Por: Andrés Timoteo / columnista
Dice el presidente Enrique Peña Nieto que hoy los mexicanos viven mejor que hace cinco años, cuando inició su mandato. ¿Alguien está de acuerdo? Afirma que el País tiene ahora “un cambio con rumbo”. ¿En serio? Que se ha combatido la inseguridad y sobre todo la pobreza. Es más, el mexiquense asegura que 2 millones de personas superaron la pobreza alimentaria -cuando no se tiene ni para comer- y hasta se atrevió a decir en al ritmo marcado, en menos de una década se erradicará toda la pobreza en el País. ¿Quién es el incauto que le cree?
Como se anticipó, su quinto y penúltimo Informe de Gobierno fue una sarta de mentiras. Un legajo de cosas irreales, el retrato de una realidad alterna, diferente a la que viven más de cien millones de mexicanos. Y sus dichos ante un escenario controlado -pues no se arriesga a una tribuna abierta donde pueda volarle un tomatazo o un zapatazo- se caen por su propio peso. El llamado “Pacto por México” que fue un acuerdo entre las cúpulas partidista para suplantar al Legislativo, hizo que el País retrocediera más de cien años, a la época del Porfiriato cuando los extranjeros eran dueños de la riqueza petrolera y minera.
Por supuesto que no se está mejor que antes. De la inseguridad pública y la violencia, Peña Nieto no cambió ni un ápice la estrategia del genocida Felipe Calderón en la llamada “guerra contra el narcotráfico”, que ha dejado más de cien mil muertos, 27 mil desaparecidos y medio millón de personas desplazadas. Un ejemplo vale para ello, la Ciudad de México que se consideraba una “isla” en medio de la convulsión en todo el País, ahora está invadida por los cárteles de la droga y en pleno Centro Histórico hay ‘ejecuciones’ perpetradas por sicarios como si se estuviera en Tamaulipas, Veracruz, Michoacán o Guerrero.
Peña dice que han abatido los índices de pobreza, pero todo saben del escándalo surgido haces meses porque funcionarios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) modificaron mañosamente los parámetros de mediciones para disfrazar la pobreza. Uno de esos engaños fue que si los hogares tenían un aparato de televisión, significaba que contaban con recursos suficientes que los sacaban de la llamada “línea de pobreza extrema”.
Sin embargo, esas televisiones fueron regaladas por el Gobierno Federal en el Programa para la Transición a la Televisión Digital Terrestre (PTTD) que fue operado por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) regalando cientos de miles de televisores digitales para que las familias pudieran enfrentar el famoso “apagón analógico”. Así, el propio Gobierno con recursos públicos entregó aparatos de televisión que sirvieron doblemente: para el uso electoral y para contabilizar a menos pobres.
Eso sí, Peña Nieto usó la tribuna para sacar sus miedos políticos -más bien, los temores de toda la rancia clase política- ante la posibilidad de que en el 2018 el voto de los mexicanos lleve al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador a Los Pinos. Sin mencionarlo, pero con el apuro de que el mensaje fuera entendido, advirtió que “existen riesgos visibles de retroceso”.
Hay incertidumbre en el País, pero no para los mexicanos sino para los que han vivido y se han enriquecido del erario porque serían echados del poder, y Peña lo dijo: “el futuro es incierto, pero sabemos a dónde queremos llegar. El pasado es conocido y por eso sabemos qué queremos o qué debemos evitar’’. Es decir, López Obrador estuvo presente en su Quinto Informe de Gobierno, ya que es la amenaza al Estado de cosas y se acepte o no, la opción ante tanta podredumbre de la actual clase política.
LOS FIRMANTES
Mientras tanto, el ‘enemigo a vencer’ sigue creciendo y ayer en la capital del País llegaron todos los convocados para la firma del llamado Acuerdo Político de Unidad Nacional por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Hubo de todo, desde ‘pesos pesados” en política y ética, como la economista Ifigenia Martínez, fundadora del PRD y toda una autoridad en la lucha de izquierda, hasta empresarios, actores y legisladores de otras fuerzas políticas.
