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Por una mejor democracia

Superiberia

Leo Zuckermann ha comentado en la radio, con su acostumbrada lucidez, que tal pareciera que el partido político que mejor dispuesto ha estado a reconocer sin recovecos las victorias de sus contrincantes es el PRI

 

Frentes Políticos de Excélsior reportó este martes que “El presidente Enrique Peña Nieto expresó ayer que tanto vencedores como perdedores deben acatar la decisión de los votantes y llamó a que prevalezcan la civilidad y el reconocimiento a sus resultados. El voto, dejó en claro, debe ser inapelable. La sociedad mexicana, dijo, demanda de sus partidos políticos madurez y apego a los valores democráticos que compartimos como nación. El jefe del Ejecutivo federal recomendó que candidatos y partidos políticos acaten la decisión ciudadana expresada en las urnas”. Y por su parte, Pepe Grillo, en La Crónica, comenta que “no sorprenden (las) declaraciones de (Peña Nieto) llamando a los candidatos y a los partidos a acatar la decisión ciudadana expresada en las urnas. En toda democracia hay ganadores y perdedores, eso no cambiará nunca, pues está en la naturaleza de la competencia (…) hay espacios de oportunidad para perfeccionar la democracia mexicana, mejorando el marco normativo e institucional”.

Acierta el Presidente de la República, pues bien sabe que las elecciones las gana siempre quien mejor entiende los anhelos de los electores y les da la respuesta más convincente. En 2013 las ganaron quienes mejor supieron conquistar el voto de los millones de jóvenes mexicanos que votaron por vez primera. Nacieron en un país de clase media, aunque aún plagado por insondables contrastes. Se han desenvuelto entre la falta de oportunidades resultante del estancamiento económico. Y saben que ese estancamiento sólo podrá superarse, en México, en la concordia y la paz social. Por eso han confiado en quienes les han demostrado ser capaces de adquirir el poder de manera legítima, de preservar la normalidad democrática y de cumplir sus compromisos. Ya hasta Leo Zuckermann, mi apreciado colega de Excélsior, ha comentado en la radio, con su acostumbrada lucidez, que tal pareciera que el partido político que mejor dispuesto ha estado a reconocer sin recovecos las victorias de sus contrincantes es el PRI. El que en 2000 supo dar paso a la alternancia.

Es necesario que de las elecciones de 2013 resulten gobiernos municipales y estatales, al igual que congresos con legitimidad y márgenes de maniobra suficientes para restablecer la paz. Sólo la restauración de la concordia nacional y gobiernos legítimos en todos los niveles, con amplio sustento democrático, permitirán a México desplegar estrategias que respondan de manera eficaz a la violencia.

Para asegurar ese resultado, es urgente asumir todos un compromiso con la normalidad democrática. El ánimo y la conducta de todos los actores del proceso político, sean estos políticos o no, deben ser por necesidad serenos y ecuánimes. Las elecciones no son batallas para aniquilar a supuestos enemigos históricos. Son sólo elecciones: procesos legítimos para elegir a los legítimos titulares de los poderes legales del Estado. Elecciones legales, con resultados legítimos, no más, pero tampoco menos.

Nada resulta hoy más importante en la coyuntura política de México que el compromiso de todos para que los procesos electorales sean irreprochables y produzcan resultados irrefutables y legítimos. Aceptados por todos. Pasados los comicios, la gran prioridad nacional es la construcción de los acuerdos políticos para destrabar la agenda legislativa y lograr el máximo crecimiento posible en medio de la ominosa crisis global que persiste en el horizonte de los próximos dos o tres años. México quiere una normalidad democrática que permita elegir en paz y transmitir el poder sin sobresaltos a gobiernos legítimos y capaces de concertar democráticamente los cambios necesarios para devolver a todos los mexicanos, pero sobre todo a los jóvenes, la esperanza en un porvenir de oportunidades y no de frustración.  Vamos por una mejor democracia.

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