Por: Andrés Timoteo / columnista
De Niza a Berlín, de Berlín a Heidelberg, de Heidelberg a Estocolmo, de Estocolmo a Londres, de Londres a Charlotteville y de Charlotteville a Barcelona. La ruta andada por los ‘lobos solitarios’ del terrorismo sigue extendiéndose. Ya abarca seis países de Occidente, cinco europeos, además de Estados Unidos donde el pasado fin de semana los supremacistas blancos pro-nazis -que no se diferencian mucho de los terroristas musulmanes- sumaron su primera víctima en el estado de Virginia.
Ayer, esos ‘lobos solitarios’ del islamismo wahabita atacaron en Barcelona, la ciudad más turística de España. Lo hicieron en el paseo de Las Ramblas, una de las calzadas más populares del mundo. Y el método es el más reciente: embestir a la multitud con un vehículo, aplastando a los inocentes sin importar nacionalidad, color, edad, estatus social o género. En Barcelona perecieron 13 personas -según se informaba hasta anoche-, cifra que se suma al conteo sangriento iniciado desde el 2016 –cuando comenzaron los ataques con automóviles como armas- y que a la fecha acumula 119 víctimas.
Los yihadistas no habían golpeado a España desde hace trece años. El 11 de marzo del 2004 hicieron explotar varias bombas en la estaciones del metro madrileño de Atocha, El Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia, provocando la muerte de 191 personas y centenares de heridos. En aquel tiempo no existía el Estado Islámico o Daech como tal, pero sí un grupo que fue parte de su génesis, Al Qaeda, que fue el autor.
Ahora, el Daech se reivindica la masacre de Las Ramblas. El grupo terrorista escogió la ciudad condal para llenarla de horror. Como en las otras ciudades donde la manada lobuna ha hecho de las suyas, las escenas de la tragedia son similares y el patrón se repite: el mayor daño a menor costo al usar cualquier cosa como arma para matar al infiel o cruzado -al que no profesa la religión de Mahoma ni se arrodilla ante Alá-.
“Usen explosivos, si no tienen destrócenles la cabeza con una piedra, apuñálenlos con un cuchillo, arrójenlos al vacío, quémenlos, envenénenlos o aplástenlos con un auto”, fue el llamado de los ulemas del Estado Islámico cuando se fundó el califato terrorista en junio del 2014. Los automotores son las armas popularizadas entre los atacantes terroristas, al ser fáciles de introducir en las multitudes.
Además, los perpetradores tienen un perfil diferente a los clásicos terroristas yihadistas kamikazes, porque los ataques no los ejecutan grupos extranjeros o células perfectamente entrenadas sino que son improvisados, personas enganchadas ideológicamente, regularmente por las redes sociales, que de manera artesanal preparan y realizan los atentados, sin más apoyo externo que la radicalización político-religiosa a distancia.
Por eso es difícil cazar a estos ‘lobos’ y más difícil es detectarlos antes de que se lancen sobre sus presas. Al habitar en suelo europeo, tener nacionalidad europea y estar camuflajeados entre la sociedad, los servicios de inteligencia de los gobiernos tienen dificultades para ubicarlos y desbaratar sus planes de ataque. Algunos proyectos han sido abortados a tiempo, pero otros no, y terminan en tragedias inauditas como la de ayer en Barcelona.
Europa vuelve a estar de luto y el miedo sigue recorriendo el Continente. Se cumple lo que hace un par de años sentenció un vocero del Estado Islámico para España -“la católica y orgullosa que debe ser castigada por sus pecados”-: “No los dejaremos dormir de miedo y horror, les llevaremos el terror hasta la puerta de sus casas”, tal frase pareciera la de un loco y asesino en serie, pero no es más que la Tercera Ley de Newton aplicada a la sociedad planetaria: “A toda acción le corresponde una reacción de igual magnitud y en sentido contrario”.
Es decir, en Europa están pagando inocentes por las acciones de sus gobiernos que durante siglos han saqueado las riquezas de los países de Medio Oriente y África, y han llenado de horror y muerte sus pueblos. Hoy tienen la manada de lobos merodeando su patio, les traen el terror que ellos llevaron a su tierra.
LA RUTA DE LOS CANES
Otros que aterrorizan a la gente, pero en la Ciudad de los Treinta Caballeros, y que a pesar de no ser lobos también muerden, y duro, son los agentes del tristemente célebre Tránsito Estatal, quienes realizan supuestos “operativos” de revisión de automovilistas sobre el bulevar Tratados de Córdoba, pero que nada tienen que ver con la Seguridad Pública sino son dispositivos recaudatorios, cuyas ganancias seguramente son compartidas entre la SSPE y el Ayuntamiento que preside el panista Tomás Ríos Bernal.
Atrás de esos operativos está un negocio grande. Por ejemplo, el arrastre de los automóviles cuyos conductores son sancionados, está concesionado a la empresa Grúas B&B, propiedad de un tal Cristian Betancourt, quien ahora es el consentido del secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marie -algunos dicen que son compadres del dedo chiquito-. Las unidades de su empresa están apostadas permanentemente en el sitio y son las únicas a las que se les entregan los automotores retenidos.
