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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Superiberia

por: CATÓN   / columnista

“Tuve una pesadilla espantosísima –le dijo don Chinguetas a su esposa-.

Soñé que Paris Jackson y tú se estaban peleando por mí”.

“¿Y qué tiene ese sueño de espantoso?” –preguntó doña Macalota.

Respondió don Chinguetas, rencoroso: “Tú ganabas…”.

Una pareja se divorció. Al día siguiente de haberse roto el vínculo matrimonial sonó el teléfono en la casa de la mujer y una voz masculina preguntó por el marido.

Respondió con acritud la esposa: “Ya no estoy casada con él”. Poco después sonó otra vez el teléfono. “¿Está el señor?”.

“Ya no estoy casada con él” -repitió ella, molesta.

Y así lo mismo cada 15 minutos: sonaba el teléfono; alguien buscaba al sujeto, y la mujer volvía a decir: “Ya no estoy casada con él”.

Después de una docena de llamadas la señora por fin cayó en la cuenta de que era su exmarido quien estaba hablando.

Le preguntó, furiosa: “¿Por qué haces eso? ¡Ya no estamos casados!”. Replicó el tipo: “Es que todavía no lo puedo creer, y necesito oírlo una y otra vez para convencerme”…

Empédocles llegó a su casa, como de costumbre, en altas horas de la madrugada y bien borracho.

Iba temeroso de la recepción que le daría su mujer, quien solía recibirlo con el palote de la cocina.

En el momento en que llegó vio a un ladrón que trataba de forzar la puerta de la casa.

Le dijo: “Yo te abro, pero entra tú primero”… Don Algón y su socio conversaban a la hora del lunch. Preguntó don Algón: “¿Qué tal tu nueva secretaria?”. Respondió el otro: “Es muy mala”.

“¡Qué suerte tienes! –exclamó don Algón lleno de envidia-. ¡La mía es buena!”…

Murió don Martiriano. Un mes después doña Jodoncia, su viuda, fue con un espiritista a pedirle que invocara a su difunto esposo.

El médium se puso en trance, y a poco se escuchó, venida de ultratumba, la voz del muerto: “Aquí estoy. ¿Quién me llama?”.

“Soy yo, Marti -contestó la mujer. ¿Cómo estás en el más allá?”. “Estoy muy bien –respondió él-.

Mejor que cuando vivía contigo”. Pidió doña Jodoncia: “Dime cómo es el cielo”.

“No lo sé -respondió don Martiriano-.

Yo estoy con la competencia”…

Un sujeto debía tomar el ferry para cruzar el río, pero llegó mucho tiempo antes de la salida, de modo que resolvió esperar tomándose unos jaiboles en el bar del muelle.

Cuando salió vio el ferry a unos cuantos metros de la orilla.

Corrió desesperadamente; dio un tremendo salto y cayó de bruces en el piso de la cubierta.

Se levantó quebrantado y dolorido, pero feliz por haber alcanzado el ferry.

Vio a uno de los tripulantes y le preguntó, orgulloso: “¿Qué le pareció mi salto, amigo?”.

“Espectacular, señor –respondió el otro-.

Pero ninguna necesidad tenía de saltar.

Ya estábamos llegando a la orilla”… 

Babalucas cargó su camión con melones que compró a 5 pesos cada uno.

Fue al mercado y los vendió a 5 pesos cada uno. Cuando hizo las cuentas se encontró con la sorpresa de que no se había ganado ni un centavo.

Dijo para sí: “Ya sabía yo que necesitaba un camión más grande”…

El cuento que ahora sigue sublevó a doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías.

Dijo de él que era “nefando, nefario y nefasto”.

A mí no me lo parece tanto.

Léanlo mis cuatro lectores y juzguen por sí mismos…

El señor y la señora celebraron 50 años de casados y fueron al mismo hotel en el que habían pasado, hacía medio siglo, su luna de miel.

Salió del baño el añoso señor y le dijo con voz triste a su esposa: “Fíjate, mi amor: ahora que fui a hacer pipí me mojé los zapatos”.

“Algo parecido te sucedió en nuestra noche de bodas, mi cielo -respondió ella, evocadora-.

Sólo que entonces lo que te mojaste fue la corbata”. (No le entendí)… FIN.

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