para el desarrollo del capital de libre mercado interno: cuando en Europa y los Estados Unidos la banca ya dominaba sus economías.
A partir de la segunda década del siglo XX dominan los intereses del capitalismo imperialista; pero con una diferencia: sobre el dominio físico del territorio se impone el señorío del capital financiero al conjunto de la sociedad invadida, y, de la que asalta: la instalación, crecimiento y las mejoras de grandes ciudades y medios de comunicación es para facilitar el mercado cada vez más monopolizado, sin lograr erradicar la presencia de las PYMES.
El resultado afecta a la mayoría: hay poca diferencia entre los ingresos de quienes menos producen y el de especialistas laborando en factorías y servicios exigentes de rendimientos “de clase mundial”. Estos ganan de tres a cinco salarios mínimos; nada, comparado con los salarios pagados en los países desarrollados. Así, nuestro destino principal es ser un país maquilero y proveedor de materias primas baratas, operado con fuerza de trabajo re-barata.
Del conjunto a las partes y de las partes al conjunto. Cuando éramos niños y adolescentes escolapios, buenos profesores se empeñaron en enseñarnos las bondades de contar las cosas agrupadas en conjuntos y subconjuntos. En la universidad aprendimos la importancia racional de los macro-sistemas, sistemas y subsistemas en todas las áreas del conocimiento.
La cibernética abona a favor de mejores resultados, pues nos da la oportunidad –entre miles- de combinar al instante meta-datos, datos y acciones representados por ceros y unos; entonces se creyó que las matemáticas eran el origen y fin del universo.
Sí, pero, no. Lo mismo pasó en ciencias históricas, sociales, económicas, políticas y humanidades; donde fuimos barnizados de capacidades inteligentes para apreciar unidades y diferencias a partir del objeto, del sujeto, o del sujeto/objetivado, mejor comprendiéndolo y transformándolo incondicionalmente.
Aprendimos la importancia de ligar cuestiones productivas, distributivas, de servicios, ideológicas y filosóficas, llegando a conclusiones distantes de los intereses empresariales centrados en exaltar la gran fórmula del capital: compra barato y vende caro, sin importarte los resultados.
Ahora es cuando la puerca tuerce el rabo. Para evitar otra crisis como la MÉXICO 68, se desmontó la universidad crítica, científica y popular, promocionando su fragmentación impartiendo profesiones convenientes –aisladas-, acéfalas, estructuralistas; eclécticas, sin más sentido que la valorización de sus objetivos técnicos y metodológicos.
De facto, las reformas educativas surtieron efecto a partir de la década de los setentas, al parejo del financiamiento de Estado a la generación de políticos reformistas necesarios para lograr el sueño más deseado de todo monarca: que, a pesar del despojo, su pueblo lo ame.
Bajo la merca-mentirilla de “calidad de clase mundial”, se impuso a la Patria la capacitación técnica restringida a aprender contenidos relacionados a favor de la visión de los amos y de la división técnica internacional de actividades productivas. Instrumentos evaluadores –como el ISO/9000-, completan la subordinación cultural del País, a los intereses corporativos.
En el subsistema educativo superior, medio y básico se borraron referencias de razonamientos integrados. La CNTE, última resistencia de la educación alternativa, fue el leit motiv de la reforma educativa del 2013, al costo social de tronar al conjunto del SNTE, otrora instrumento favorito del control del Estado benefactor liquidado; arrastrando una favorita salinista/calderona: la Señora Gordillo, dueña del PANAL.
Felicidades, pero, ¿cómo se relaciona este cuento económico con la cosa electoral del 2018? Veremos. Con precandidatos partidistas únicos y definitivos, más los independiente postulados por Gobernación, la jornada electoral mexicana avanza dando tumbos entre grillas de los siempre interesados, los nuevos integrados y el desdén de la sociedad cansada de tanta tranza en la vida y el trabajo, sintetizada y potenciada en la abstención del 60%, en los comicios del 2015.
Tres de tres. Eco de las maquinaciones de los procesos electorales mexicanos, la percepción popular sobre quienes compiten especialmente por el cargo de Presidente Nacional se remite a quien antes de la campaña sea honrado por el “dedo” de El Presidente en turno; típico cuento de la época de oro de la aplanadora priista. Cursados 70 años de lo mismo, el PRI recurso de control de Estado, se había desgastado.
