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El hambre, la salud y la guerra

Superiberia

 Por: Gilberto Nieto Aguilar  /  columnista

Leyendo a Yuval Noah Harari, autor de “Homo Deus. Breve historia del mañana” (Random House, México, 2017), me interesé por el contenido de las páginas 30 a la 32, el cual expongo a continuación:

El hambre, las enfermedades y la guerra probablemente continuarán cobrando millones de víctimas en las próximas décadas. Sin embargo, ya no son tragedias inevitables fuera de la comprensión y el control de una humanidad indefensa. Por el contrario, se han convertido en retos manejables, lo que no minimiza el sufrimiento de centenares de millones de humanos afligidos por la pobreza, que cada año sucumben a la malaria, el sida y la tuberculosis, o de los millones atrapados en círculos viciosos violentos en Siria, Congo o Afganistán.

A lo largo de la historia, la gente consideró que estos problemas eran irresolubles, de modo que no tenía sentido intentar ponerles fin.

La gente rezaba a Dios pidiendo milagros, pero no intentaba seriamente exterminar el hambre, la peste y la guerra. Las reformas económicas, la investigación médica y las iniciativas de paz han reducido sus efectos durante el siglo XX. Si la gente las continúa padeciendo, no se puede culpar a la naturaleza o a Dios. En las manos y la voluntad humanas está hacer que las cosas mejoren.

Valorar la magnitud de los logros conlleva otro mensaje: la historia no tolera un vacío. Si la incidencia del hambre, las enfermedades y la guerra se está reduciendo, algo acabará ocupando su lugar en la agenda humana.  Será mejor estar pendiente de lo que pudiera ser para no ser sorprendidos por una nueva calamidad. ¿Qué sustituirían al hambre, la enfermedad y la guerra en las siguientes décadas del siglo XXI?

Un proyecto central podría ser proteger a la humanidad y al planeta en su conjunto de los peligros inherentes al poder humano. El hombre ha conseguido poner bajo relativo control al hambre, las enfermedades y la guerra gracias al crecimiento económico que proporciona comida, medicina, energía, materias primas y cierta estabilidad política. Pero este mismo crecimiento desestabiliza el equilibrio ecológico del planeta de muchísimas maneras que apenas se han comenzado a explorar.

La humanidad ha tardado en reconocer este peligro, y hasta ahora ha hecho muy poco al respecto. A pesar de toda la información sobre contaminación, calentamiento global y cambio climático, la mayoría de los países no han hecho todavía ningún sacrificio económico o político serio para mejorar la situación. Cuando llega el momento de elegir entre crecimiento económico y estabilidad ecológica, políticos, directores de empresas y votantes casi siempre prefieren el crecimiento económico.

¿Contra qué otra cosa tendrá que luchar la humanidad? Los humanos rara vez se sienten satisfechos con lo que ya tienen. La reacción más común de la mente humana ante los logros no es la satisfacción, sino el anhelo de más, de algo mejor, mayor, más apetitoso. Seguramente se enfocará en superar la vejez, buscar la felicidad y tal vez ganarle tiempos a la muerte. Sentencia preocupado el autor israelita que, después de haber elevado a la humanidad por encima del nivel bestial de las luchas por la supervivencia, ahora intente transformar al Homo sapiens en Homo Deus.

gilnieto2012@gmail.com

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