Por: Andrés Timoteo / columnista
Ayer Veracruz registró un retroceso de al menos medio siglo en materia de derechos tercera y cuarta generación. Los Diputados locales legalizaron espectáculos sangrientos como la pelea de gallos y las corridas de toros –y algunas en la modalidad de ‘vaquilladas’ que son una suerte de encierro taurino-. Todas esas actividades, hechas para la diversión de las multitudes a costa del sufrimiento de los animales, van ligadas a cosas peores: las apuestas y el flujo de dinero ilícito, alcoholismo, prostitución, drogadicción y el narcomenudeo.
Espectáculos como la pelea de gallos son tan redituables para sus organizadores como los casinos, las cantinas o la trata de blancas ya que el dinero sucio corre como agua, sin contar con que los mismos terminan frecuentemente en balaceras con sus respectivos saldos de muertos. Y los representantes populares en el Legislativo avalaron tal despropósito, principalmente los priistas –que ya se sabe que son promotores de lo peor- y los hipócritas panistas que cuelan el mosquito, pero se tragan los gallos enteros.
Por supuesto que fue una decisión lamentable, no solo porque se declara legal el maltrato de seres indefensos usados lúdicamente, sino porque moralmente es inadmisible que en un Estado tan castigado por la violencia y la muerte se ampare constitucionalmente la tortura de los animales –aves y semovientes-. La diversión de los primitivos es amarrar navajas a los espolones de los gallos para que se corten mortalmente en las peleas del ruedo, normalmente una o las dos aves mueren por las heridas.
El gusto de los cavernícolas también es perseguir a toros y vaquillas – la mayoría de las veces semovientes de corral- para patearlos, retorcer o mutilarles la cola y arrojarles todo tipo de objetos convertidos en proyectiles o de plano enterrarles banderillas y rematarlos con una espada como se acostumbra en la tauromaquia. Lo sucedido en el Congreso Local también confirma el poderío de los galleros, los cuales reclamaron el pago de sus inversiones en la campaña electoral pues para nadie es un secreto que muchos financiaron a Diputados que hoy están en funciones.
De hecho en la sede parlamentaria hay uno “Lobby de Galleros”, es decir, un grupo de diputados que defienden los intereses de esos negocios y cabildea leyes a su favor. Tres de ellos han defendido sin pudor el lucro de quienes usan a los animales para llenarse los bolsillos de dinero. Uno es el priista Ernesto Cuevas Hernández, exalcalde de Juchique de Ferrar, a quien incluso apodan el “Gallo bolo”, sobrenombre que le fue dado, precisamente, por los apostadores en las peleas de plumíferos allá en la sierra de Misantla.
El otro es el diputado panista Daniel Olmos Barradas, hijo del alcalde de Emiliano Zapata, Daniel Olmos García, ambos ligados a las ferias que organizan peleas de gallos. Incluso en meses pasados, un chofer del Legislador fue asesinado a balazos y la versión que corrió en ese distrito fue que la agresión estuvo relacionada por supuestas de deudas impagadas de apuestas y reclamos por dinero invertido en esos espectáculos.
En el colmo de la impudicia, en abril pasado, el mismo diputado Olmos Barrada trató de desvirtuar los argumentos de los opositores a la legalización de esos espectáculos diciendo que las balaceras, apuestas ilegales, ‘lavado’ de dinero y narcomenudeo ligadas a las peleas de gallo “solo ocurre en las películas de Vicente Fernández”. Ese es el nivel de debate en los legisladores que tiene Veracruz y que hacen leyes para proteger sus negocios o a sus financiadores.
El tercer diputado del “Lobby gallero” es toda una ‘joya’: Basilio Picazo Pérez, exalcalde de Coyutla y quien durante años estuvo prófugo pues se le acusó de ordenar el asesinado del exsíndico de lugar, Miguel Alonso Vázquez. Pues bien, por allá en el año 2001, los pobladores totonacas de Coyutla se rebelaron contra el edil, lo expulsaron del Palacio Municipal y durante semanas mantuvieron bloqueado dicho inmueble, por lo que Picazo Pérez tuvo que despachar en una de sus muchas casas de las que era propietario.
