Por: Ing. José Roberto Montalvo Intriago / columnista
Cuando era un niño, siempre veía pasar por mi casa frente al ingenio Constancia a un señor con un bastón, casco amarillo y un acordeón, siempre pasaba todos los días a la misma hora y a veces se detenía en la pollería “La Covadonga”, el negocio de mis padres, a tocarnos y a cantarnos a mi hermana y a mí, era increíble ver a ese señor caminar y caminar ganándose la vida tocando su acordeón, cantando sus canciones y sus corridos en cantinas, en la calle, pero sobre todo en los urbanos, en esos autobuses de “El Palmar”, más increíble fue saber que era ciego y usaba el bastón para guiarse y el casco para no pegarse, pero algo sensacional era verlo en las tiendas comprando su mandado sin ayuda alguna; una maestra de la secundaria nos contó que lo veía haciendo eso en Córdoba en tiendas de autoservicio.
Hoy don Urbano Piedra Sánchez, de 69 años, sigue tocando como lo hacía desde el año 1963, lleva ya 53 años de acordeonista, por sus manos ya pasaron 12 acordeones, don Urbano conoció el amor apenas en el año 2006, donde conoció a la señora Blanca Flor Quezada Valencia de 49 años, ¿saben dónde se conocieron? Se conocieron en la Fundación Roma para ciegos en Córdoba, en un curso de braille, y ¿saben qué? En efecto, la señora también es invidente desde los dos años, una pareja definitivamente excepcional que ha sabido complementarse y apoyarse.
En 1960, con apoyo de la Unión Cañera, le pagaron todos los gastos para llevarlo a México a un trasplante de ojo, así me lo dijo don Urbano, pero infiero que fue de córnea, uno de los primeros trasplantes que se hicieron en el País y el cual costó en aquella época mil pesos, por desgracia no se tuvo el éxito esperado. Cabe destacar que sí conoció la luz del día y algunos colores a la edad de los seis años, me imagino que a partir de esa edad fue avanzando su ceguera al grado de ser total. Su esposa sí ve aún la luz, pero sólo eso.
Regresemos a los inicios de Urbano en la música, me platica que su papá era panadero y fue él quien le compró su primer acordeón y su maestro fue el señor Miguel Hernández Corona, originario de San José de Gracia, con oficio de marimbista; bastaron sólo ocho clases para que dominara a la perfección el acordeón; hoy en día tiene en su memoria alrededor de 500 canciones y un repertorio de ellas en escritura braille.
Actualmente, es triste ver a este personaje orgullosamente tezonapeño viviendo, valga la redundancia, como vive, con mucha necesidad, en una casa de madera a punto de caer, atrás del ingenio Constancia, una empresa de clase mundial; es triste que no reciba apoyo alguno, solamente me platica don Urbano que le dan lo de “65 y Más” y ya, hace un año a la fecha comenzó a enfermarse, a olvidar cosas, un médico le diagnosticó Alzheimer, pero sólo así, sin estudio alguno, dijeran por ahí: “a ojo de buen cubero” le dijo que eso podía tener, una persona importante lo apoyó para ver a un neurólogo, pero sólo eso, le recetaron medicamentos y unos estudios que, por su pobreza, lógicamente, no pudo comprar.