CÓRDOBA CASTIGADA
Desde tiempos antiguos la ortodoxia política marca que el terruño del poderoso siempre sale beneficiado de ese mismo poder. Es decir, la tierra natal o el sitio donde ha vivido la mayor parte de su vida, aquel que ostenta la supremacía -llámese emperador, rey, ministro, presidente, gobernador o alcalde- obtiene prioridad en los apoyos o gestiones gubernamentales. Sin embargo, tal regla parece que se rompió en Córdoba pues ya va la mitad del sexenio estatal y la ciudad sigue en situación de desastre.
El atraso del municipio en comparación con otros de la misma zona es innegable. La obra pública está paralizada, los grandes proyectos que en su momento anunciaron con fanfarrias como una megaplaza comercial, un centro de convenciones y vaya, hasta la remodelación del mercado Revolución, siguen en meras promesas. Córdoba quedó rezagada también en la cultura y en la proyección turística. Sus eventos no pasan de ser fiestas regionales -por no llamarlas “fiestas de pueblo”- y en los últimos años, la inseguridad pública es su sello y ha ahuyentado visitantes y desaparecido su vida nocturna.
Eso es una paradoja pues el despachante de Palacio de Gobierno se dice cordobés -aunque en realidad nació en el puerto de Veracruz- mientras que el segundo de a bordo, Gerardo Buganza Salmerón, secretario general de Gobierno, también se debe a esta tierra. En el 2010, la algarabía invadía a los más incrédulos pues tenían la esperanza de que hubiera apoyo a raudales para la Ciudad de los Treinta Caballeros y nada llegó. Lo peor es que en los merenderos políticos se mastica la versión de que tras el triunfo del Partido Acción Nacional (PAN) tanto en la alcaldía como en la diputación local, Córdoba será castigada presupuestalmente para los próximos tres años -la alcaldía durará cuatro años pero tres de ellos serán en lo que resta del sexenio estatal-.
El triunfo del panista Tomás Ríos Bernal, quien durante la campaña electoral se unió a la corriente azul que encabeza Miguel Ángel Yunes Linares, provocó berrinches y pataletas en Xalapa, las cuales se traducirán en aislamiento financiero para la ciudad desde Xalapa. “No se invertirá un sólo centavo en una administración panista y mucho menos yunista”, alardeaba en días pasados un viejo priista, cercano al poder y que acostumbra a deambular en los llamados comederos políticos de la capital del estado.
¿Qué significa lo anterior? Que el amago es cerrar el flujo de recursos al futuro alcalde cordobés, restringirle obra pública y regatearle el apoyo a proyectos que beneficiarán a la ciudad, y por ende, la misma continuará en el rezago que la han mantenido en la última década cuando el poder municipal se lo repartieron los priistas Francisco Portilla Bonilla y Juan Lavín Torres. En el jaloneo y los enojos políticos, los perdedores serán los cordobeses a los que les salió poco redituable ser “paisanos” de funcionarios de alto nivel.
Aunque como consuelo podrían considerar que los últimos mandatarios estatales, a excepción, quizás, de Dante Delgado Rannauro, poco o nada hicieron por sus terruños. Por ejemplo, el ya desaparecido Agustín Acosta Lagunes nació en Paso de Ovejas, municipio que sigue siendo un pueblo bicicletero que no recibió apoyo para salir de su pobreza cuando gobernaba su “hijo ilustre”. Es más, al mismo estado le fue terriblemente mal con Don Disgustín, como le llamaba la prensa en su momento, pues éste permitió la proliferación de cacicazgos y bandas criminales que marcaron una época negra en la historia veracruzana.
Su sucesor, Fernando Gutiérrez Barrios lo único que hizo por su lugar de nacimiento, Alto Lucero es añadir su apellido al municipio pues ahora se llama Alto Lucero de Gutiérrez Barrios. No obstante, ese ex gobernador pasó a la historia local como “El Hombre Leyenda” pues logró apaciguar a la entidad al exterminar los grupos delictivos que proliferaron con Acosta Lagunes y otorgó cierta paz a los veracruzanos en tan sólo dos años de su administración -después se incorporó al gobierno federal como Secretario de Gobernación con Carlos Salinas de Gortari y fue sustituido por Delgado Rannauro-. Ese ya es un mérito que muchos le agradecen.
