Por: Andrés Timoteo / columnista
Regina Martínez, Yolanda Ordaz, Anabel Flores, Milo Vela, Misael López Solana, Noel López, Juan Mendoza, Pedro Tamayo, Manuel Torres, Armando Saldaña, Moisés Sánchez, Rubén Espinosa, Octavio Rojas, Gregorio Jiménez, Víctor Báez, Juan Santos, Guillermo Luna, Gabriel Huge, Esteban Rodríguez y Ricardo Monluí. Son los nombres de los compañeros periodistas que nos fueron arrebatados en los últimos seis años y medio.
Pero no son los únicos. Antes, en la primera mitad de esa pesadilla llamada fidelidad, otros cinco cayeron: Raúl Gibb Guerrero (Poza Rica, 2005), Hugo Barragán Ortiz (Tierra Blanca, 2005), Roberto Marcos García (Veracruz, 2006), Raúl Morales López (Poza Rica, 2008) y Luis Daniel Méndez Hernández (Huayacocotla, 2009). Y en el sexenio precedente mataron a José Miranda Virgen (Boca del Río, 2002) y Alberto Torres Villegas (Córdoba, febrero 2004)
Si nos remontamos más atrás, la lista de colegas martirizados se alarga: José Salinas Aragón (Minatitlán, 1959), Alberto Altamirano (Poza Rica, 1980), Cristóbal Sánchez Reyes (Acayucan 1982), Salvador Cruz Cervantes (Orizaba, 1983), Javier Juárez Vázquez (Minatitlán, 1984) y David Cárdenas Rueda (Veracruz, 1986). Son 33 periodistas asesinados en la entidad durante los últimos sesenta años, aunque el 75 por ciento de esos crímenes se cometieron en el último docenio, el trágico.
También nos faltan los ausentes, los desaparecidos, a los que se les dejó de buscar por la corrupción de las autoridades y la desidia de un gremio autista y convenenciero que cesó de reclamarlos: Martín Heredia Sánchez (Córdoba, 1989), Jesús Sandalio Mejía Lechuga (Martínez de la Torre, 2003), Evaristo Ortega Zárate (Colipa, 2010), Gabriel Fonseca (Acayucan, 2011), Miguel Morales Estrada (Papantla, 2012), Sergio Landa Rosado (Cardel, 2013) y David Matus (Coatepec, 2014). Así, en total son 40 los periodistas muertos y desaparecidos en Veracruz.
Hoy es 7 de junio, Día de la Libertad de Expresión en México -en algunos países lo celebran como el Día del Periodista- y sobra decir que en Veracruz hay un luto prolongado por los asesinatos en serie de colegas durante los últimos doce años y no hay lugar para la fiesta y el brindis. El Gobierno estatal canceló las clásicas comilonas anuales, como signo de respeto al gremio lastimado. Una buena decisión del coordinador Elías Assad.
Lo que sirve y lo que urge es no olvidar a los compañeros caídos. No dejar que sus nombres se pierdan en el tiempo. No permitir que el olvido abone a la impunidad y por supuesto, no dejar de reclamar justicia. Recordar todos los nombres, uno a uno, es el deber de la terca memoria.
MISOGINIA Y TRAICIÓN
En temas electorales, este miércoles se realizará el cómputo oficial de los votos para legalizar la elección de los nuevos Presidentes Municipales y se prevé que no haya variaciones significativas de los resultados que arrojaron los conteos preliminares del domingo por la noche. Después de eso, se tendrá que realizar la contabilidad política, es decir, fijar el debe y el haber, los activos y los pasivos, en cada partido y equipo de campaña.
Lo anterior para depurar a los que cometieron traición a sus institutos políticos y trabajaron para el enemigo. En el caso de Córdoba, la panista Leticia López Landero tendrá que expulsar a los felones, que no son pocos. Hay al menos cinco personajes que paralizaron acciones, en el menor de los casos, o trabajaron para los contrincantes, el priista Luis Díaz Barriga y el morenista Juan Martínez Flores, pese a que se habían comprometido con la campaña blanquiazul.