Entre los destacados están, por supuesto, la Senadora perredista Dolores Padierna, quien lidera, junto con su esposo René Bejarano, una de las corrientes internas del Sol Azteca, el exsenador y fundador del PRD, Pablo Gómez y la exministra de la Suprema Corte de Justicia la Nación (SCJN) Olga Sánchez Cordero. Entre los frívolos, pero conscientes, dirían algunos, estuvieron los actores Sergio Mayer, exintegrante del grupo musical Garibaldi y productor del espectáculo nudista “Sólo para Mujeres”, Omar Fierro, además de María Rojo, quien ya lleva tiempo en política partidista, pues ha sido Senadora y Diputada Federal por el Sol Azteca.
Aunque en las crónicas de los diarios nacionales no le dieron mucha importancia, hubo tres veracruzanos que firmaron el acuerdo de Morena porque buscan ser postulados a algún cargo de elección popular en el 2018. Uno es el exalcalde jalapeño -originario de Hidalgo- Ricardo Ahued Bardahuil, uno de los fidelistas más recalcitrantes que desde ayer se vistió de moreno. También la excandidata perdedora a la alcaldía xalapeña por el PAN, Ana Miriam Ferráez, cuya familia es concesionaria de varias estaciones radiofónicas que en los últimos doce años no difundieron otra cosa que elogios para la fidelidad.
El tercero es el empresario y exsíndico en el Ayuntamiento de Xalapa, Antonio Ballesteros Grayeb, propietario del Café La Parroquia en Xalapa, quien fue beneficiado por el priismo y por el propio Ricardo Ahued, cuando era Alcalde, al otorgarle a su familia una concesión o por quince años para operar el servicio de grúas de arrastre. Desde ayer, tras estampar su firma en el acuerdo de Morena, los tres son puros y castos, y van a luchar contra la corrupción. Ajá sí. Mientras a nivel nacional hay personajes de valía, Morena en Veracruz se nutre de puro rojo convenenciero.
EL FARSANTE
Y la noticia escandalosa de fin de semana fue para doblarse de risa: el exgobernador Duarte de Ochoa no pudo más y terminó su ‘huelga de hambre’, alegando que su vida estaba en peligro. Ni modo, el ayuno sólo duró 15 días y los que serían beneficiados con ese sacrificio -los cómplices que están presos en el penal de Pacho Viejo, Coatepec- tendrán que conformarse con seguir en la jaula, sin Duarte que los respalde no comiendo.
Todo fue una farsa desde el inicio, y por eso a nivel nacional cuando se supo que el cordobés había iniciado un ayuno, la burla fue generalizada. Duarte es un glotón insaciable y desde que tuvo el poder -y el dinero- se acostumbró a todo tipo de excesos y caprichos. Hasta hoy es anecdótico cuando mandaba helicópteros oficiales desde Xalapa o el Puerto de Veracruz a comprar tortas en La Rielera de Peñuela -las tortas más caras del mundo a razón de medio millón de pesos la hora de vuelo- o viajaba en avión para tomarse un café en un Starbucks de Polanco, Ciudad de México.
Hace un año se supo que Duarte llegaba a derrochar hasta 9 millones de pesos al mes -a razón de 300 mil pesos diarios- en “gastos personales” entre los que se incluían comilonas, viajes gourmets y botellas de licor, especialmente vinos franceses de alta clasificación. Tenía permanentemente a dos cocineras a las que pagaba 25 mil pesos mensuales a cada una para que a diario tuvieran listas sus viandas predilectas. ¿Cómo creerle entonces que duraría en un ayuno cuando le preparaban cinco platillos diferentes por día y todos se los comía? Al margen de lo chusco está el daño que le hace a ese recurso extremo de los verdaderos activistas o víctimas reales de injusticias. Usar la huelga de hambre para fines tan frívolos y falsos como los de Duarte es macular una decisión tan delicada como la utilización del cuerpo y de la vida para protestar contra los abusos del poder. A lo largo de la historia ha habido personajes que por medio del ayuno han obtenido victorias nacionales, como el líder hindú Mahatma Gandhi, quien logró la independencia de la India del Imperio Británico de manera pacífica.