Dante Delgado en sus cuatro años autorizó obra pública a muchos municipios de la zona centro e impulsó obras importantes en otros puntos de la entidad, apoyado por la influencia que en su momento tuvo en la Federación con Gutiérrez Barrios despachando en la Secretaría de Gobernación. De Patricio Chirinos Calero ni siquiera se sabía de dónde era originario pues en su sexenio hubo una escándalo al descubrirse que en realidad nació en San Luis Potosí y no en el norte de Veracruz. Por ello, le importó un bledo beneficiar a su supuesto terruño.
Algo parecido sucedió con el ex gobernador Miguel Alemán Velasco, cuya familia es originaria del sur del estado, del municipio de Sayula de Alemán -por el apellido de su padre, el ex presidente Miguel Alemán Valdés-, lugar que sigue en la miseria. Alemán Velasco nació en el puerto de Veracruz que también poco tiene que agradecerle y en general a sus paisanos de todo el estado les dejó dos herencias envenenadas: una deuda de 3 mil 500 millones de pesos -que ahora parece nada en comparación con los actuales pasivos estatales que estarían alcanzando los 90 mil millones de pesos- y a su sucesor, el innombrable, una catástrofe histórica.
Y precisamente ese último ex gobernante, cuyo nombre no debe ser pronunciado, dejó la entidad saqueada, sumida en la inseguridad pública y arrodillada ante la delincuencia. Convirtió el presupuesto estatal en su caja personal y condenó a siete millones de veracruzanos a vivir endeudados hasta el 2030 -si es que pagan las deudas adquiridas- El abogado y exdiputado local, Sergio Vaca lo definió como “lo peor que le pudo pasar a Veracruz, el huracán que debastó al estado”.
El pueblito donde nació ese personaje, Nopaltepec, donde según sus acomedidos biógrafos vendía embutidos en una canasta y recorría las callejuelas con los pies descalzos, sigue siendo un rancho polvoriento, alejado de la mano de Dios y la civilización. Ni siquiera allí hubo voluntad para destinar fondos públicos que aliviaran la pobreza y el atraso de sus coterráneos. Y qué decir de la cabecera municipal, Cosamaloapan, presa de la migración, la miseria y el crimen. Ese fue su legado para con los suyos. Ahora, Córdoba está en la mira y por la revancha de tipo político-electoral, perderá la oportunidad de recibir un trato digno que le permita superar el atraso de los últimos años.
EL DESOCUPADO
Para colmo de males, el mismo alcalde en funciones, Guillermo Rivas ya dio un anticipo de lo que será el resto del año. Dijo a la prensa local que “ya no hay mucho que hacer, sólo esperar el cierre administrativo”. Traducción: en los cinco meses que restan del gobierno municipal no hará nada. Ya no tienen en qué ocuparse y entonces, el empresario metido a político bien podría irse a su casa para mecerse en una hamaca y esperar el 31 de diciembre para entregar la silla.
Vaya que es una insolencia que un servidor público afirme que no queda nada por hacer cuando la ciudad se cae a pedazos. ¿Qué haría el señor Rivas si un empleado de sus empresas le dice que ya no queda nada qué hacer y por lo tanto estará cruzado de brazos el resto del año? Lo echaría a la calle sin miramientos. ¿O no? Y si el alcalde está desocupado ¡¡pues que agarre una escoba y por lo menos que se ponga a barrer el parque 21 de Mayo para desquitar el salario!! Sus declaraciones son un insulto para todos los cordobeses que con sus impuestos le pagan el sueldo y sostienen a sus colaboradores.
En fin, poco se puede decir y menos se puede esperar de quien anticipa que nada hay por hacer a favor de Córdoba. ¿Será por eso que en los últimos días se ausentó de cargo para viajar al extranjero sin importar lo que sucedía con la ciudad? ¿Se habrá llevado por lo menos el control remoto para continuar manejando la comuna a la distancia? La moraleja del cuento es que aquellos que esperaban un cambio, aunque sea de forma, durante el resto del actual trienio municipal con la llegada de Rivas Díaz -quien sacó el cobre en tan poco tiempo-, simplemente morirán engañados.