Gustavo Obregón Vargas
Columnista
CDMX.- Como ya muy bien sabes la historia, todo comenzó hace poquito más de 2 mil años, cuando en aquella mágica e inolvidable noche, en un humilde portal de Belén, María dio a luz a Jesús, “El Salvador”, para salvarnos de nuestros pecados y alcanzar el Reino de los Cielos; el Arcángel Gabriel se apareció ante un grupo de pastores cerca del lugar para anunciarles la gloriosa llegada del Mesías y acudir a adorarlo; los 3 Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar, siguieron la mítica “Estrella de Belén” desde Oriente hasta llegar a ese pesebre para también venerarlo, ofreciéndole oro, mirra e incienso; el Padre Creador y todo el Reino de los Cielos se regocijó de solemne júbilo, así como el mundo entero, y etc.
Sin embargo, en este aún joven Siglo XXI, el verdadero significado de lo que llamamos “Navidad” (El Nacimiento de Cristo) muy tristemente se ha ido perdiendo, el Niño Jesús ha sido claramente desplazado por: a) El carismático Santa Claus o Papá Noel y sus renos voladores, b) el bello y luminoso arbolito navideño, c) ostentosos regalos a costa de una enorme deuda crediticia, y d) beber y comer durante todo el famoso maratón “Guadalupe Reyes” hasta que el cuerpo aguante. ¡Válgame Dios! ya ni los villancicos o canciones navideñas, que tanto le cantan al popularísimo San Nicolás como al pequeño Nazareno, figuran en la gran cena de Nochebuena ni en muchas posadas. Y ahora, hasta poner los muñequitos del Nacimiento bajo el pino ya está quedándose en el olvido, pero Frosty, Rodolfo y Santa nunca faltan por toda la casa y hasta en el estacionamiento. ¿Pero por qué ha sucedido esto? ¿alguna vez lo has reflexionado? Yo te doy la respuesta. El poderoso consumismo compulsivo, impulsado por la globalización y digitalización, se ha encargado de disolver más y más a la base de toda una nación: LA FAMILIA.
Hoy en día, casi todas éstas están muy carentes de elementales principios y valores como el respeto, la unión, armonía, honestidad, comprensión y el más hermoso de todos: el amor, empezando con uno mismo, para sentirlo y transmitirlo óptimamente hacia los demás. La fe, incluso en la gran temporada Lupita Reyes, año con año ha ido perdiendo fuerza.
La mayoría de los hogares, y tal vez el tuyo no sea la excepción, malentienden el valor navideño de la generosidad con vistosos bienes materiales como un iPod o una bolsa de marca, cuando este atributo es mucho más sencillo de practicar: ayudar a una abuelita a cruzar la calle, cederle el lugar a una mujer embarazada, regalar una cobija al necesitado de cubrirse del frío, ser solidario ante un desastre natural, etc. Dice un proverbio chino más o menos así: “Una buena Nación es el reflejo de una buena sociedad, pero que esta buena sociedad también es el reflejo de una buena familia”, traducción, y que yo también lo creo, el buen ejemplo comienza desde el seno del hogar, con la mayor influencia e imagen de todo pequeño: sus padres, y así forjar una familia sólida y bien estructurada desde sus cimientos. La familia es el mayor emblema del amor, tu mayor tesoro en vida, de ahí la vital importancia de la celebración del Nacimiento de Jesucristo, quien no sólo nació en ese pequeño portal, sino también en cada núcleo familiar, como símbolo de fe, esperanza y fortaleza. El humilde carpintero creció junto a María y José lleno de principios y valores.