Por: Edgar Hernández / columnista
Poco más de 5 millones 700 mil veracruzanos con capacidad de votar estámos sometidos por estos días a la magia de la seducción.
A sueños que nunca serán realidad.
A promesas no cumplidas; escenarios de prosperidad que jamás el pueblo verá salvo una miserable gorra, tal vez una lámina de cartón o una podrida despensa de cien pesos.
Eso será –al final de la jornada comicial- lo que quedará como saldo de las 212 campañas electorales por Veracruz donde, como es costumbre, los políticos exigen todo a cambio de nada.
Y para ello acuden a sus mejores artilugios.
Que si estamos en pleno resurgimiento del PRI; que si la opción de cambio es el PAN de la mano de su rémora, el PRD; que si es el tiempo de Morena, o que ahí se ve venir a Dante Delgado con su micro propuesta ciudadana cacheteando periodistas.
Eso es lo que se ve.
Por ahí una gorda mal puesta en espectaculares citadinos anunciando su candidatura por el PES, que ha de ser un partido político, o a independientes como Nicanor Moreira, mareado y saqueado por Gabriel Deantes prometiéndole que será el próximo presidente municipal de Xalapa.
Mientras en el sur, como en Mina, hasta los priistas huyen del PRI y los morenos que se aprestan al arrebato de Coatza, o en el centro del Estado los reaccionarios listos para seguir conservando las plazas del corredor Fortín/Orizaba/Córdoba.
Eso es lo que se ve, un juego de fantasías.
Que si Fernandito (Yunes Márquez) duerme a un caballo con sus discursos; que si Fidel Kuri, ahora sí buena onda, vaya hasta hay quien lo ve guapo y simpático.
Y en Xalapa, un señor ya entrado en años, de pelo blanco que grita: “¡Seré alcalde a pesar del compló contra los de Morena!” para luego correr a su casa a esperar el cuatro de junio porque así trabajan ellos, escondidos, en lo oscurito… ¡ahí le llega la plata sin tanto pancho!
Ese el juego de las irrealidades que vive Veracruz donde los priistas se vuelven panistas, los duartistas morenistas y los fidelistas abandonan al Verde.
Eso es lo que se ve.
No es el juego que todos jugamos.
Es el juego que ellos quieren que juguemos. El juego de la confusión, de la engañifa para llevarnos a las urnas y votemos por ellos con la esperanza de que nos roben… pero poquito.
Pretenden que les levantemos el voto de castigo. Por ello prometen que no volverán a ser corruptos, ni mafiosos, ni gandallas.
Son los que juran y perjuran que si bien no devolverán lo robado, en lo futuro serán bien honestos… “¡Pruébenos!”… “¡Comprueben que no habrá más raterías ya siendo gobierno!”… “¡Voten por nosotros!”, claman los priistas en consonancia con los panuchos.
Eso es lo que se ve.
La historia de cada elección en donde los aspirantes van al mercado a comer; sueltan su Suburban de a millón para subirse en destartalado autobús; cambian los Ferragamo por zapatos suela de hule; arrumban la Polo por el algodón barato y te abrazan y saludan sin hacer fuchi, aunque ya después en corto se laven las manos con alcohol.
Son mil 800 de esos los que andan en campaña. Todos en busca de lo mismo, volvernos a engañar.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo