por: José Miguel Cobián / columnista
El deporte nacional en México es culpar a los gobernantes de todos los males, pasados, presentes y futuros. Además de esperar que Estados Unidos venga a poner orden en nuestra casa, algo que los propios americanos se han encargado de demostrar en la vida real, que no esta dentro de su agenda de interés.
Los mexicanos somos menores de edad, incapacitados y discapacitados funcionales en aspectos de democracia, pero luchamos día con día por convencernos a nosotros mismos que somos ciudadanos con pleno derecho pero inimputables en cuanto a nuestros errores de selección y posterior desinterés por los asuntos públicos.
Como ya estarás molesto y en contra de mi opinión, paso a explicar las razones de mi aseveración: En principio, piensa un poco ¿quien es el culpable de no seleccionar el perfil adecuado para que nos gobierne? El elector acude a las urnas para validar la elección o selección previamente realizada de candidatos en cada partido político. Hasta hace poco, era la única opción. Hoy podemos tener candidatos independientes, que no lo han sido en general porque vienen representando los intereses de alguien, pero la posibilidad existe y la ciudadanía (si existieran ciudadanos) podría organizarse y elegir a alguien verdaderamente independiente y que represente sus intereses (los del pueblo y de los pocos ciudadanos) en lugar de representar los intereses de un partido o un grupo político.
Cada vez que hay elecciones, la gente lo toma como si fuera un partido de fútbol, que no tuviera mayor trascendencia para un estado un municipio o todo el País. Se escucha y se lee apasionamiento, en lugar de razonamiento. Además de muchos intereses económicos que participan por su propio beneficio y no el bien de común. Los ciudadanos (y el pueblo menos) no han comprendido la ventaja de las candidaturas independientes, que han sido ocupadas en su mayoría por excluidos, resentidos, e incluso por los propios partidos políticos para contar con candidatos aliados al suyo, o bateadores emergentes, que puedan recibir el apoyo del partido para ganar la elección simulando ser independientes, pero representando los intereses de un partido político.
Para muestra un botón, las últimas elecciones de Veracruz se convirtieron en una guerra entre dos grupos de poder, por un lado la dupla Fidel-Duarte, y por la otra Miguel Ángel. A fin de cuentas se eligió a uno de los grupos de poder, por cansancio y rechazo al otro grupo. Pero… ¿fue lo mejor para Veracruz? ¿Había una mejor opción? Si me preguntan a mi, diría que si pudo haber habido una mejor opción en algún independiente, si éste hubiera surgido de la búsqueda de ciudadanos y entre ciudadanos por el que pudiera representar los intereses de Veracruz, más allá de los intereses de un grupo o facción.
De cualquier manera el pueblo veracruzano eligió, y Miguel Ángel tiene que enfrentar los problemas de su administración, o cuando menos eso pensamos. Sin embargo, los hechos demuestran una muy aplaudida venganza política y la búsqueda de la reelección vía su hijo en el 2018. Reelección que no sería mal vista si se observa una mejoría en la administración pública y sobre todo una mejoría en la vida de los Veracruzanos… recordemos que no sólo de noticias y propaganda vive el hombre. También requiere seguridad, salud, educación, empleo, bienestar, etc.
Los ciudadanos permitimos que continúe la gran farsa de los gastos de campaña. Esos gastos que no se transparentan por ley, y que no permiten aportaciones privadas de manera legal en monto suficiente. Lo cual permite la impunidad en el tráfico y compra de votos, que curiosamente todos los partidos políticos sin excepción practican alegremente. Una muestra más de la irresponsabilidad de los escasos ciudadanos existentes, y del absoluto desinterés del pueblo veracruzano por los asuntos que le competen, pero que no le interesan, distraído en lo cotidiano, en el fútbol, la fiesta religiosa, el chisme cotidiano, es decir, lo normal para un pueblo con el nivel de educación cívica del nuestro.
Todo lo anterior ha generado un divorcio entre el pueblo y sus gobernantes. La población asume sabiamente que sus gobernantes son corruptos, y por lo tanto no están legitimados para ejercer el poder público ni aplicar la Ley. Esto se refuerza día con día gracias a los escándalos que se destapan gracias no sólo a la deshonestidad de los funcionarios públicos sino también a su ineptitud para ¨robar sin que los cachen¨. Todo esto provoca en los mexicanos mayor desaliento, y sobre todo la convicción de que ninguna autoridad merece el mínimo respeto, ya que el rencor y el hartazgo en contra de ellas crece día con día.
Conjuntar lo anterior con esa minoría de edad, que hace creer que la solución vendrá de algún caudillo o salvador de la nación, termina en malas decisiones a la hora de votar, anular el voto, o negarse a acudir a la urna el día de la elección. Los mexicanos esperan que otro les resuelva sus problemas, fruto de una educación religiosa en la cual Dios es responsable de todo, y cada ser humano es responsable de nada.
Hay políticos que con sabiduría y sagacidad han entendido a la perfección esta mentalidad del mexicano y se ofrecen como los salvadores de la Nación, con soluciones sencillas de entender pero muy difíciles de aplicar. Aprovechando la ignorancia y el desinterés del pueblo por los asuntos públicos, ofrecen acabar con la corrupción de un plumazo y con eso resolver todos los males de México, cuando no es tan fácil, ni sencillo, ni rápido. Recordemos a Fox con sus quince minutos para resolver el problema del levantamiento en Chiapas.
Como el mexicano no comprende problemas básicos de aritmética elemental, ni posee un nivel mínimo de comprensión de lo que lee, estos políticos se aprovechan de eso, y ofrecen resolver la situación crítica de cada votante, con una solución resumida en cinco o diez palabras. Explican el qué (el problema) claramente, pero jamás explican el cómo (la solución), pues ésta es demasiado compleja, incluso para que el propio político mesiánico la entienda y la pueda aplicar.
Que no se interprete que estoy describiendo únicamente a López Obrador. Que si bien es la representación máxima del político simplista y mentiroso, no es el único. Cada Gobernador electo hoy en funciones, cada Presidente municipal, el propio Presidente de la República, cada diputado Local, cada diputado Federal, y cada Senador caben también en la misma categoría, aunque con distintos niveles, pues en este país no se puede ganar una elección si no se promete lo que no se puede cumplir. Otra muestra más de la minoría de edad cívica de los mexicanos.
El caso extremo es el de Layín, quien públicamente reconoció que robó poquito la primera vez que fue Presidente Municipal, porque no había mucho dinero disponible en la tesorería, (ojo, no porque fuera nada más un poco ratero, sino porque no había más para robar) y aún así resultó electo nuevamente para el mismo cargo y hoy aspira a ser Gobernador de su Estado. Todo esto a pesar de que todo el pueblo sabía y hoy toda la nación lo sabe, que era financiado por el narco.
En resumen, México y los mexicanos tenemos los gobernantes que nos merecemos, porque votamos por ellos, porque los elegimos, porque permitimos que otros selecciones previamente a aquéllos entre los que tendremos que escoger, porque no asumimos nuestro papel de ciudadanos y una vez electo el funcionario no le exigimos que cumpla lo que ofreció ni lo denunciamos cuando no cumple, ni le generamos un problema y un caos político de tal magnitud que se vea obligado a renunciar, y todo, porque no sabemos, no entendemos o somos muy comodinos… Además de tener la memoria muy corta, y no entender para que sirve una elección y mucho menos saber que significa y para que sirve ser ciudadano.
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