Por: Catón / columnista
El Tratado de Libre Comercio, TLCAN o NAFTA, fue para México una especie de revolución que transformó nuestra vida cotidiana. A pesar del cambio de los tiempos nuestro país seguía siendo en muchos aspectos una aldea. Con el TLC empezamos a tener acceso a numerosos bienes y servicios de los que antes carecíamos. Entramos a un mundo globalizado, y eso nos hizo trabajar más y hacernos más competitivos. De ahí derivaron muchos buenos frutos para México y los mexicanos, pese a los ominosos augurios y feroces críticas de los conservadores disfrazados de izquierdistas. Lo mejor que a las tres naciones podría suceder sería mantener ese acuerdo, adaptarlo a nuestra época y aun ampliarlo para aumentar sus beneficios. Desgraciadamente irrumpió en el paisaje ese río de babas que se llama Trump, epítome de la ignorancia y de la estupidez, y ahora el TLC está en peligro. No sé mucho de estas cosas –de todas sé muy poco, o nada- pero tengo la impresión de que nuestros negociadores, con Ildefonso Guajardo a la cabeza, están actuando en las conversaciones sobre el Tratado no sólo con pleno conocimiento de los temas que se discuten, sino con prudencia y energía, y además con dignidad ante la prepotencia y arrogancia que muestran los personeros del atrabiliario presidente yanqui. (Ignoro qué significa “atrabiliario”, pero si la palabra quiere decir “cabrón” está muy bien empleada). Todo indica que el Tratado está en grave peligro. Sería una pena que no resistiera las embestidas de Trump, pues eso redundaría en daño para los tres países signatarios. Es muy fácil decir que podemos buscar otros mercados en Europa, Asia y América, pero lo cierto es que nuestro mercado natural está en el país vecino. Ojalá nuestros representantes logren salvar algo, lo más posible, de este naufragio que los mismos que lo provocan habrán de lamentar…