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La alerta de las nuevas generaciones

Superiberia

por: Gilberto Nieto Aguilar / columnista

“El pensamiento es la plena verdad que comprende todos los momentos, incluido el error”. -Benedetto Croce.

Mucho se ha hablado de las brechas generacionales. Antes, por lo general se simplificaban en las diferencias manifiestas de las tres generaciones inmediatas: la de los abuelos, los padres y los hijos. Hoy, gracias a la globalidad, se escarba más profundamente y hasta se les pone nombre: generación Milenio o generación X o generación Z, aunque las generalizaciones que se hacen al respecto tal vez son muy universales y considero que puede faltarles el sustento que otorgan la sistematicidad, el espacio y el tiempo.

Sin embargo, con base en la experiencia, la observación y la práctica sobre el conocimiento humano –sobre todo de los adolescentes–, bien pueden establecerse algunas consideraciones, algunas aproximaciones, dado que la naturaleza humana tiene rasgos en común. Algunos referentes válidos los aportan las costumbres de las nuevas generaciones, la manera que distribuyen su tiempo y el uso constante de las TIC.

El viejo ideal, perdido en las brumas de las redes sociales, de dejarle a los hijos un mundo mejor, se pierde en las banalidades con que se codifican miles de palabras a través de las formas digitales de comunicación. Ya no se analizan los desaciertos del mundo moderno, todo se da por hecho. Las cosas existen y hay que usarlas, las cosas son y debemos adaptarnos; hay que vivir el presente, sin valorar que hay un pasado que explica lo que estamos haciendo y un futuro abierto por construir.

Da la impresión de que se ha perdido capacidad de análisis o, cuando menos, de interés en hacerlo; porque es cierto que la calidad de vida de las nuevas generaciones dependerá del mundo que construye la generación actual. Tal vez se han cansado de las palabras que no llegan a acciones, de los decires que suenan bonito y no se concretan, de las simulaciones que justifican lo que no se entiende o no se quiere hacer, de la incapacidad de muchos seres para cambiar sus vidas en contra de las inercias sociales y personales.

En cualquier lugar que se pregunte a una madre o un padre qué futuro espera para su hijo o hija, la respuesta será la misma: “algo mejor de lo que yo he logrado”. Lo básico para muchos padres es que sus hijos cuenten con una buena educación, la oportunidad de conseguir mejores empleos o de ejercer exitosamente las profesiones libres y, finalmente, de alcanzar una vida de mayor calidad a la que ellos lograron.

En México no es nuevo que se señale la pereza para estudiar como una constante “sin importar el nombre que les demos, Millennials, Gen X, Gen Z, o los Baby Broomers, se caracterizan por la falta de interés en todos los temas que los rodean, no quieren estudiar, no saben tomar un libro… Son adolescentes pegados a sus celulares, todo el día con la cabeza viendo el suelo, muchos no saben ni lo que pasa fuera de su ciudad” (Javier Sarlat González, SIPSE.COM).

En el libro “Todo va a cambiar” de Enrique Dans, Editorial Deusto, España, 2011, leemos que «sin duda uno de los factores que más inquietud produce en todos aquellos que observan la tecnología y sus efectos con cierta aprensión, es ver el uso que de ella hace la generación siguiente, sus hijos, sus sobrinos, sus primos más pequeños. Observar a un niño de seis o siete años manejándose con total soltura frente a un teclado, entrando en páginas para localizar videos o juegos que conoce o que le han contado que existen, o comunicándose mediante mensajería instantánea, es un proceso fascinante. Los adultos estamos, por lo general, acostumbrados a ser quienes sabemos manejar las cosas, quienes enseñamos a los niños, no al revés».

Quizá parte del problema radica en que muchos consideran intrascendente lo que hacen los jóvenes, adolescentes y niños de hoy. Les parece grave que no se preocupan por el mundo que les rodea, ni se interesan por relacionarse en forma presencial con las demás personas, ni quieren cumplir con las tareas escolares o las obligaciones del hogar. No parece claro cuál es su punto de interés y motivación en la vida. Pero eso es algo que no debe sorprendernos, pues se ha repetido desde la década de los sesentas hasta la fecha. Tal vez ayudaría que los padres revisaran su proceder.

gilnieto2012@gmail.com.

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