El talón de Aquiles de la estrategia de combate al crimen organizado en el sexenio de Felipe Calderón fue la falta de coordinación entre los distintos niveles de gobierno, pero también la desconfianza y rivalidad entre las fuerzas de seguridad del Estado.
El Ejército, la Marina, la Policía Federal, la Procuraduría eran “cada quien para su santo”. Los gobernadores —salvo honrosas excepciones como la del neoleonés Rodrigo Medina— le sacaban la vuelta al problema. Argumentaban que el narcotráfico es un delito federal.
La cosa ya cambió. “Hasta los gobernadores de oposición reconocen que hay una mejor coordinación, mucho mejor que con Felipe Calderón”, nos dice Manlio Fabio Beltrones.
Hoy por hoy, los secretarios Defensa, Marina, Gobernación, el procurador, el Alto Comisionado, se reúnen frecuentemente con grupos de gobernadores para intercambiar información, conocer sus necesidades, dotarlos de equipo, echarles la mano.
Felipe Calderón, en cambio, “se puso la cachucha de siete estrellas”, gritó “échenme a los malos”. Sin una estrategia definida se lanzó en el combate al crimen organizado, contrastó el diputado federal del PRI.
Pero aunque la coordinación ha mejorado, los resultados no se perciben. El discurso cambió, pero no la terca realidad. La violencia se mantiene en niveles altos. El crimen organizado tiene metidas las narices en varios procesos electorales. Vetan candidatos, los amenazan y hasta los asesinan. A ellos y a dirigentes partidarios.
Para acabarla de amolar, se configura un nuevo e indeseable elemento que puede dar al traste con todos los esfuerzos. “La coyuntura económica no ayuda”, puntualizó Beltrones.
Ya que estamos. Nos llegó un reporte de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) sobre la estrategia de seguridad, a un año de la elección de Enrique Peña Nieto.
No tenemos espacio para comentar ampliamente el informe, pero destacamos algunos de sus principales puntos:
– Hay gran preocupación por la naturaleza militar de la anunciada gendarmería. Su creación no fue consultada ni con el Congreso ni con la sociedad civil. No está claro el proceso para asegurar un adecuado reclutamiento y entrenamiento de los futuros gendarmes. Tampoco los controles externos e internos que esa fuerza pudiera tener en tan corto plazo.
– La respuesta del gobierno del presidente Peña frente a la crisis que se vivió recientemente en estados como Guerrero y Michoacán no difiere a la de Felipe Calderón en circunstancias similares: envió a los militares y a policías federales.
– A pesar de una menor cobertura en los medios, la violencia en México se mantiene en niveles inaceptables. Después de alcanzar un pico de 68 asesinatos diarios en 2011; el promedio bajó a lo largo de 2012; para situarse en 50 homicidios cotidianamente durante los primeros cuatro meses de la administración de Peña Nieto.
Hasta la mesa donde comía Jesús Ortega, en el restaurante Capital Grill —de moda entre los políticos— se acercó Édgar Elías, presidente del Tribunal de Justicia del Distrito Federal. Quería despedirse de Chucho, pero antes de hacerlo advirtió a los comensales: “No me hablen del casoGóngora, porque ya estoy hasta la PM…”
Y para no dar lugar a la imaginación, precisó: “Hasta la PM Steel…”
Juan Manuel Oliva es un panista que quiere suceder aGustavo Madero en la presidencia nacional del azul. Lo identifican con el ala más conservadora del partido. Esa que llaman El Yunque. El ex gobernador de Guanajuato tiene gente operando con ese propósito. Pero sus posibilidades no son muy amplias. Hay muchos tiradores.
Madero quiere repetir. Héctor Larios y Juan Carlos Romero Hicks tienen la mano levantada. No descarte aCecilia Romero, secretaria general del PAN. El líder indiscutible del calderonismo es Ernesto Cordero. Es la carta fuerte del grupo. Pero el presidente del Senado tiene que pensársela bien para lanzarse en la interna, que esta vez será abierta. Otra derrota y está fuera de 2018. Josefina Vázquez Mota no ha dicho una palabra, pero ya se mueve como si estuviera en campaña.
Los adversarios de Oliva recibieron una pequeña ayuda del PRI. Los legisladores locales del tricolor presentaron en la PGR una denuncia por peculado. Más de mil millones de pesos. La nota ocupó los principales espacios en los portales de algunos diarios nacionales.
Juan Sabines se ha convertido en un dolor de cabeza para el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco. El ex mandatario no pierde ocasión de ponerle piedras en el camino a su sucesor. Dicen los que saben que don Juanpensaba que el primer gobernador del Partido Verde le serviría de tapadera. No fue así.
A este hombre ya le dicen El Granier de Chiapas. Dejó un estado en quiebra. Recibió el gobierno con una deuda de 800 millones de pesos. La SHCP ubicó ésta, al término de su gestión, en 15 mil millones de pesos. Sus adversarios marcan el monto total —incluida la deuda no registrada— en 40 mil millones de pesos.