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No soy de aquí, ni soy de allá

Superiberia

¿Se volverán traidores a la patria los mexicanos por aprenderse y cantar el himno de Estados Unidos?

Sé que los lectores de este rincón gozan durante la semana de las columnas de mi admirado compañero Félix Cortés Camarillo. Y como él sabe de música lo que nunca llegaré yo a saber, debo explicar que no intento hacerle la competencia con la “cabeza” de esta Estación dominical, la que es, como debe saberse, del argentino Facundo Cabral, quien según la leyenda la compuso en Uruguay.

Primero una confesión: soy de esos mexicanos que tuvieron la fortuna de recibir clases de civismo. Todavía, muchos años después, me pongo de pie y me descubro la cabeza cuando veo la bandera mexicana u oigo el himno nacional y, cuando la ocasión lo amerita, lo canto. Puedo decir que me siento orgulloso de los símbolos patrios.

Pero también me molesta mucho el patrioterismo. Desde el viernes pasado, en los medios de información, tanto en los ahora llamados tradicionales y las nuevas y muy “modernas” redes sociales, la actriz Salma Hayek ha sido objeto de severas críticas y escarnio por el hecho de haber cantado el himno nacional de Estados Unidos en un programa de televisión de aquel país, a solicitud del conductor del mismo. Antes el animador David Letterman le había solicitado que cantase una estrofa del himno mexicano; las crónicas dicen que lo hizo “con dudas”, mientras que el estadunidense lo interpretó con la mano en el pecho.

Tampoco soy experto en cine, pero sé que Salma Hayek es una actriz mexicana, nacida en Coatzacoalcos, Veracruz, y que ha hecho cine en México y en Estados Unidos con éxito. La recuerdo en la película El callejón de los milagros, con un guión de Vicente Leñero, basado en la novela homónima del premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz. El editor de este diario, Marco Gonsen, me ilustra al informarme que Salma es una de las tres actrices mexicanas nominadas al premio Oscar. Las otras dos son Katy Jurado y Adriana Barraza.

No tengo certeza sobre la calidad migratoria de Salma Hayek en Estados Unidos (una nota informativa de CNN dice que cuenta con la ciudadanía de ese país), pero sé que por su profesión vive allá, como también en Francia, de donde es su esposo, y que poco viene a México, por lo menos públicamente. Tiene una hija llamada Valentina Paloma Pinault-Hayek, quien legalmente es estadunidense por nacimiento, francesa por parte de padre y mexicana por parte de madre. ¿Cuál será el himno nacional de esa niña? ¿Cuál cantará cuando crezca? ¿Cuál le inculcarán sus padres o en su escuela? Ella no es la única: hay miles, cientos de miles, quizás algún millón o millones de mexicanos con doble o triple nacionalidad. La Constitución mexicana lo permite. ¿Si usan uno, dos o tres pasaportes según su conveniencia, son antipatriotas? ¿Si cantan uno, dos o tres himnos nacionales con igual fervor, son traidores a alguna de sus patrias? ¿Si respetan o les gustan las banderas de sus orígenes, tienen que escoger sólo una?

Hoy los mexicanos, muchos, estamos expectantes y preocupados por el futuro de la reforma migratoria de Estados Unidos; el gobierno y los medios de información nacionales están atentos a su desarrollo y ocupan las primeras planas de los periódicos y las entradas de los noticiarios de radio, televisión e internet. De concretarse, esa reforma beneficiaría a 11 millones de migrantes, muchos de ellos, si no es que la mayoría, mexicanos. ¿Se volverán traidores a la patria por aprenderse y cantar el himno de Estados Unidos, por pasar un examen de inglés para lograr esa ciudadanía y con ello “legalizar” su vida, la de sus familias y recibir los beneficios que deberían ganar por su trabajo honrado? Eso no me lo pueden decir a mí, que nací en un municipio de un estado productor de migrantes; unos son conocidos, algunos son amigos, y otros, familiares. No creo que vayan a dejar de ser quienes han sido por cantar un himno o jurar ante otra bandera.

Pertenezco también a una de esas generaciones que gritaron: ¡No a las fronteras! Y, bueno, aunque yo nada hice en lo personal, al menos cayó el Muro de Berlín. Hoy la corrección política imperante dice que está contra las fronteras… siempre y cuando no se cante el himno nacional de los que están del otro lado de la frontera, porque entonces los medios de información y las redes sociales se indignan.

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