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El ser humano es la medida

Superiberia

 Por: Gilberto Nieto Aguilar   /  columnista

La democracia tiene aspectos excelentes junto a otros sombríos y decepcionantes, según la práctica de cada pueblo. Alegan sus defensores que a pesar de los defectos e imperfecciones que se le achacan, es lo mejor que el ser humano ha creado para convivir en armonía, con un Gobierno que decide la mayoría, participación informada de la ciudadanía y potestad del pueblo para “desfacer entuertos” y reencaminar las políticas públicas.

¿Será cierto esto? Algunos arguyen que decepciona precisamente porque “persigue y anuncia ideales inalcanzables”. En comparación con el ser humano, la democracia se le asemeja por su naturaleza siempre inacabada, siempre perfectible, siempre innovadora, pero también, bastante maleable. El conflicto es parte de su propia dinámica, de su propia naturaleza.

Los ciudadanos son los que deben marcar las pautas de la política a seguir. La participación ciudadana debe romper el desencanto que causan la apatía, la desconfianza y la frustración. Sobre el particular, comenta Ulrich Ritcher en “De la protesta a la participación ciudadana” (Océano, México, 2014) que las experiencias de los últimos años «son claro ejemplo del esfuerzo que realizan los ciudadanos en busca de ampliar y fortalecer el ejercicio de derechos».

Según Robert Dahl (“La democracia. Una guía para los ciudadanos”), la democracia debería producir al menos 10 ventajas: evitar las tiranías, promover los derechos esenciales, la libertad en general, autodeterminación, autonomía moral, desarrollo humano (oportunidades), protección de intereses personales esenciales, igualdad política, todo esto dentro de un ambiente de paz y prosperidad.

Daniel Innerarity, en “La política en tiempos de indignación” citado anteriormente, asevera que cuando «la política se muestra incompetente para resolver nuestros principales problemas, puede parecer una provocación». Una provocación al derecho, a la inteligencia. Una desfachatez, una burla cínica. Continúa el autor vasco diciendo «que la política no está a la altura de lo que podemos esperar de ella, y aunque no es inevitablemente desastrosa tampoco deberíamos hacernos demasiadas ilusiones».

En otra parte dice Innerarity, y esto nos queda muy bien, que «gobernar es una actividad que se desarrolla en entornos de baja confianza y alta crítica, en donde el éxito suele ser escasamente reconocido, mientras que el fracaso es amplificado por un gran número de actores que tienen algo que ganar adoptando una actitud cínica».

En otro sentido, Dahl refiere que el principio de la igualdad política presupone la idea de que todos los miembros están igual de bien cualificados para participar en las decisiones siempre que tengan adecuadas oportunidades de instruirse sobre las cuestiones relativas al País, Estado o Municipio mediante la indagación, discusión y deliberación (p. 50).

No cabe duda que los pensadores son los que han movido al mundo. Hoy que existen muchos medios de comunicación impera más que nunca la confusión, creando una paradoja en las circunstancias de nuestro tiempo. La democracia propone algo soñador, es cierto, pero en la vida real el factor que la crea –el ser humano– es el mismo factor que la corrompe.

gilnieto2012@gmail.com

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