Otros han muerto sosteniendo esa protesta de no comer, como los diez separatistas de Irlanda del Norte que en 1981 iniciaron el ayuno en una cárcel y que duraron entre 59 y 70 días sin probar alimento. Este 2017, 800 presos palestinos en cárceles de Israel hicieron una huelga de hambre durante 40 días por los abusos a los que eran sometidos. Un joven que también realizaba ayuno, pero sin estar encarcelado sino en libertad y para solidarizarse con los reos, pereció en la protesta. Al final, con la intervención del Comité Internacional de la Cruz Roja se puso fin a la huelga de alimentos y se firmó un acuerdo para relajar la rigidez penitenciaria.
Esas son las protestas que valen la pena porque llevan en sí un fin noble y quienes las realizan son auténticas víctimas o personajes que genuinamente buscan poner fin a una situación abusiva, no como Javier Duarte, el ladrón irredento, mentiroso contumaz y farsante como él mismo.
Por cierto, hablando de no comer, la semana pasada el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer el reporte sobre la medición de la pobreza y catalogó a Veracruz entre los primeros cuatro Estados con mayor número de miserables que no tienen para comer diario. La entidad tiene un 62 por ciento de su población en pobreza, lo que supera en veinte puntos la media nacional, que es del 42 por ciento.
Pero un dato indicador es que del 2012 al 2016, es decir, durante el Gobierno de Duarte, el número de pobres pasó de 4 millones 141 mil 800 personas a 5 millones 49 mil 500, es decir, el duartismo hizo empobrecer a 907 mil veracruzanos. Claro, ¿cómo no lo va a hacer si se robaron todo lo que pudieron? Durante el sexenio de Duarte de Ochoa, cada día empobrecieron 414 veracruzanos mientras él se gastaba 300 mil pesos diarios en comidas y diversión.
¿Se acuerdan que en mayo del 2011, a seis meses de iniciado su Gobierno, el cordobés anunció el Plan Veracruzano de Desarrollo, en el que prometió reducir a la mitad el número de pobres? Es decir, se comprometió a que aproximadamente 2 millones de veracruzanos dejarían de serlo al final de su Gobierno, a razón de 91 personas diarias y 2 mil 300 al mes. Nada fue cierto, los pobres que dejaron de serlo es porque emigraron a los Estados Unidos, están muertos o están desaparecidos y en fosas clandestinas. Eso sí hizo, dejar que el crimen organizado se cebara con ellos.
Y la cumbre de la burla se dio el 12 de febrero del 2013, dos años después de aquel anuncio espectacular para acabar con la miseria, cuando su esposa Karime Macías, entonces presidenta del Sistema DIF, acudió a Mixtla de Altamirano, en la sierra de Zongolica para decretar el “Adiós a la pobreza”. Izó una bandera blanca diciendo que 3 mil familias indígenas habían dejado de ser pobres gracias al Gobierno de su marido.
A su decir, ya no había pobres en Mixtla de Altamirano y nadie se podría decir sorprendido si veían por ahí a un mixtleco conducir un automóvil Mercedes Benz o Ferrari -aun cuando ni siquiera hay caminos en la sierra para hacerlo- porque el Gobierno de su marido había acabado con la miseria. Mentira sobre mentira, en Mixtla de Altamirano siguen padeciendo hambre mientras que la señora Macías, la de “sí merezco abundancia”, disfruta en Europa del dinero robado a los veracruzanos.