Por: Gilberto Nieto Aguilar / columnista
Evoquemos la Navidad
Una visita al Bosque del Ciclo Verde nos hizo evocar imágenes infantiles llenas de regalos, colorido, música y momentos especiales junto a la familia, que seguramente muchos guardan en el baúl de sus recuerdos. La algarabía de los días decembrinos, las posadas, las fiestas juveniles y de adultos, las vacaciones, la llegada de familiares, la casa en movimiento, los regalos en cajas vistosas, traen polvos de añoranza a los recuerdos.
En las raíces centenarias, el centro de la Navidad es la celebración del Nacimiento de Cristo, cuyo largo evolucionar a través de 20 siglos ha ido incorporando costumbres de diversos países de cada rincón del mundo hasta nuestro tiempo. Tal vez en la última década se ha perdido un poco la espiritualidad e incorporado bastante sentido consumista y mercantil, rechazando buena parte de las fantasías que antaño fueron las delicias de los menores y de los adultos también.
Es muy rico el capital acumulado sobre relatos de la Navidad, desde famosos escritores hasta otros que intentan mantener el espíritu navideño como una llama encendida. Ignacio Manuel Altamirano nos deleita con su hermoso relato “Navidad en las montañas”; Charles Dickens recrea a Mr. Scrooge en su “Cuento de Navidad”, el hombre malvado y huraño que cambia su manera de ser durante una fría Navidad debido a la visita de tres fantasmas que le hacen ver su pasado, presente y futuro.
Hoffmann (El cascanueces), el Dr. Seuss (¡Cómo el Grinch robó la Navidad!), L. Frank Baum (Vida y aventuras de Santa Claus), J.R.R.
Tolkien (Las cartas de Papá Noel), los Hermanos Grimm (Hansel y Gretel) junto a muchos personajes famosos que nos han entregado sus ensueños: Hans Christian Andersen, Pío Baroja, Gustavo Adolfo Bécquer, Blasco Ibáñez, Ray Bradbury, Anton Chéjov, Rubén Darío, Gabriel García Márquez, Amado Nervo, Óscar Wilde y una lista interminable de autores de diferentes épocas, nacionalidades y formas de contarnos su fantasía navideña.
Las historias de Papá Noel, San Nicolás o Santa Claus son siempre representadas por el viejecito barrigón vestido con su eterno traje rojo, sonriente, de tez rosada, barba blanca y abundante. No todos gustan de la Navidad, ni todos sienten el mismo placer al evocarla. Las experiencias de cada quien determinan su gusto, su apego o su desinterés. Incluso su rechazo.
Las historias del Nacimiento del Niño Jesús en un pesebre, la estrella de Belem, la Cena de Nochebuena, la llegada de los Reyes Magos y la variedad de escenarios y personajes que se entremezclan en esta época del año, tienen como centro el amor a las personas, la integración familiar, los valores y sentimientos de nobleza que por desgracia ceden cada vez más espacio a la prosaica realidad de la segunda década del siglo XXI.
Como nos dijo con dulzura la señora de Claus al momento de presentarle a nuestros nietos, en la visita al Bosque del Ciclo Verde: “Gracias por cultivar en la imaginación de los niños la fe en la Navidad como una época mágica, y enseñarles que se vale soñar con un mundo mejor”. Eso necesitamos sembrar en los niños de hoy: sensibilidad, amor y respeto, en un mundo de divertida fantasía del que pueden extraer emociones positivas y alegría de vivir.
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