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El minutero

Superiberia

INSOLENCIA

 La vocera estatal, María Gina Domínguez, está ebria de poder. Se tambalea de la borrachera. Enojada porque la exhiben en su miseria -humana y política, claro, porque en el aspecto financiero disfruta de  la prosperidad- revira furiosa contra periodistas y empresas de medios que la cuestionan. Ya lanzó sentencias de venganza contra los periódicos Diario del Istmo e Imagen del Golfo a quienes acusan de traicionar al gobierno estatal por dar voz a la oposición en el pasado proceso electoral.  Mantiene también encono contra está casa editorial, El Buen Tono, a la que ha tratado de bloquear, y abrió un nuevo frente de guerra contra la cadena de periódicos propiedad del empresario Eduardo Sánchez Macías, quien en uno de ellos El Diario de Tuxpan, publicó la semana pasada un reportaje sobre sus propiedades, aparentemente mal habidas.

Raro caso éste último porque Sánchez Macías no sólo es diputado electo por el Revolucionario Institucional en Martínez de la Torre sino porque, supuestamente, es familiar de la esposa del gobernador en turno. ¿Qué sucedió allí? Sólo se entiende con lo que ya se ha dicho: cuando la perra es brava, hasta los de casa muerde. En la información que se ha difundido sobre la señora Domínguez se habla de la fortuna que acumulada al amparo del poder, que consiste en concesiones de radio,  un periódico, varias páginas electrónicas que facturan cada mes cientos de miles de pesos en contratos  con el gobierno estatal -es decir,  otorgados por ella misma- restaurantes, tiendas, salones de fiesta y residencias adquiridas en zonas de alta plusvalía.

 Mujer de emociones fuertes y riesgos elevados, Domínguez no puede negar su pasado. La persigue el fantasma de Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo -que sigue preso en Estados Unidos por nexos con el crimen- de quien fue su vocera y allegada. Por cierto, recientemente varios compañeros periodistas de Quintana Roo que coincidieron en una reunión efectuada en la Ciudad de México relataron la forma en que la señora huyó de aquella entidad cuando fue echada vergonzosamente por inmiscuirse más allá de lo debido con los poderosos. Uno de los colegas sostiene que no salió en avión -a donde supuestamente la fueron a subir personal de la ayudantía del gobierno estatal para asegurarse que se fuera del estado- ni siquiera en un autobús.

 El comunicador jura con la mano sobre la biblia que él mismo la sacó en la cajuela de su coche pues le pidió el favor para evadir a quienes la estaban localizando. Tanta era la prisa por irse de Cancún y mucho el miedo de ser encontrada que no le importó ocultarse en el maletero durante el “aventón”. ¿Pues qué habrá hecho?  Vaya,  las cosas que llegan a descubrirse.  A el affaire de Quintana Roo se suma su  cercanía con otros pillos que gobernaron la entidad veracruzana en el sexenio pasado, a los cuales traicionó para colgarse a la administración siguiente, es decir, al sexenio actual, en el que ha acumulado una influencia muy elevada en la clase priista y en el escenario mediático -el oficialista, claro-.

Sin embargo, la posición alcanzada no la ha convertido ni en mejor persona ni en mejor profesionista. Las pifias en su desempeño la coronan y también cada día le pesan más a su jefe.  Aún así,  se cree todopoderosa y ahora, hasta infalible. Su insolencia es tanta que pese a la estela lodosa que ha dejado en los tres años de vocería -en los que ha traicionado todo principio ético aprendido en la clase y también toda regla básica de la buena redacción- ¡¡se atreve a dictar clases de periodismo!! El pasado fin de semana hizo circular una carta llena de epítetos y ataques contra el periodista Luis Velázquez, catedrático de la Facultad  de Ciencias de la Comunicación (Facico) de la UV, maestro de muchas generaciones de comunicadores y una de las plumas más respetadas. 

La aventurada misiva fue por lo que se ha publicado, también sobre el  peculio y los excesos de la funcionaria, en el portal http://www.blog.expediente.mx/, dirigido por el maestro Velázquez. No tiene caso repetir las insolencias lanzadas, tal vez destacar que lo único cierto es que alguna vez estuvo sentada en un pupitre oyendo la clase del maestro Velásquez, y se aclara que “sólo oyéndola” porque no aprendió nada. Es más, lo que en verdad le debe pesar al maestro Luis no son los párrafos llenos de ira que le dirigió la vocera estatal, sino el haber hecho público que fue su alumna. Eso sí es un quemón: que el mundo sepa que le trató de enseñar algo a uno de renglones torcidos de Dios y su cátedra fue desperdiciada.  ¿No es como para avergonzar a cualquiera?

 También dice la señora Domínguez que puede ver de frente e incluso sostener la mirada a cualquiera de los periodistas veracruzanos porque tiene su alma limpia y la conciencia más tersa que la nalga de un bebé. ¿Podría mirar, si se diera el caso, de frente a Regina Martínez o a Yolanda Ordaz a las que difamó con sus boletines en las que las acusaba de ser responsables de su propia muerte? ¿Miraría de frente a Miguel Ángel López Velasco que en una ocasión la rescató cuando la interceptaron los delincuentes pero que durante su sepelio en el 2011 se burló de su muerte diciendo que eso le pasaba “por escribir lo que escribía” -uno de los testigos de esa mofa es Tonatiuh Pola, hoy diputado local electo-?

