Orizaba.- Llegado el fallecimiento de un ser querido, los familiares enfrentan trámites que desconocen, debido a que no existe una cultura de la muerte, indicó el coordinador del cementerio Juan de la Luz Enríquez, Camilo Boschetti.
De acuerdo a las circunstancias, es decir, defunción en casa, en un sanatorio o por accidente, “las tres cosas son diferentes, pero siempre deben recurrir al médico para que dé a la familia el certificado, con el fin de saber cuál fue la causa de la muerte”.
Posteriormente y una vez en mano el documento, se debe acudir al Registro Civil para solicitar el acta de defunción y la boleta de inhumación, “sin esa boleta en el cementerio no podemos recibir a nadie y ésta debe venir siempre autorizada por el encargado del Registro Civil”.
Refirió que ese procedimiento se aplica en el hospital particular o público, en donde también esas instituciones deberán expedir el certificado médico, “lo requiere como lo dije anteriormente, el Registro Civil, pues sin éste no se puede entregar un acta de defunción”.
En el caso de los accidentes, se involucra el Ministerio Público y posteriormente el médico legista tiene que dar la causa de muerte, con el fin de hacer igual trámite para el certificado médico y la boleta de inhumación.
Una vez con los documentos, los familiares deben decidir si van a enterrar o a cremar al difunto, aunque ésta última no es muy común, pues por cada 180 fallecidos en Orizaba, únicamente el 10 por ciento son cremados y llevados a sus domicilios o donde la familia prefiera.
“A pesar de que mueren muchos en esta ciudad, algunas familias vienen de municipios como Ixtaczoquitlán, Ixhuatlancillo, Mariano Escobedo, por mencionar algunos, sin embargo, el trámite se debe hacer en donde sucede el fallecimiento y posteriormente decidirán dónde desean sepultar”, subrayó.
Añadió que a su vez, como parte del proceso deben verificar el tipo de servicio que dan las funerarias, donde los costos varían, “todo depende de las ideas de cada familia, pues muchas veces los velan o hacen misas o los entierran directamente, entre otras cosas”.
De las opciones para el entierro, la familia debe conocer si existe alguna fosa familiar o lugar disponible que sea de ellos, por lo que si cuentan con ello deberán presentar la identificación del titular, sin embargo, en ocasiones ha sucedido que el titular ya no se encuentra en la ciudad, “para estos casos o cuando ya fallecieron los titulares, deberán emitir un documento en el que autorizan enterrar al familiar y entregarlo con copia de una identificación”.
Respecto a los costos, dijo, que el Ayuntamiento cobra 581 pesos por la apertura de fosa, la inhumación a siete años por mil 245 pesos o a 21 años asciende a mil 695 pesos, así como el mantenimiento por 166 pesos, mientras que respecto del Sindicato de Constructores cobran la bóveda y la destapada del monumento por separado, el total es cobrado en la oficina de Administración.
Cuando no existe un lugar para la familia, se busca en la base de datos los lugares disponibles por sección y se hacen los cobros correspondientes para asignar su desfino final.
“La inhumación sale en 3 mil 500 pesos, sin embargo, para algunos resulta costoso, pues muchas veces ya gastaron por haber hospitalizado al familiar o porque se hospedaron mientras el familiar estaba enfermo, por otras circunstancias”, explicó.
NO HAY CULTURA DE LA MUERTE
“Nunca pensamos en la muerte, hay personas que son cuidadosas en ese aspecto y pagan su servicio y el lugar, otras preguntan para que al momento del hecho la familia no tenga problemas”, subrayó.
Señaló que comparado con un nacimiento, las familias se preparan en todos los ámbitos, aunque para la muerte no existe tiempo para preparar lo que conlleva, principalmente en la economía.
Señaló como dato curioso: “tocamos dos veces la campana cuando llega el cortejo fúnebre, no porque entren con el difunto, sino porque llamamos a los trabajadores para que hagan las actividades correspondientes, aunque muchas personas creen que es parte del ritual”, finalizó el coordinador del cementerio, Camilo Boschetti.