LOS AGARRÓ DESCANSANDO
La tormenta tropical Fernando que azotó a la entidad veracruzana provocando la muerte de trece personas y dejando una estela de daños en más de un centenar de municipios, la mitad de los 212 existentes, también puso al descubierto la desidia de las autoridades estatales que no previnieron sobre el meteoro y sobre todo exhibió la negligencia de los funcionarios a los que el vendaval agarró descansando el fin de semana y que no se molestaron en interrumpirlo para venir a atender la emergencia. Fue hasta un día después que reaparecieron para lanzar boletines y promesas tratando de sustituir su ausencia en las horas de calamidad.
Como ya se ha documentado en la prensa –la no oficialista, claro- no hubo previsión para atenuar el impacto, apenas una “alerta gris”, argumentan en su defensa los funcionarios, pero fue tan gris como ellos mismos. En esta casa editorial ya se ha denunciado la negativa de la vocería estatal para emitir los comunicados de protección civil como parte de su encono personal contra el periódico y ahora esa misma actitud se reprodujo en todos los medios pues ni siquiera el boletín de alerta tenía preparado la caprichosa funcionaria, la cual también andaba disfrutando de su fin de semana.
En resumen: no previeron, no reaccionaron y no funcionaron. Mientras el vendaval azotaba la entidad no había autoridad que estuviera al pendiente. A la media noche del domingo se emitió un boletín de una sesión fantasma de Protección Civil pues nunca existió. Fue hasta el medio día del lunes que reapareció el gobernante en turno para hacer el recuento de muertos y de los daños al encabezar una “sesión de emergencia” del Comité Estatal de Protección Civil. ¿Qué no habría sido mejor hacer la sesión preventiva? Al igual que el patrón muchos subalternos, incluidos los recién nombrados en el gabinete, demostraron que no sirven ni para “echar aguas”, como dicen los jovenzuelos.
La encargada de Protección Civil, Nohemí Guzmán, enmudeció y desapareció. Nadie la pudo localizar el domingo cuando Fernando azotaba el territorio veracruzano al igual que al flamante titular de la ahora Secretaría de Infraestructura y Obra Pública, Gerardo Buganza Salmerón que se encontraba en su rancho atendiendo su zoológico personal. Ahora los dos tratan de esconder su ineficacia con boletines insulsos. Una perla es el emitido la mañana del lunes por Buganza en el que aseguran que están laborando para despejar nueve rutas hacia Misantla y Yecuatla, e incluso alardea que se usa una excavadora modelo 320D -¿qué será eso?, ¿servirá para devolver la vida a los muertos?-.
Vaya frivolidad del persignado funcionario ya que en su comunicado no dedica un sólo párrafo para informar sobre los fallecidos A ellos los alude indirectamente con seis palabras al hablar de la maquinaria que usan para hacer la “limpieza”, la cual servirá “si es necesario, (para) realizar labores de rescate”. Es todo, las trece vidas perdidas no le mereció más. En varios puntos del estado los damnificados protestaron por la falta de avisos preventivos de las autoridades y la indiferencia para tender los llamados de auxilio. El secretario de Gobierno, Erick Lagos está pasmado para atender a los manifestantes. No tiene argumentos para justificar la falta de previsión y sobre todo la falta de acción del gabinete pues todo estaba ausente. Algunos incluso estaban fuera del estado y del país, gastándose el dinero público.
El único papel que ha hecho el nuevo titular de la Secretaría de Finanzas y Planeación, el ex panista Fernando Charleston, es integrar la petición para que se mande dinero del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden). La indolencia es tremenda pues les apura el dinero que llegará, no la tragedia humana que está enfrente a sus ojos. Del nuevo secretario de Desarrollo Social y Humano, Alberto Silva tampoco nadie daba cuenta. Aunque el daño humano y de infraestructura más importante se dio en el norte del estado que hoy sigue todavía en medio del agua y llorando a sus muertos, en la conurbación Veracruz-Boca del Río se dio una inundación espectacular como no había sucedido desde el 2010.
Ahí los alcaldes también demostraron que sirven de poco en tiempos difíciles pues fueron sorprendidos en su descanso por la tormenta pero no lo interrumpieron. Por cierto, una vez más se demostró que es un fraude el contrato que el director del Sistema de Agua y Saneamiento (SAS), José Ruiz Carmona dio a la empresa del ex gobernante, el innombrable – manejada por su prestanombres, Oliver Olea- para monitorear con cámaras web los cárcamos de la conurbación con el fin de prevenir inundaciones. Los tres municipios –Veracruz-Boca del Río y Medellín de Bravo- se inundaron y nunca hubo aviso de alerta cuando los cárcamos se saturaron, lo que confirma que los 300 mil pesos que les paga mensualmente a estos pillos desde hace tres años –más de diez millones de pesos hasta la fecha- es dinero que se va a las alcantarillas.