¿Se atrevería a mirar de frente a su amigo -porque trabajó con ella durante varios años- el reportero Víctor Manuel Báez, también asesinado y del cual permitió que se difundiera la especie de que estaba involucrado con el crimen organizado?, ¿miraría a todos aquellos de los que pidió su despido, que fueran castigados, que los movieran de fuente o les censuraran notas porque no le gustaba? Obviamente que no. La vocera sólo habla al calor de la borrachera de poder que la hace ser insolente y desbocada. Y de su fortuna personal poco se puede abundar pues se le acusa de ser corrupta, no tonta y para salvar el obstáculo siempre existen los presta nombres, aunque una auditoría seria no la soportaría jamás. 

Pero volviendo al caso de la baladronada contra el maestro Velásquez, salvo que se atreva a emprender alguna agresión directa contra él -de la que es muy capaz y desde ahora ya está responsabilizada si se aventura- lo que diga es irrelevante, pura palabrería. En menos de tres años, la señora Domínguez tendrá la resaca del poder que hoy presume y en un poco más, será sólo un pésimo recuerdo y por supuesto, una vergüenza para el gremio periodístico -lo que ya es desde ahora-.  Desde este espacio va  nuestra solidaridad y respeto al maestro Luis Velásquez. Muchos de los que hoy estamos en la brega periodística recordamos sus clases y con orgullo podemos decir que tratamos de aplicar lo que le aprendimos en las aulas de la querida Facultad de Ciencias de la Comunicación, nuestra alma máter.

 

POR LA PUERTA DE ATRÁS

 Y precisamente hablando del alma máter, el destino alcanzó al todavía rector de la Universidad Veracruzana (UV), Raúl Arias Lovillo que el viernes pasado no pudo rendir su último informe  de labores pues un grupo de estudiantes que bloquearon los accesos al edificio de la Unidad de Servicios Bibliotecarios e Informática (USBI).  El repudio del alumnado marcó su despedida. Así, por la puerta trasera, Arias Lovillo y sus invitados tuvieron que salir huyendo e irse a refugiar en un escenario improvisado en la Facultad de Contaduría. Es la consecuencia de todas sus acciones contra la casa de estudios, los maestros que pugnaban por hacerla digna y especialmente contra los estudiantes que se atrevían a cuestionarlo. En los años que gobernó a la universidad no reparó en reprimir a los que señalaban deficiencias en el modelo educativo, la calidad de las cátedras o la investigación.

A muchos alumnos los expulsó y a otros los persiguió usando como instrumento de presión las calificaciones y documentos oficiales. No hay que olvidar los casos de los que criticaron el famoso Modelo Educativo Integral y Flexible (MEIF) que resultó un desastre y ocasionó el desplome de la UV frente a otras instituciones de educación. Arias Lovillo también dio la espalda y hasta acusó de vandalismo a los estudiantes que durante la fidelidad “tomaron” camiones del servicio urbano para protestar por el aumento de pasaje que dañaba su economía.  En su rectorado se negó a condenar los casos de catedráticos, estudiantes e investigadores secuestrados o asesinados por la delincuencia organizada pese a que él mismo sufrió los embates de la misma, cuando su hija fue plagiada -según trascendió- y tuvo que pagar un rescate millonario para su liberación.

 Desde entonces la sacó del país y la tiene viviendo entre Canadá, Estados Unidos y Europa. ¿A cargo del erario universitario? Muchos juran que sí.  Nunca se solidarizó ni alzó la voz para hablar por los estudiantes víctimas de la inseguridad en los campus universitarios, donde sufrían robos de vehículos, asaltos a mano armada y extorsiones. Se mantuvo en silencio y también ignoró los casos  de estudiantes de medicina y enfermería que fueron plagiados por el crimen organizado para obligarlos a atender a los delincuentes heridos en los enfrentamientos. Guardó silencio criminal con tal de no molestar a los gobiernos en turno.

 Todo lo anterior sin considerar los señalamientos de corrupción y saqueo de las arcas universitarias, la vida de lujo de sus dos hijos que viven en el extranjero becados, supuestas cuentas millonarias en bancos españoles, propiedad en universidades privadas y otras cosas indecorosas.. Claro, la protesta contra Arias Lovillo se dio al calor del proceso de renovación de la rectoría y su maniobra para que sea beneficiado con el cargo su secretario académico, Porfirio Carrillo. Según  algunos defensores de Lovillo, la protesta del viernes tiene la autoría del gobierno y del innombrable como desquite porque se excluyó de la terna de posibles sucesores al impresentable Víctor Arredondo Álvarez.

 Puede ser verdad aunque es curioso pues ahora Arias Lovillo  acusa -a través de notas pagadas desde su departamento de comunicación social- a estos dos personajes de armarle el espectáculo cuando a ambos les sirvió con devoción dejando la dignidad  personal a un lado y lo peor, poniendo a la UV al servicio de sus intereses. Lo real es que la posible manipulación de los estudiantes que se manifestaron no quita valor ni veracidad a las acusaciones de corrupción y deplorable rectorado que le lanzaron. Estos señalamientos se los ganó a pulso en los más de ocho años que ha estado en el cargo. El tiempo se encarga de poner a cada quien en su lugar -o sacar a cada quien por donde merece- y la salida de Raúl Arias de la UV no será ni gloriosa ni dorada como la soñó, simplemente se irá por la puerta de atrás. 

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