BRODER POUR LA PAIX
Los que han muerto en la “guerra de presidente (Felipe) Calderón” tienen su nombre bordado con hilo rojo y aquellos que están desparecidos se zurcieron con hilo verde porque todavía hay la esperanza de encontrarlos, “debe de haberla pese a lo que se diga”, sostiene la historiadora mexicana Georgina Moreno, una de las impulsoras del colectivo Broder pour la paix (Bordando por la paz) en Francia.
Se refiere a la exposición de pañuelos que han sido bordados por manos mexicanas y que recientemente se exhibió en la galería parisina Art et Planète (Arte y Planeta) propiedad de otra mexicana, Cynthia Bozikian, con mensajes para las víctimas de la violencia en México.
Broder por la paix, es la respuesta solidaria de mexicanos radicados en Europa para con las víctimas que en México se han dado “de norte a sur”.
En París se exhibieron 22 pañuelos que fueron zurcidos en las plazas públicas de diferentes estados de la República Mexicana. “Se bordaron como un acto de amor, resistencia y rebelión para mantener la memoria de las víctimas y contra el olvido”, sostiene la académica. La colección de 22 pañuelos de manta ya recorrió las ciudades europeas de Bruselas, Bélgica, Barcelona, España y París, Francia.
Entre las telas exhibidas, que tienen un orden de distinción: hilo rojo para los fallecidos y verde para los desaparecidos, la mayoría son mensajes de repudio por la muerte de ciudadanos que en México los llaman víctimas colaterales. “Gabo, no debiste morir”, bordó la madre de un adolescente en Morelos, asesinado en una balacera.
También están los dirigidos a activistas como la oaxaqueña Alberta Cariño, del Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos (CACTUS), asesinada en el 2010 junto con la finlandesa Jyri Jaakkola. El bordado fue realizado por miembros del colectivo Obreras Insumisas. En la colección destacan los pañuelos con mensajes para las víctimas de Veracruz, donde según los bordadores, conviven la complicidad, la impunidad y la indolencia.
Uno de ellos, para las veracruzanas Ernestina Ascensión Rosario, fallecida en el 2007 tras una supuesto abuso sexual de militares en la sierra de Zongolica y la periodista Regina Martínez, asesinada el 28 de abril en Xalapa, Veracruz. “Cómo Ernestina Ascensión, merecías una muerte digna. Estamos en deuda contigo, Regina Martínez, eres una gran mujer, una gran periodista, una gran mexicana”. Uno más, bordado en hilo rojo habla de los compañeros fotoreporteros que fueron asesinados en el puerto de Veracruz, unos días después del homicidio de Regina Martínez.
El pañuelo lleva la fecha del hallazgo de los cuerpos, 3 de mayo: “El día de hoy fueron encontrados los cuerpos de cuatro personas en bolsas de plástico en el Canal de la Zamorana, en el puerto, desmembrados y con señales de tortura. Fueron identificados como Guillermo Luna y Gabriel Huge, foto-reporteros, Irasema Becerra y Esteban Rodríguez, reportero. Ella, empleada de un diario local. A siete días del asesinato de Regina. Con siete periodistas brutalmente asesinados durante el mandato del actual Gobernador. La indolencia, la complicidad y la impunidad conviven”.
Otros lienzos narran la muerte de personas en Nuevo León, Baja California, Tamaulipas, Puebla, Jalisco, Colima, Coahuila, Morelos y Chiapas. La exposición de Broder por la paix se acompaña con la exhibición de videos elaborados por la organización EmergenciaMX, con sede en Bruselas y formada profesionistas y estudiantes mexicanos radicados en Europa que se agruparon para elaborar documentales con testimonios sobre la violencia en México, y en especial de la lucha de las víctimas o sus familiares pidiendo justicia.
ADIÓS AL SANGUINARIO
“Bordar un pañuelo por las víctimas no las va a regresar con sus seres queridos, tampoco va a detener la guerra desatada por el gobierno mexicano pero si es un acto de resistencia, de repudio, es un reclamo también de los que vivimos en Europa y vemos lo que sucede en nuestro país y es un recordatorio a (Felipe) Calderón que se va en medio de la masacre, la peor en la historia reciente de México”, reitera Georgina Moreno, quien también es impulsora de la asociación #132Académico, integrada por profesores, investigadores y cursantes de postgrado en diversas universidades francesas.
Estos lienzos no sólo se están bordando en México, sino también en el extranjero porque hay círculos de bordadores – hombres y mujeres- en Tokio (Japón), Barcelona (España), Milán (Italia), Seatle, San Diego y Nueva York (Estados Unidos), Dunham (Gran Bretaña), Córdoba (Argentina) y en Quimper (Francia).
A estas fechas, la colección de pañuelos ya debe estar de regreso en territorio mexicano para que a finales de este mes sean colocados cerca de la residencia oficial de Los Pinos como “despedida” a Calderón Hinojosa. Este adiós se hará con pañuelos, no agitándolos al aire como un adiós nostálgico por su partida sino llevándolos a la residencia oficial de Los Pinos o a Palacio Nacional “para recordarle a las víctimas de su guerra absurda”.
“Le diremos adiós con pañuelos, es una forma de recordarle a él que se va en medio de la masacre más espantosa de la historia reciente del país, que deja al país arrodillado y con luto en miles de familias”, señala Moreno Collado al referirse a las cifras sobre muertos y desaparecidos en la administración calderonista. En cada país se prevé llevar las telas a las embajadas y consulados mexicanos el último día de noviembre y el primero de diciembre cuando asumirá la Presidencia de la República, el copetón Enrique Peña Nieto, al que, obviamente, recibirán “con pañuelos”.
OTOÑO PARISINO
El frío ya cala en el otoño parisino que apenas comienza. Es sorprendente recorrer la Seine cuyas aguas en algunos tramos se tornan rojizas por el reflejo de los arboles todavía vestidos de hojas que están teñidas de purpura antes de desprenderse. La temperatura diaria oscila en los seis grados durante el día y 2 grados en la noche pero empeorará conforme se acerque el invierto, es el pronóstico. Los días son extremadamente cortos: amanece a las ocho y oscurece a las 5 de la tarde.
Sin embargo, como dijo el escritor Ernest Hemingway en su libro “Paris era una fiesta”, en este tiempo la ciudad invita a refugiarse en los cafés y brasseries (cervecerías), a leer, escribir y a cultivarse, observando desde el cristal a la gente deambular en las calles heladas y bajo la tristeza que se echa encima de todos con las primeras lluvias que anticipan el invierno. Y pese a ello, el encanto no desaparece. “Llegar a todo aquel nuevo mundo de literatura, con tiempo para leer en una ciudad como París, es como si a uno le regalaran un gran tesoro”, aseguraba Hemingway y tenía toda la razón.