¿Cuántos por noche? Los bien enterados hablan de más de diez, por lo que el señor Betancourt se estaría embolsando entre 8 y 10 mil pesos diarios, es decir, 300 mil al mes más lo cobrado por los días que permanecen en el corralón, lapso que alargan hasta donde más pueden, haciéndola cansada al automovilista para recuperar su unidad. Un negocio redondo, además de que estos tipos -agentes policiacos, grueros y el Ayuntamiento de Ríos Bernal- operan como una mafia.
El chanchullo lo hacen con alevosía para beneficiar a la empresa Grúas B&B, pese a que el Gobierno municipal es propietario de dos grúas de plataforma que fueron adquiridas desde el año 2015 y por las cuales se pagó poco más de 1.3 millones de pesos -según ha documentado esta casa editorial-, pero las mismas permanecen inmovilizadas adrede y la concesión se la entregaron al compadre Betancourt. ¿Con cuánto le estará untando la mano a los funcionarios municipales?, o mejor aún: ¿De cuánto es el botín que se reparten?
Y en esas volteretas de la vida, ahora el señor Betancourt es el consentido del secretario Téllez Marie, cuando apenas hace un año se quejaba amargamente de que era marginado de los negocios viales por parte del entonces titular de la SSP, el defeño Arturo Bermúdez Zurita, para el cual también trabajó.
No hay que olvidar aquel audio que circuló en las redes sociales en octubre del 2016, de una llamada telefónica que el empresario le hizo al entonces delegado de Tránsito en Fortín de las Flores, Rodolfo García Trujeque, al que acusó de no darle vehículos para el arrastre y beneficiar a la firma Grúas Garrido. Con un lenguaje de carretonero -bueno, qué más se le puede pedir a este señor tan elemental- Betancourt amenazó al funcionario, ostentándose como propietario de un medio de comunicación y con el cual lo golpeará mediáticamente por no convidarle del negocio.
A unos meses de esa anécdota bochornosa los papeles se invirtieron y Grúas B&B es la empresa mimada para esquilmar a los automovilistas. Pero el chanchullo no termina allí, pues los agentes de Téllez Marié son tan caradura que en los dichosos operativos aplican el examen de alcoholemia -para medir el grado de alcohol consumido- ¡¡Sin el aparato para el mismo!!
Los uniformados le hacen como las abuelas le hacían a los hijos y nietos en el Siglo pasado, cuando los esperaban despiertas hasta que llegaban de la juerga, y les decían: “Sóplame un ojo”. No es broma, los uniformados de la Fuerza Civil ni siquiera tienen el aparato llamado ‘alcoholímetro’ y le piden a los automovilistas que les soplen en la cara para determinar ellos mismos -sin ser expertos en química o medicina- si están intoxicados o no.
¿Cómo la ven? Ahora sí que el personal al mando del inefable Téllez Marie resultó más listo que los yihadistas musulmanes, pues usan cualquier cosa para llegar a su objetivo, que en este caso es aplicar una multa o pegarles una ‘mordida’ a los conductores que caen a su paso. Resumen: El asunto es sacar dinero y para eso, los ‘canes’ de Téllez Marié muerden a quienes se les atraviesen en el camino.
BODA ROBADA
El azote de la actual Legislatura estatal son dos cosas: la banalización de los asuntos públicos y la falta de preparación académica de sus integrantes. A excepción de un puñado de ellos, la mayoría de los Diputados Locales son una vergüenza. No sólo aprueban Leyes lesivas a la sociedad, usan el dinero público para francachelas, drogas y prostitución -según se ha denunciado- sino que ahora hasta condicionan su labor en base a sus eventos de tipo social.
El Congreso Local prorrogó un día la sesión que debería celebrarse el próximo 21 de agosto, porque muchos legisladores se irán a una fiesta en Cancún, Quintana Roo. Estarán en la resaca de la pachanga y muchos de ellos ni siquiera regresarán a Veracruz para ponerse a trabajar en día lunes, porque acudirán a la boda del diputado Rodrigo García Escalante -recién incorporado a la bancada panista-, hijo de Ricardo García Guzmán, excontralor de Javier Duarte y hermano del exdipuado local y actual alcalde de Pánuco, Ricardo García Escalante.
El junior no se quiso casar en Veracruz, alegando cuestiones de inseguridad, y escogió el Caribe para celebrar sus esponsales a lo grande: rentó en los alrededores de Playa del Carmen los salones y decenas de habitaciones de un hotel de cinco estrellas, ubicado en una reserva ecológica, para hospedar a los invitados, muchos de ellos serán legisladores veracruzanos.
Lo peor es que la presidenta de la legislatura, la panista María Elisa Manterola y el presidente de la Junta de Coordinación Política, el también panista -y analfabeta- Sergio Hernández, no sólo modificaron las fechas y atrasaron el trabajo legislativo por la boda sino que se especula que también autorizaron que del erario parlamentario se costearan los boletos de avión para los diputados que vayan a Cancún. ¿No es mucha desvergüenza?
Claro, el transporte correría a cargo del Congreso Local, pero se rumora que la renta del hotel en la Riviera Maya -el diario Reforma lo identificó como el Ford Fairmont Mayakoba Resort cuyo costo por noche mínimo es de 6 mil pesos-, y el banquete será pagado por la Tesorería de Pánuco, donde su hermano y su padre han sido alcaldes, y han expoliado los presupuestos hasta saciarse. Toda una boda robada, pues.