Por esos días, un grupo de periodiostas acudió al lugar para reportar los hechos, cubrir las demandas del Frente Cívico Coyuteco (FCC) y a la vez, buscar la versión del edil, el cual fue localizado en ese domicilio antes citado. Allí, dos cosas llamaron poderosamente la atención a los colegas: una, que el tipo es un amante de las armas y la otra, que tenían varios “niños” que eran su adoración.
El alcalde posee una colección de pistolas y la más apreciada de ellas – la cual tenía en una caja de cristal empotrada en la pared, justo atrás de la silla de su escritorio – era una Colt 45 que había sido usada en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos y que la había adquirido por varios miles de dólares a un coleccionista norteamericano. Su segunda afición eran sus “niños” que en ese momento estaban en el jardín, tomando el sol, dijo Picazo a los reporteros y los condujo hasta el sitio.
La sorpresa de los periodistas fue ver a los niños del alcalde reposando en jaulas individuales que estaban distribuidas sobre el césped del extenso jardín. Eran 25 gallos de combate, y eran tan valiosos –algunos se cotizaban en dólares- que todo el lugar estaba lleno de guaruras con rifle en mano, dispuestos a disiparle a cualquier que se acercara a las criaturas del Presidente, que eran más valiosas que cualquier ciudadano coyuteco, según palabras del mismo edil.
Ayer, en la discusión legislativa Basilio Picazo Pérez aseguró que el negocio gallero es más prístino que una doncella de rancho y que además genera 500 mil empleos anuales. O sea que según sus dichos, es más negocio invertirle a las peleas de galos que a Pemex, a la ampliación portuaria o a Tamsa. No cabe duda que la ignorancia es atrevida y son más tontos aquellos que le creen al lenguaraz pistolero disfrazado de parlamentario.
Lo peor es que aun con las falacias, el Congreso Local se plegó al “Lobby Gallero” y decidió que la tortura de los animales fuera legal, no importa los males y daños colaterales que ocasione en la sociedad. Vaya, hasta la presidenta de la mesa directiva, la santiguada panista María Elisa Manterola votó a favor, tal vez porque su novio de muchos años tenía un apodo plumifero, el famoso conductor televisivo Juan “El Gallo” Calderón. La ‘gallera’ Manterola por un voto de amor nostálgico se llevó entre las patas a todo Veracruz.
EL ALACRÁN Y LA NAUYACA
Sucedió algunos días después del primero de julio del 2012. Luego de que se realizaron los comicios que renovaron la presidencia de la República y las dos cámaras del Congreso de la Unión. Cuatro diputados electos, dos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y dos de Acción Nacional (PAN) recibieron una llamada telefónica: “¿Bueno? Mucho gusto diputado, el jefe quiere hablar contigo, para felicitarte y ponerse a tus órdenes”, escucharon al otro lado de la bocina.
A dos de ellos les agregó: “te pido, como hermanos, que lo atiendas, sabes que yo estoy apoyándolo y podría ser benéfica la relación”. Enseguida pasó a su interlocutor, quiera era nada más y nada menos que el innombrable. Éste les dijo que estaba saludando a los próximos Legisladores y hasta les ofreció asesoría e intermediaciones “para lo que necesiten”. El intermediario que lo llamaba “jefe” era Sergio Rodríguez Cortez, exalcalde de Camerino Z. Mendoza y desde entonces operador del innombrable.
Estaba regresando de Chiapas donde fue enviado a comprar votos para la elección que llevó a la gubernatura a Manuel Velasco Coello, postulado por la coalición de los partidos Verde Ecologista de México (PVEM) y Revolucionario Institucional (PRI). Su retorno a Veracruz era para manejar la conjuración contra el orizabeño Juan Vergel Pacheco y echarlo de la dirigencia estatal del PRD, la cual puso a disposición de la fidelidad.
Los dos diputados perredistas buscados por Rodríguez Cortes para establecer contacto con el innombrable eran Uriel Flores Aguayo, quien había ganado la elección en el distrito de Xalapa Urbano y el plurinominal José Antonio León Mendivil. Los panistas, según ha transcendido, habrían sido el porteño Rafael Acosta Croda y Víctor Serralde Martínez –o como se llame en realidad- del Distrito de Huatusco. La tuxtleca, Yazmín Copete Zapot, se dice, rechazó la llamada telefónica a Rodríguez Cortes para enlazarla con el innombrable.
