Por: Catón / columnista
Todo hace pensar que llegaremos a la elección del próximo año sin un árbitro electoral confiable. En efecto, el INE ha tocado fondo en su descrédito, derivado en buena parte de la errática conducta de algunos de sus consejeros. Así como los magos de antes extraían sorpresivamente un conejo del fondo de su clac, esos señores sacan de improviso nuevas reglas, inéditas disposiciones y datos de reciente creación –“engroses” los llaman con tono campanudo-, de modo que lo que es hoy mañana no será, y lo que ayer fue ya no es ahora. Si la Secretaría de Hacienda parió las tristemente célebres misceláneas fiscales, tormento de contadores y contribuyentes, el INE ha dado origen a una especie de miscelánea electoral que cambia por otra en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco. Ya nadie sabe a qué atenerse con esas decisiones súbitas que más parecen obedecer a cuestiones de coyuntura política que a ponderada reflexión o recta aplicación de la legislación vigente. La elección de Coahuila, por ejemplo, está en el limbo a causa de esa culpable falta de claridad. ¿Fue o no legal esa elección? Si se anula, o si sus resultados se convalidan, esa anulación o la confirmación tal ¿serán jurídicamente correctas, basadas como estarán en los dictámenes del INE? Malas cuentas está rindiendo el organismo. Por eso no son de extrañar las demandas, radicales quizá, pero explicables, en el sentido de que sus consejeros renuncien y se vayan de vuelta a su partido, o sea a su casa. Es una pena lo que sucede con un organismo que debería servir a la democracia y sirve sólo a la partidocracia… FIN.