Doce años de trágico-comedias panuchas (2000-2012) cifradas en más deuda nacional, menos empleo, peor salario, delincuencia organizada, miles de asesinados, presencia permanente del ejército en las calles, fueron suficientes de transición democrática a la mexicana para corregirle la plana al PRI, terminando con el enseñoramiento de quienes creían que el dinosaurio no reciclaba.
“El resultado afecta a la mayoría: hay poca diferencia entre los ingresos de quienes menos producen y el de especialistas laborando en factorías y servicios exigentes de rendimientos ‘de clase mundial’”.
Pero como alguien tiene que firmar acuerdos antipopulares y actos de lesa humanidad. La vuelta del PRI al poder público, fue para firmar los grandes decretos reformistas y los cientos de leyes secundarias y anexos a las existentes, al costo de su repudio. Total, todas las buenas ferias tienen payasos y negros para distraer al respetable mientras la truculencia principal sucede.
En lo personal, por debajo del delicioso encanto del poder público, el precio que paga el signatario capaz de imponer contra-reformas Constitucionales lesivas a las mayorías, será ser acusado como traidor y vende patrias; pero protegido para no ser vinculado a procesos, y, sí, gozando de privilegios.
El rival a vencer no es ninguno de los tres. Una gran virtud de la visión tecnócrata –a la par su debilidad- es promocionar beneficios a partir de personalidades maravillosas, como dicen que es Mid (se le, Meade), y no de intereses, acuerdos y acciones de los grupos que le rodean; como es el caso del Peje, ése que ya sabes quién realmente es, y, con quienes realmente bucea.
Ricanalla, el niño maravilla capaz de subirse a las mayores en menos de un sexenio, acusado de perverso voraz por quienes no pudieron con su ascendente, le quitó al PAN su lastre mojigato conservador, entonándolo con la democracia internacional social cristiana, al calor del solecito vespertino y del cobijo alemán.
Tres de tres por tres son nueve, y, uno, a la vez. Para el Plan de Desarrollo transexenal impuesto de facto durante las últimas 4 décadas a favor del Imperialismo, y, con el modelo Neoliberal agotado, el ungido no será por simpatías con el presidente saliente; sino por ser capaz de resolver al menor costo social el ingreso de México al modelo socialdemócrata, cubriendo la cuota que éste exige: legitimidad de los gobernantes, háigasele como se le higa.
Las mejores estadísticas las tiene Gobernación. E indican que no solo no prende la mecha de Meade, tampoco las precampañas de ninguno de los pre-postulados; a pesar de lo meloso de info-comerciales, de mala tesitura, pero recargadas facturas. Que la mayoría no asista a urnas, tampoco es un problema, pues para eso dice la Ley que gana quien de los asistentes logre la mayoría relativa.
Y, si, documentada una progresiva inasistencia a urnas, entonces gana quien de la minoría obtenga más votos. Bien, tampoco es problema pues es trending topic. Además, para eso así se alinearon las leyes, reconociendo el triunfo por mayoría simple de la minoría absurda. A pesar de ello, La bronca principal del poder sigue siendo su ilegitimidad, pues le suma momios en el concierto de las naciones.
This es the question. Cauta doña Ley dice, que, si el porcentaje de diferencia de votos entre el primer lugar y el segundo es de por lo menos el 5%, entonces el triunfo es incuestionable, aceptado en automático por todos los participantes. Y de chiripazo, es aplicable al conjunto de la Patria y al Mundo. Luego entonces.
Hágase la legalidad, y, la legalidad se hizo. Dado que de por sí la caballada de los nueve partidos viene flaca, la salida de Estado para fortalecer al próximo gobernante de catadura empresarial es coaligar pre-campañas como antesala de candidatos de coalición que cuenten más; como cuando se hace un montón de montoncitos, aunque sigan siendo poquitos.
En otras palabras: acabada la época de tantos partiditos inútiles, ahora sólo tres –o cuatro, o cinco, según entren independientes, que en su momento han de declinar por amor patrio a favor de cualquiera de los tres patitos- refocilen por el 30/40% por ciento del padrón electoral. Y, así, a pesar de tan poquitos votadores, sea ostentosamente legitimado el investido.
¡Sufragio pagado en efectivo, segura reelección! Las tres coaliciones están jugando para ganar con holgura, como no podrían hacerlo los partidos solitos. Y, así, preparados para un futuro de menos partidos y menos representantes congresistas, avalar la continuidad del programa impuesto. Con una diferencia sustantiva: congresistas, gobernadores y presidentes podrán ser reelectos, ¡hasta que el destino los alcance!