Tres de ellos son mujeres -bien dicen que la misoginia es fomentada por las propias féminas, pues estas señoras hicieron todo lo posible para que Leticia López mordiera el polvo en las urnas-. La primera es Virginia Medorio Trujillo, dirigente de taxistas, quien se había comprometido a movilizar a decenas de conductores de autos de alquiler para promover el voto y trasladar a los electores. No lo hizo, los taxistas fueron inmovilizados o ayudaron a los contrincantes del PRI y Morena.
Otra fue Margarita Sandoval, conocida como “La güera de la Cuauhtémoc” a quien se le asignó la congregación de ese mismo nombre, Cuauhtémoc, así como zonas aledañas, pero tampoco hizo absolutamente nada. Al contrario, sus cercanos promovieron el voto a favor del tricolor, y una vez descubierta la triquiñuela, de última hora tuvieron que ingresar a esa zona rural los promotores emergentes de los panistas, algunos de ellos cercanos a Domingo Muguira para que la votación no se perdiera.
Ahí, en el caso de la señora Sandoval, se habla de un pacto con el exalcalde Francisco Portilla Bonilla, para traicionar a López Landero e “inflar” a Díaz Barriga, una de las marionetas del ahora magistrado. La tercera en hacer traición fue María de los Ángeles Sahagún, excandidata perdedora en la Diputación Local y cercana al alcalde Tomás Ríos Bernal. El equipo de la candidata López Landero pudo confirmar que la señora Sahagún azuzó al personal que labora en el Ayuntamiento para que votaran a favor del candidato de Morena, Juan Martínez o del priista Díaz Barriga.
La también funcionaria municipal hizo contracampaña para tratar de que López Landero no tuviera el sufragio de los empleados, lo que no es algo sorprendente, ya que desde el 2015, el edil Ríos Bernal y sus allegados trabajaron en favor del priismo. El proyecto original de Ríos y su gente eran entregarle la silla municipal a un priista, y los pecados de María de los Ángeles Sahagún en esta elección sólo confirman que hubo una conspiración en el seno de la Administración panista contra Leticia López Landero.
Lo mismo en el comité municipal del PAN, a cargo del regidor Iván Espinosa Hermida, cercano al exdiputado federal Víctor Serralde Martínez -o como se llame en realidad- y quien paralizó toda actividad de la dirigencia blanquiazul en los días previos a la jornada electoral. Los panistas vieron con asombro que en el comité partidista “bajaron la cortina” y se cruzaron de brazos. No movieron un solo dedo para ayudar en la campaña de López Landero.
Es más, el propio Espinoza Hermida se puso una borrachera de antología la noche del sábado para estar inhabilitado todo el domingo. El quinto traidor se llama Job Antonio Ramírez Reyes, quien regentea la Fundación JOB, y que había acordado respaldar la campaña de López Landero. A ese señor le fue encomendada la colonia México y los resultados fueron desastrosos, ya que operó en contra de la panista y la votación se perdió en esa demarcación.
Con la felonía de estos cinco personajes -Medorio, Sandoval, Sahagún, Espinoza y Ramírez- se corrió el riesgo de perder la elección, pues la proyección era que Leticia López ganara con una diferencia de 7 mil votos sobre su contrincante más cercano y al final de cuentas obtuvo el triunfo por mil 200 votos. Los cinco traidores lograron “rasurarle” casi 6 mil votos por lo que, sin duda, la alcaldesa electa tendrá que sacudirse a estos desleales que le apostaron a su derrota.