Este individuo es pragmático por antonomasia y en eso le ayuda mucho no tener moral pública ni obedecer ningún tipo de ética. Lo mismo posa abrazado y a las risotadas con personajes como Jorge Carvallo Delfín, que se fotografía sobre una cama cubierta de billetes o llama al “voto útil” para Javier Duarte que ahora lo acusa de ser corrupto que merece la cárcel. Vuela conforme al viento de sus intereses.
El exedil mendocino fue y sigue siendo el operador del innombrable. Nunca rompió los lazos pese a que el año pasado apoyó la alianza del PRD y el PAN. Fue una especie de infiltrado, y el innombrable saltó de gusto cuando lo hicieron diputado plurinominal y más aún cuando le asignaron la presidencia de la Comisión de Hacienda. Nunca ha sido un demócrata ni alguien que pugne por la rendición de cuentas o la honestidad, como lo trata de vender a la prensa, sino que actúa por conveniencia personal y al servicio a quienes le pagan. Su trayectoria política así lo demuestra.
Removido recientemente de esa encomienda parlamentaria, las leyendas urbanas giran a su alrededor, respaldadas –por supuesto- por la fama que arrastra desde siempre: sacar raja económica de todo lo que se pueda. La más socorrida es que exigía hasta tres millones de pesos por validar las iniciativas en esa comisión. También le abrieron un proceso para ser expulsado del PRD aunque sin duda les costará eliminar a la rémora. No será fácil desincrustarlo del Sol Azteca que es su moneda de cambio.
Desde el año pasado, todos se preguntaban el motivo por el cual el entonces candidato panista, Miguel Ángel Yunes Linares lo había aceptado en el proyecto y la sorpresa creció cuando le dieron una curul de representación proporcional. Se echaron un alacrán en la solapa, advirtió a vox populi, y no se equivocó: Rodríguez Cortez es una bomba de tiempo, tarde o tempano saca a relucir el cobre o traiciona a mansalva.
Lo tendrán un año y cuatro meses más incrustado en el Congreso Local, agitando las aguas, aunque sea mediáticas, a petición del innombrable. Es de los costos que se tienen que pagar por aliarse con ese tipo de personajes. Empero, se elucubra que la solución inmediata sería proceso de desafuero por el delito de robo de vehículos, acusación que arrastra desde el 2006 y que no le había incomodado pues gozaba de la impunidad. ¿Funcionará?, ya ven que ese tipo de alimañas se hace inmune cuando la dosis de pesticida no es la suficiente. Vaya que la historia es como una fábula: El Alacrán y la Nauyaca.
CIEN AÑOS DE PERDÓN
A Fidel Kuri Grajales, diputado federal con licencia y regenteador del Club Tiburones Rojos lo acosa una racha de mala suerte. El equipo Tiburones Rojos comenzó mal el Torneo de Apertura 2017 pues perdió con los Rayos del Necaxa 2 goles a 0 el domingo pasado y el partido venidero es, con Los Rayados de Monterrey, o sea que hay derrota segura pronosticada. Además en lo político, Kuri perdió las elecciones por el ayuntamiento de Veracruz, a las que se había colado como candidato “cachirulo” pues ni siquiera habitaba en el puerto.
Por eso a mediano plazo no tiene posibilidades de aspirar a otro cargo de elección popular, porque tampoco puede regresar a Orizaba pues dejó botado el cargo legislativo y a sus votantes. Para que le arda más la herida, el que resultó triunfador fue su archi-enemigo, Juan Manuel Diez, quien fue de los poquísimos ediles que ganaron los comicios y entregarán el Ayuntamiento a un heredero escogido.
Además, Diez Franco está en la palestra de los “candidateables” ya sea para una senaduría o la misma gubernatura en el 2018, mientras que la carrera política de Kuri pasó a estar “en la banca”. Y en esa ráfaga de infortunios, el lunes pasado fueron robadas las oficinas de la empresa Promotora Deportiva del Valle de Orizaba A.C, que administra las ganancias del club Tiburones Rojos, y el botín habría sido de 500 mil pesos. La mala suerte lo persigue, pero no así a los que se robaron el dinero pues “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, ¿no creen?