Soy un padre de familia, esposo y maestro, y creo que estas tres variables me han permitido ir moldeando una forma de pensar crítica acerca de los hechos como los que el jueves 19 y viernes 20 fueron anunciados a través de las cuentas de twitter del Gobernador del Estado de Veracruz y de la oficina de Comunicación Social del mismo Gobierno.
Creo firmemente que ni el Gobernador ni su gente son adivinos climatológicos, así como también creo que sus decisiones las basan tanto en estudios como en las opiniones de expertos en el tema pero, aún con la tecnología más sofisticada y con el consejo de los más letrados, la naturaleza no respeta y da sorpresas, cambiando de tajo lo que las imágenes de satélite y los pronósticos hayan dicho horas o minutos antes.
Honestamente me sorprende que exista gente que se burle y reniegue de las suspensiones de clases motivadas por eventos meteorológicos y más, que existan personas que expresen que ojalá el Gobierno tuviera medios más confiables para determinar el paso de una tormenta, ciclón o huracán para así no suspender a lo tonto la asistencia escolar. ¿Qué pasaría si la prevención no fuera tomada y las clases siguieran su curso normal, y de pronto los pronósticos cambiaran existiendo vientos o lluvia desmedidos causando estragos en la población? ¿No existiría un caos provocado por los cientos o miles de padres de familia que correrían histéricos para recoger y resguardar a sus hijos de las inclemencias climatológicas? ¿Cuántos padres de familia no van despavoridos a recoger a sus hijos cuando existe un temblor aunque éste sea de baja intensidad? ¿No criticaríamos al Gobierno estatal por no haber reaccionado a tiempo y suspender clases en lugar de evitar una catástrofe en la que vidas estuvieron en riesgo o incluso se perdieron?
Esas cosas no pasan por nuestra mente cuando los anuncios se hacen. Se nos olvida lo frágiles que como seres humanos somos ante las adversidades y tal vez olvidamos lo que la historia nos ha hecho aprender de mala manera con eventos como el último gran huracán vivido en nuestro Estado, en el que se afectaron poblaciones a causa de desbordamientos que no se sospechaba llegarían, los cuales incluso nos dejaron sin autopistas o carreteras, o dejaron bajo el agua unidades habitacionales o poblaciones rurales enteras.
Reconozco que la administración estatal pasada nos acostumbró a malas decisiones suspendiendo clases incluso cuando lo anunciado era tan sólo una posibilidad remota de vientos medianamente fuertes (los cuales jamás llegaban haciendo que miles de alumnos se pitorrearan de risa por la medida y disfrutaran plenamente el asueto bronceándose ante un sol maravilloso acompañados de una rica cervecita bien helada). Pero los tiempos han cambiado, y pareciera que ahora estas decisiones son tomadas de forma responsable, más pensadas y sobre todo acertadas. Le guste o no a la gente. O usted ¿qué piensa querido lector?