Por cierto, Leticia López Landero no será la primera alcaldesa en la historia de Córdoba, pues la pionera en sentarse en la silla municipal fue la maestra Yolanda Monluí Fernández, quien gobernó la Ciudad de los Treinta Caballeros durante siete meses, de junio a diciembre de 2007. Ella era Síndica del Ayuntamiento y se convirtió en Presidenta sustituta luego de que el terrablanquense Francisco Portilla Bonilla, pidió licencia al cargo y Julián García Carrera, el suplente oficial del Edil, se negó a asumir el cargo.
EL TUERTO ES REY
Podrá caerle mal a todos por su odio a los pobres, su conservadurismo, su elitismo rampante que lo hace creerse reyezuelo de aldea y su proclividad a quemarle incienso a los dictadores como Porfirio Díaz, pero el alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez, es la revelación de los comicios municipales, pues fue uno de los pocos ediles que ganó la elección para su delfín, Igor Rojí López. Los candidatos del PAN, Daniel Zairick y de Morena, Lupita Fuentes Barco, se enfrentaron a él -y al aparato municipal- no al abanderado que figuró en las boletas.
Diez Francos es de los poquísimos ediles priistas que entregarán la silla municipal a un sucesor de su mismo partido. La mayoría de alcaldes del tricolor rindieron malas cuentas, por lo que su nombre comenzó a ser mencionado en los corrillos políticos, ahora que vendrá el cambio obligado en la dirigencia estatal del PRI. Es impostergable la salida de Renato Alarcón, el gris burócrata -impuesto por el senador Héctor Yunes Landa- que se convirtió en el “sepulturero” del Partido.
El tricolor tiene sequía de personajes ganadores que puedan asumir las riendas estatales: los alcaldes de Xalapa, Coatzacoalcos, Veracruz, Minatitlán, San Andrés Tuxtla, Poza Rica y Tuxpan, entregaron cifras perdedoras. Entonces, los ojos de la opinión pública voltearon a ver al alcalde Diez Francos, quien durante una década ha mantenido la hegemonía en el municipio, turnándose las riendas del Ayuntamiento orizabeño entre él y su socio Hugo Chahín, y ahora gobernará a trasmano con Igor Rojí hasta el año 2022.
Y como se dijo en este mismo espacio, ya hay quienes hasta ven con simpatía una posible candidatura de Diez Francos a la Gubernatura en 2018, pues las figuras de los senadores José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa están sumamente desgastadas. El primero, Yunes Zorrilla, brilla por su pasividad, no supo enfrentar en su momento a los exgobernadores Javier Duarte y el innombrable, quienes lo mangonearon a voluntad. Al peroteño lo hicieron perder la Senaduría en 2006, le cerraron el paso en 2010 y en 2016 a una postulación por la Gubernatura, y pese a ello, siempre guardó silencio y obediencia. Aplaudía todo el tiempo al innombrable y a su sucesor. Por eso la exdiputada local, Octavia Ortega, lo apodó el “huevos tibios” en una conversación telefónica, por su parsimonia. Sus panegíricos lo nombran “el caballero de la política” pero más bien es un caballero medieval, por el estilo arcaico y aburrido.
El segundo, Yunes Landa, es doblemente perdedor. Fue derrotado en las elecciones de 2016 y ahora en las que acaban de concluir, pues fue él quien impuso a Renato Alarcón en la dirigencia estatal y asumió un liderazgo operacional, pese a que arrastraba un fracaso electoral. Yunes Landa y Alarcón perdieron 50 de las 93 Alcaldías que actualmente tiene el tricolor, además de que la votación se desplomó en casi medio millón de sufragios.
Volver a postular a Yunes Landa en 2018 sería un despropósito que conducirá a una segunda y vergonzosa derrota, y nominar a Yunes Zorrilla también un riesgo altísimo. Claro, Juan Manuel Diez Francos tampoco es la panacea ni mucho menos ganará en el 2018, pero al menos es el único que no ha sido humillado en las urnas. Asunto tan hilarante lo del Emperador de Orizaba, pues en tierra de ciegos, el tuerto es el rey, ¿no creen?