Por: Arturo Reyes Isidoro / columnista
La muerte de un comandante policiaco, por muy alta que sea su jerarquía, es lamentable, tanto como que se trata de la pérdida de un ser humano.
Ante la muerte todos somos iguales, aunque hay sucedidos que obligan a una discriminación.
No es lo mismo la muerte violenta de un jefe policiaco que la de unos niños inocentes.
Se supone que el primero, desde el momento mismo en que acepta placa y uniforme sabe que su vida estará siempre en peligro, que ha escogido un trabajo de mucho riesgo, como el periodista sabe también que el suyo lo es.
Los segundos ni siquiera han adquirido conciencia de lo que es correr un riesgo en la que estén de por medio sus vidas.
Por eso es inaceptable que ante los hechos violentos del sábado pasado en el Estado, que se saldaron con la muerte violenta de 27 personas, el presidente Peña Nieto sólo se haya condolido por tres de ellos, todos Policías Federales.
La llamada “gran prensa nacional, la de la Ciudad de México, dio grandes encabezados a un tuit del presidente. “El @gobmx condena el ataque en contra de mandos y elementos de la @PoliciaFedMx en Veracruz y se solidariza con familiares de las víctimas”.
No está mal su condena y solidaridad y se entiende que su jerarquía lo obligue a actuar institucionalmente: es su obligación mantener alta la moral de las Fuerzas del Orden, sobre todo ante la guerra que sostienen contra la delincuencia organizada.
Pero era de elemental sentido humano, una obligación también como representante del Estado mexicano, se supone que como líder de todos los mexicanos, haber expresado su dolor y su indignación por el proditorio e incalificable crimen de cuatro niños inocentes, víctimas de la fallida política de seguridad pública, lo mismo del Gobierno Federal que del Gobierno del Estado.
Ni una palabra para ellos. Ningún mensaje misericordioso para los familiares que les hayan sobrevivido. Ninguna condena por el ataque. Ningún ofrecimiento de que su Gobierno no descansará hasta que encuentre y castigue a los responsables. Ninguna palabra de aliento para amistades, para vecinos, para los habitantes de Coatzacoalcos donde sucedieron los hechos, quienes hoy viven atemorizados, horrorizados por los hechos.
Peña Nieto, padre que es, como Presidente se mostró, se exhibió como el gran indolente que es y que ha sido ante el dolor de todos los mexicanos víctimas de la violencia que su Gobierno no ha sido capaz de contener.
En el Estado, a punta de facebukazos y tuitazos las redes sociales hicieron reaccionar y rectificar al gobernador Yunes@elalcahuetedeTéllezMarié, luego de que el sábado había ofrecido una recompensa de un millón de pesos por información relacionada, pero sólo con los agresores de los policías, hechos ocurridos en Cardel.
Posteriormente, igual anunció que se entregará el mismo monto a quien dé información sobre los criminales de los niños y sus padres. “Muchas personas a través de las redes sociales me han cuestionado por no haber ofrecido recompensa en el caso de los niños asesinados en Coatzacoalcos. ¡Claro que vamos a ofrecer una recompensa! Se justificó.
Me asalta la duda sobre si el Estado pagó el funeral de los niños y sus padres, pues supe que vecinos andaban cooperando para sepultarlos; si hay para pagar un millón de pesos por información sobre los criminales, no creo que no hubiera habido recursos para ayudar a la familia.
El Gobernador confirmó que la Fiscalía General del Estado nombró un Fiscal especial para la investigación del caso, ante lo que cabe preguntar: ¿Y el fiscal Winckler, que siempre anda de “nalgasprontas” para lo que no lo llaman o no es importante, como cuando mencionaron a su hermana en la entrega de dinero a Eva Cadena y de inmediato inició una investigación? ¿Por qué no ha dicho algo? ¿Por qué no da la cara él y se hace cargo de la investigación, en lugar de estar escondido debajo de la cama?
Reitero lo que dije el viernes pasado: Veracruz es un campo de batalla y nada nos garantiza que la población civil no pueda resultar dañada, como se demostró el sábado pasado en Coatzacoalcos, al quedar en medio de fuego cruzado el día menos pensado, por lo que cada quien tiene que crear su propio protocolo de seguridad para protegerse.