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Lenin y las alianzas electorales

Superiberia

El caso V de Lenin Carballido es impactante, pero no sorprendente. Impactante por todo lo que implica: en primer lugar, la comisión del aberrante delito de violación tumultuaria, una barbaridad que por su propia naturaleza aumenta la pena prevista para la violación hasta en una mitad en su mínimo y máximo, de acuerdo con el Código Penal Federal vigente; en segundo, que el Sr. Carballidohaya concebido, y ejecutado, la idea de presentar un cadáver ajeno como el suyo propio. ¿De dónde lo sacó? ¿Cómo es posible que haya conseguido un cuerpo y logrado la certificación de su propia muerte? En tercer lugar, que haya tenido el desparpajo de presentarse a una elección popular, suponiendo que sus actos anteriores quedarían en el olvido. ¿Audacia o estulticia pura?

Sin embargo, y a pesar de la repercusión que esta vergonzosa historia ha tenido a nivel mundial, el caso deCarballido no llega a sorprender del todo: el hecho de que un delincuente que participó en una violación tumultuaria finja su propia muerte y posteriormente se presente, y gane, en una elección municipal, sin que esto haya sido del conocimiento de los partidos que lo postularon, es una prueba palpable de la descomposición de la política partidista. Del estado paupérrimo de una política en la que sus propios líderes son incapaces de alcanzar el consenso entre sus filas, y tienen que ganar posiciones a través de alianzas con los partidos que naturalmente tendrían que ser sus adversarios.

El interés de los partidos políticos ha dejado de ser el bien común, o el ejercicio del gobierno de acuerdo a una manera particular de entender los problemas y, en consecuencia, aportar soluciones. Nuestros partidos ya no compiten en base a ideas, y las alianzas inimaginables entre izquierda y derecha no tienen como objetivo sino alcanzar el poder, tener una posición puntual de supuesta victoria para exhibir ante sus propios detractores: las presidencias nacionales de los partidos se sostienen y afianzan en base a estos resultados, sin ponerse a pensar en las implicaciones directas a los electores, como en el caso Carballido: si lo que importa es alcanzar el poder, no es tan deseable un candidato honesto y comprometido como uno que pueda ganar la elección. Como Carballido, aun con un historial tan macabro como el de este sujeto.

El sistema de alianzas no hace sino perpetuar los cacicazgos regionales: en el caso de las alianzas entre PAN y PRD, no llega a la candidatura quien tendría los méritos y valores necesarios para ejercer un buen gobierno sino quien, insistimos, puede ganar la elección. ¿A quién le rendirán cuentas después, ante una decisión que comprometa los ideales de uno u otro partido? La respuesta, que raya en el cinismo, es que no tendrán que rendirle cuentas ni a uno ni a otro, simplemente porque nuestros partidos políticos ya no tienen ideales. Lejos quedan los días en que la derecha se caracterizaba por buscar ideales libertarios, mientras que la izquierda buscaba la igualdad. La izquierda y derecha actuales sólo buscan los resultados, sin importar cómo obtenerlos. Y la ciudadanía es quien sale perdiendo ante la elección de sujetos sin escrúpulos, designados como candidatos por la mera visión del resultado que podrían alcanzar. Como Carballido, insistimos.

El PRI ha sido, tradicionalmente, un partido que ha sabido gravitar, sin problemas, hacia la izquierda y la derecha, según le convenga. Todo cabe bajo el paraguas del tricolor, y es de esperarse que poco a poco comience a llenar los huecos que sus adversarios dejan mientras se enfrascan en sus luchas fratricidas. Así, mientras los panistas siguen en su guerra de lodo dividiendo al partido en la búsqueda descarada por hacerse de los recursos públicos y la dirigencia partidaria, el espacio está puesto para que los priistas descubran y utilicen las demandas de los votantes de derecha en su propio beneficio. Lo mismo ocurre en el marco de una izquierda sin identidad y que se sabe vulnerable ante los embates de quien los ha llevado a perder la presidencia en dos ocasiones consecutivas: lo curioso sería que esta izquierda se refugiara en la figura histórica de quien, también, los llevó a perder la presidencia en otras dos ocasiones consecutivas. El PRD no ha sabido llevar sus propuestas a la ciudadanía con la modernidad adecuada, y se sigue perdiendo entre las luchas de sus tribus. ¿Cuánto tiempo pasará para que el PRI se aproveche de esta debilidad y, como bien puede hacerlo con las carencias del PAN, las aproveche para presentarse al electorado diciéndole lo que quiere escuchar?

Por eso es que la oposición se encuentra en esta espiral descendente: han perdido identidad, ideales y valores. No conocen a su electorado, e ignoran las razones por las que son votados. A los ojos de las dirigencias actuales, la ciudadanía estaría dispuesta a elegirlos simplemente porque no son el PRI. Por eso proponen candidatos sin estudiarlos anteriormente, por eso un violador tumultuario que es capaz de conseguir un cadáver, y presentarlo como propio con éxito, puede ganar una elección.

Sin embargo, y a pesar de todo, seguiremos escuchando sobre la pertinencia de las alianzas. El PAN y el PRD disputando puestos de elección popular para tener victorias puntuales, absurdas, pírricas, sin darse cuenta de que, en caso de ganar, quien pierde más son ellos mismos. Porque lo que es de todos, en realidad, no es de nadie.

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