COMO BARRANCA GRANDE
Es certerísimo aquello de que las tormentas siempre traen desventuras pero también sirven para sacar a flote la cloaca. Y como siempre sucede, las catástrofes castigan a los más pobres. El paso de la tormenta Fernando desgajó un cerro en el poblado Roca de Oro, en el municipio de Yecuautla, y sepultó viviendas, cobrando la vida de nueve personas, lo que hace recordar a la tragedia en la comunidad Barranca Grande del municipio de Ixhuacán de los Reyes en septiembre del 2008 cuando un alud de piedra y lodo sepultó varias viviendas, causando la muerte de dos personas.
El Gobierno de la fidelidad declaró inhabitable al poblado y ordenó la evacuación permanente de los 2 mil habitantes a una nueva comunidad que se crearía, llamada Barranca Nueva. Los desalojados vivieron dos años en un salón de usos múltiples de la cabecera municipal y refugiados con familiares hasta que les entregaron casas de cartón, sin agua potable, sin pavimento, sin electricidad y sin drenaje pese a que la federación envió a Veracruz 79 millones de pesos para ese proyecto. Los funcionarios del sexenio anterior se robaron el dinero y entregaron viviendas inhabitables al grado que la mayoría de los reubicados ya regresaron a habitar sus antiguas casas en Barranca Grande pese al riesgo extremo de que en temporada de lluvia se vuelvan a desgajar los cerros.
Desafortunadamente ese es el antecedente de lo que les espera a los habitantes de Roca de Oro. Es la misma historia, son los mismos pobres castigados y son los mismos pillos que esperan ansiosos la llegada del dinero federal para hincarle el diente. Hasta la tarde del lunes ningún funcionario de primer nivel se había parado en Roca de Oro, sólo fue enviado Carlos Aceves, director del Colegio de Bachilleres con la promesa del Gobierno estatal para costear los funerales de las víctimas. ¿No habría sido mejor haber prevenido que pagar velatorios y entierros?
En fin, la tormenta los rebasó y fue hasta ayer martes, dos días después de la tragedia, que arribó el gobernante estatal con toda su parafernalia de lambiscones –todos en helicóptero para no embarrarse de lodo- a los funerales de las nueve personas –tres en Tuxpan y una en Atzalan-. ¿Cuál fue la tónica de ayer? Promesas, promesas y más promesas. Todo se reconstruirá, los afectados serán reubicados , se levantarán supercarreteras, puentes de alta resistencia, se repararán caminos vecinales, se edificarán nuevas viviendas dotadas de todos los servicios, habrá becas y pensiones, la modernidad llegará. Todo gracias al dinero que llegará del Fonden. El mismo discurso que se ha ensayado cada vez que los meteoros castigan a la entidad pero la realidad siempre es la misma: nada se cumple.
DECISIÓN SALOMÓNICA
Un día antes de cumplirse la fecha fijada para dar su veredicto, la Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana (UV) sorprendió a todos con una decisión inédita: la designación de la catedrática Sara Ladrón de Guevara González como rectora para el periodo 2013-2017, y en sustitución de Raúl Arias Lovillo, una de las calamidades que ha azotado a la querida alma mater – vaya, dejará a la universidad como la tormenta tropical Fernando dejó a los municipios castigados, sumida en el lodo y la tragedia-. Y obviamente el veredicto es inédito porque por vez primera una mujer dirigirá la institución donde había prevalecido la misoginia desde su fundación.
Midiendo la distancias y considerando que ha habido excelentes funcionarias, en Veracruz también existen malos recuerdos del paso de muchas mujeres en el servicio público pese a que se les considera más organizadas, ahorrativas y hasta mejores de mejores sentimientos que los varones –basta recordar los casos actuales de las alcaldesas de Veracruz, Xalapa y Acayucan, Carolina Gudiño, Elizabeth Morales y Regina Vázquez, respectivamente, para echar por la borda todas esas teorías de buena fe de las féminas pues resultaron igual de pillas que los alcaldes varones que las antecedieron, aunque claro, estas ediles a duras penas saben leer y escribir, aunque eso no sea excusa para no competer latrocinios-.
Sin embargo, la llegada de Ladrón de Guevara –esperemos que no le haga honor a su apellido- es insólita también porque los integrantes de la Junta de Gobierno optaron por la vía salomónica para sacudirse el velo de desprestigio que había marcado al proceso selectivo donde los intereses de los grupos de poder al interior de la universidad y al exterior, desde el Gobierno estatal y la trasnochada fidelidad, imperaban con sus candidatos y jaloneos. El llamado Cártel de los Sapos o Cártel de las Lomas, comandado por el mismo Arias Lovillo tenía como sus candidatos a Porfirio Carrillo y Leticia Rodriguez Audirac. La fidelidad postulaba a Víctor Arredondo Álvarez, quien fue excluido en la preselección mientras que el Gobierno estatal apuntalaba al director de la Facultad de Derecho en Xalapa, Manlio Fabio Cazarín.
Ninguno llegó pues el nombramiento de alguno de ellos hubiera abonado a la ignominia. La llegada de Sara Ladrón de Guevara, mujer preparada en las letras y la administración pública, siembra esperanzas en la institución que requiere ser rescatada del sumidero donde la dejaron las rectorías de Arias Lovillo y Arredondo Álvarez. La UV se merecer volver a lucir en el contexto de las ideas, la calidad educativa y la investigación, como antaño. La tarea de la rectora será levantar el tiradero que le dejarán.